La política y su obsesión por la discusión estéril

Para salir de los problemas eternos de la Argentina se deben comenzar a discutir reformas estructurales que hoy no parecen estar en la agenda

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Gabriel Rubinstein disparó un debate
Gabriel Rubinstein disparó un debate acerca de la viabilidad de la deuda pública en pesos

Sin dudas el año electoral ha comenzado. Esta semana el secretario de Política Económica, Gabriel Rubinstein, se ha expresado a través de sus redes sociales: opinó acerca de la deuda pública, su sostenibilidad y la cuantía de sus vencimientos. Además se encargó de citar en cada uno de sus “posteos” a varios economistas opositores reclamándoles por la falta de claridad: les expuso la necesidad de que todo el arco político exprese sus intenciones de seguir pagando la deuda más allá del 10 de Diciembre próximo y así llevar algo más de tranquilidad al mercado.

Muchos de los que se sintieron señalados por el secretario se vieron obligados a responderle. También lo hicieron muchos que no se sintieron aludidos por Rubinstein: hasta el propio Martín Guzmán –ex ministro de Economía de la Nación- se encargó de expresar su opinión.

Hace décadas que la política argentina solo se encarga de discutir cuestiones superficiales en los años electorales. La deuda es un tema absolutamente secundario. Si bien este año vencen más de 19 billones de pesos ($19.000.000.000.000) de los cuales -según el propio Ministerio de Economía reconoce- apenas algo más de 7 billones están en manos del sector privado (el resto es deuda entre el propio Estado), lo cierto es que estos montos cuadruplican el dinero que existe hoy circulando en la Argentina. Por eso, en caso de tener que emitir ese dinero (si no puede financiarse y deberá ser asistido por la máquina de imprimir billetes del Banco Central) el impacto inflacionario seria devastador.

“Hoy todos parecen entender la necesidad de eliminar el déficit fiscal, sin embargo hace apenas unos meses atrás buena parte del arco político se encargó de aprobar un presupuesto deficitario, cargados de impuestos y con un nivel de inflación estimada de muy difícil cumplimiento”

Además la deuda del BCRA parece inmanejable: hay 10,8 billones de pesos en Leliqs y Pases que pagan hoy una tasa de interés que implica que en un año estos montos se habrán duplicado. Incluso hoy los pasivos monetarios son bastante más que hace un año atrás: hace doce meses los mismos eran de 4,6 billones de pesos.

En algún punto, sin embargo, lo que ocurra con la deuda pública es poco relevante: si no se atacan los problemas estructurales de la Argentina, poco importa si la deuda –que el 95% de los vencimientos de este 2023 se dan antes del próximo mes de septiembre- se logra refinanciar algunos meses más o no, ya que más tarde o más temprano el colapso financiero será inevitable. Hoy nadie está dispuesto a financiar al Tesoro más allá de 120 días por una sencilla razón: nadie cree que este modelo sea sostenible en el tiempo.

Para terminar con los problemas eternos de deuda que cada cierto período de tiempo desembocan irremediablemente en una severa crisis, la política debe comenzar a discutir reformas estructurales que hoy no parecen estar en la agenda. Hoy todos parecen entender la necesidad de eliminar el déficit fiscal, sin embargo hace apenas unos meses atrás buena parte del arco político se encargó de aprobar un presupuesto deficitario, cargados de impuestos y con un nivel de inflación estimada de muy difícil cumplimiento. En el plano de lo que viene y habiendo empezado la campaña electoral, pocos parecen ser los políticos que explican cuáles serán sus planes para atraer inversiones, reducir la carga tributaria y burocrática o achicar el gasto público.

La política solo se preocupa por culpar al otro, por intentar mostrar quién se ha endeudado más o quien ha generado mayor nivel de inestabilidad. A esta altura poco importa el pasado. Tampoco es relevante el nivel de deuda pública o quien sea el próximo Presidente de la Nación. Lo único que hoy verdaderamente importa es que la Argentina es un país que no funciona, plagado de pobreza, estancada económicamente y alejada del mundo, abandonada en las manos de una dirigencia política que parece no estar dándose cuenta de que es lo que verdaderamente nos está ocurriendo.

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