Acceder a un departamento, hoy en Argentina, parece una tarea titánica por más ganas que uno tenga. En un país donde necesitas juntar 19 años de tu sueldo si querés ahorrar en ladrillos, comprar es una utopía para la mayoría. Pero alquilar también se está volviendo cada vez más difícil. La caza de departamentos en Internet o en una vidriera, la batalla contra los demás competidores, la montaña de requisitos entre seña, garantía o seguro de caución y otros; son todas barreras que dificultan encontrar un lugar donde vivir.
La crisis habitacional en nuestro país es preocupante. El Censo 2022 nos muestra que el déficit es una tendencia creciente. El mercado para acceder a la vivienda está roto, como el resto del panorama económico y político nacional. Todos conocemos el escenario que vivimos hoy: una economía desordenada, un gobierno sin un norte claro, un sector de la política que se habla a sí mismo sin prestar atención a las preocupaciones de la gente.
La mayoría de la dirigencia política hoy está inmersa en una grieta que enceguece e impide el consenso necesario para sancionar una nueva ley de alquileres. Mientras, el inquilino promedio destina más de 40% de sus ingresos al alquiler y expensas, sumado a la lista de cosas a pagar a fin de mes. Los propietarios temen que la próxima medida cercene su libertad de disponer sobre sus bienes inmuebles mientras ven caer su renta bruta anual promedio (hoy, no llega al 3%, muy por debajo del 5,6% que obtuvieron en 2017).
Con vivienda, parece que nadie sale ganando. En la Ciudad de Buenos Aires, 1 de cada 4 personas piensa que la falta de acceso a la vivienda es una de las principales problemáticas del barrio donde vive, según una encuesta de Isonomía Consultores. Perjudica al inquilino, perjudica al propietario y los políticos, que saben de este perjuicio, no lo tocan por miedo a perjudicarse.
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En Argentina, el elefante en la habitación tiene un cartel de “2 ambientes en alquiler”. En algún momento hablar de vivienda se volvió tabú. Todos tenemos el tema en la cabeza y la mayoría de los políticos no lo quieren tocar. Pero este es un debate que el mundo ya arrancó a dar hace décadas. Y a mí me convoca preguntarnos ¿Cuál es el futuro de nuestra Ciudad de acá a 10 años si no hablamos de vivienda? Lo que sí puedo afirmar es que nos espera algo muy bueno si empezamos a conversarlo ahora.
Del 2008 a hoy, creció un 52% la gente que alquila en la Ciudad de Buenos Aires. Por un lado, porque hoy el acceso al crédito es casi inexistente y la incertidumbre macroeconómica limita la libertad de elegir qué riesgos y qué compromisos tomar a la hora de decidir donde vivir. Pero por otro lado, para muchos, el sueño de la casa ya no es tal y el alquiler no solo es un “plan B” sino que es la alternativa buscada (7 de cada 10 jóvenes se mudaría a un piso compartido).
La Ciudad de Buenos Aires, al igual que otras grandes capitales del mundo, avanza hacia un proceso de “inquilinización”. Es decir, aumenta el número de inquilinos en relación a propietarios. Este fenómeno no es algo exclusivamente porteño. En París, 6 de cada 10 habitantes son inquilinos y en Berlín este número crece a 8 de cada 10.
Alquilar es una realidad contra la cual no hay que pelear, sino facilitar. Debemos pensar medidas que logren tender un puente entre oferta y demanda, que faciliten la entrada a quienes quieran acceder y, también, que promuevan la oferta con objetivos claros y un público definido. A nivel local, hay muchas políticas públicas que ya empezamos a contemplar. El Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC), por ejemplo, maneja una cartera de alternativas incipientes que buscan ayudar a ciertos sectores a aliviar la carga que implica un seguro de caución.
Pero, además, es necesario que nos animemos a dar nuevos debates, pensando cómo abordar el acceso a la vivienda de manera integral. Mirar cuáles son los debates que se vienen dando en otras ciudades del mundo con el mismo panorama, entender cuáles son las preguntas que podríamos estar haciéndonos nosotros y tomar decisiones basadas en evidencia para nuestro futuro. El mundo no se quedó debatiendo solamente cómo regular el mercado de alquileres y tampoco deberíamos nosotros.
Alquilar hoy no es independiente de generar un mercado inmobiliario que nos permita comprarnos una casa mañana. Pero tampoco es independiente de generar mayor certidumbre estructural para que se den debates innovadores sobre cómo vivimos. La “covivienda”, por ejemplo, es una solución que nació en Países Bajos y que hoy ciudades como Barcelona implementan como una manera de abaratar costos y espacio, alquilando unidades y compartiendo espacios comunes. Muchas ciudades lo adoptaron y funciona para jóvenes e incluso para la tercera edad, también como solución a la soledad. El Desarrollo Urbano enfocado en la producción de vivienda exclusiva para el alquiler es otra medida estratégica en muchas capitales del mundo. Así como también lo es el desarrollo de instrumentos crediticios que permitan acercar a quienes quieren comprar o alquilar, las herramientas financieras para lograrlo.
El mundo avanza a una velocidad inusitada y quienes logran adaptarse de manera exitosa se animan a innovar, se anticipan a los desafíos y apuestan por crecer, haciéndolo de manera sostenida. Para poder vivir en el futuro que queremos, es importante que comencemos a trabajar por él hoy.
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