Infobae publica una horrible historia que tiene como víctima a una niña adoptada en China por una pareja española en el 2001. Dos años después, esos mismos padres la drogaron y ahogaron hasta morir. Como en el caso de Lucio, se le podrían aplicar a éste muchos prejuicios y hacerlo valer para distintas “agendas políticas”, como se dice ahora.
Así funcionan los sesgos. Crímenes horrendos como los de Lucio ocurren muy frecuentemente. Lo peor es que si no mueren no nos enteramos, nadie interviene porque la familia y todo eso. Los que sobreviven y cuentan lo que les pasó de adultos tal vez son declarados enemigos de la familia. Solo muertos merecen alguna consideración.
Como se ve, nada tiene que ver con el tipo de sexualidad que une a la pareja de crianza. Por supuesto, hay muchos más casos de parejas heterosexuales que de otro tipo por una razón estadística. Como pasa con el chico argentino, a mucha gente lo que le interesa es el unir el caso al lesbianismo y al debate político actual, el debate político más estúpido de la historia.
Sigue siendo eso un descuido de lo que les pasa a los menores que matan, pero sobre todo al iceberg que está debajo que son los que no mueren, porque todos tienen sus intereses que defender. Desde la familia, al feminismo, al antifeminismo, a lo que sea, lleva la atención a un entretenimiento repudiable por encima de algo que tal vez no se quiere tocar, que es que los niños corren peligro incluso frente a los adultos que están o son puestos para resguardarlos, de la misma forma en que los mayores corren peligro también frente a las instituciones públicas que deberían cuidar su seguridad. Los que destacan como hizo un futbolista hoy que las feministas no están hablando del tema, hacen lo mismo, desvían el punto hacia una factura que quieren hacer por sus propias preocupaciones. Encima se supone que no es un asunto de feministas qué cosa hacen mal unas mujeres.
El menor termina siendo siempre un instrumento de adultos porque no tiene voz propia. Lo único que importa es el derecho del menor a su integridad física y psicológica frente al ataque y la amenaza de quienes deben defenderlos y protegerlos, no interesa quiénes sean, de que religión o no religión, ni que tipo de vínculo tienen entre mayores, solo interesa el que tienen con el menor.
Estos chicos y chicas se encuentran frente a sus padres u otros miembros de la familia en una situación de mayor indefensión que la que experimenta alguien que es asaltado por la policía. Ese estado que es la familia para ellos es mucho más que la policía para un adulto, tiene más poder y es todo lo que tienen, el lugar donde deberían encontrar el afecto y abrigo y forman sus emociones, pero viven entre enemigos. No nos concentremos en los casos más graves, porque nos quedamos viendo el último eslabón de una cadena de irresponsabilidad. Abajo hay mucho más. Si Lucio hubiera sobrevivido no sabríamos nada de él.
El enfoque debe cambiar. Lo importante no es ni la familia, ni el estado, ni el feminismo, ni el antifeminismo, ni el liberalismo o el antiliberalismo, ni el cristianismo ni el anticristianismo. Los menores son una responsabilidad de todos los mayores en el sentido de que ningún mayor, ni siquiera los padres biológicos o adoptivos, garantiza por sí mismo esa protección, por lo tanto los terceros tienen que tener vías de intervención cuando sea necesario, las primeras vías son mentales: no, la familia no es inexpugnable ni sagrada ni tiene derecho a secretos de estado sobre lo que pasa adentro si menores de edad están en peligro. El estado también es un tercero y mientras sea el monopolio de la fuerza establecido para proteger derechos individuales debe ser eficaz, eficiente y tener la manera legal de acudir en auxilio de los menores. La educación mientras esté organizada de manera pública debe ayudar en la prevención y detección de casos de abusos, así como el sistema de salud. Cuando vemos que frente a eso se enarbola la bandera de la sacrosanta familia cuyos paredones se estarían violando, acordémonos de Lucio y de todos los casos que hay como el de él.
Y, por último, todos los adultos tenemos que estar atentos y dejar de lado el “no te metás”, dejar de lado el qué pensarán, dejar de lado el “pero si los padres son un amor”, “es una familia bárbara, no puede ser”, “es el mejor colegio, no dejemos que lo manchen” o “el cura Grassi no puede haber hecho eso, si yo lo conozco”. Después de todo eso sería lógico sorprenderse de que vuelva a ocurrir.