Perón, Eisenhower y las relaciones argentino-norteamericanas

Era el año 1953 y el clima era de temor a la expansión del comunismo. Los consejos del General a los estadounidenses sobre la mejor estrategia para combatirlo: “Para destruir una doctrina es preciso otra doctrina mejor”

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Milton Eisenhower, hermano del entonces presidente de los Estados Unidos, con Juan Perón en la cancha de River
Milton Eisenhower, hermano del entonces presidente de los Estados Unidos, con Juan Perón en la cancha de River

Corría el mes de enero de 1953, hace exactamente setenta años, cuando el general Dwight Eisenhower asumía la presidencia de los Estados Unidos. La llegada a la Casa Blanca de uno de los mayores héroes de la Segunda Guerra Mundial ofreció una oportunidad para el acercamiento a Washington que procuraba Juan Perón.

Eisenhower había ganado las elecciones del primer martes de noviembre del año anterior. Su caso presentaba una particularidad. En algún momento, tanto los republicanos como los demócratas le habían ofrecido integrar su ticket a la Presidencia. Acompañado por el ascendente senador Richard M. Nixon (republicano, de California), “Ike” vencería a su contrincante demócrata, el gobernador de Illinois, Adlai Stevenson.

Dominaba la atmósfera política un extendido temor por la expansión del comunismo. Dos eventos recientes habían encendido las alarmas. En 1949, la Unión Soviética había completado su programa nuclear y había puesto fin al monopolio norteamericano en materia de posesión de armas atómicas. Y aquel mismo año, el país más poblado del mundo había caído en manos del comunismo como consecuencia del triunfo de Mao Tse Tung sobre los nacionalistas del mariscal Chiang Kai-shek.

Así lo reflejó un testigo privilegiado, el legendario diplomático Charles “Chip” Bohlen en sus Memorias (”Witness to History, 1929-1969″): “Fue la primera vez, creo, en que los norteamericanos estaban realmente asustados por los acontecimientos internacionales. La combinación de nuestros reveses militares en la guerra de Corea -que elevó el espectro del “peligro amarillo” y fue nuestro primer conflicto armado con una potencia comunista- y las falsas tergiversaciones del inescrupuloso senador Joseph R. McCarthy de Wisconsin produjeron un estado de genuina aprehensión (...) había acusaciones de una traición en Yalta (...) y en Corea, donde la guerra continuaba...”

Poco después de ganar, Eisenhower cumplió una promesa de campaña: viajó a Corea para tratar de hallar una solución al conflicto desatado en junio de 1950. Bohlen admitió que “los EEUU, que nunca habían perdido una guerra, se encontraron a sí mismos en una que no podían ganar, un hecho que los macartistas atribuían a una conspiración comunista interna en el gobierno”.

Por su parte, los influyentes hermanos John Foster y Allen Dulles -secretario de Estado y jefe de la CIA- visualizaban la Guerra Fría como una cruzada moral frente a la que no ahorrarían esfuerzos. Como quedaría demostrado poco después en geografías tan distantes como Irán o Guatemala.

Una muestra del clima de la época lo ofreció una declaración del flamante titular del State Department quien advirtió que existía en el Caribe un “foco comunista”.

La aproximación de la nueva administración hacia las Américas comenzó igual que la de todos sus predecesores y sucesores: sostuvo que el gobierno anterior había “desatendido” a los países del sur del hemisferio.

En tanto, gobernaba la Argentina el general Juan D. Perón. El líder justicialista había sido reelecto poco antes y se encontraba en pleno proceso de acercamiento con los EEUU. Durante una recepción a legisladores norteamericanos, el 23 de noviembre de 1951, Perón había explicado: “Al comunismo no se lo puede batir con la policía ni con el Ejército; hay que batirlo con medidas económicas y sociales que sean mejores que las que el comunismo ofrece a los pueblos. El comunismo es una doctrina y para destruir una doctrina es preciso otra doctrina mejor. Eso es lo que hemos hecho en la República Argentina para enfrentar el peligro del comunismo”.

(Original Caption) En el centro de la foto, el presidente Dwight Eisenhower y su vice, Richard Nixon
(Original Caption) En el centro de la foto, el presidente Dwight Eisenhower y su vice, Richard Nixon

Con los mismos propósitos, acompañado por el canciller Jerónimo Remorino, Perón mantuvo una extensa entrevista con el embajador Albert Nufer el 3 de febrero de 1953. Este planteó la necesidad del cese de la propaganda antiyanqui impulsada por los agregados obreros. Nufer señaló que el enemigo común de todo el continente era el comunismo y que las fricciones entre los EEUU y la Argentina debían superarse. Horas después, Nufer informó por cable que Perón había reconocido que “su tercera fuerza es un fracaso” y que “ha estado buscando un pretexto para cambiar su política”.

Andrés Cisneros y Carlos Escudé señalaron en la Historia de las Relaciones Internacionales de la Argentina que “Perón señaló al embajador Nufer que todos los problemas anteriores entre los dos gobiernos habían sido responsabilidad del ex presidente Truman, y que dijera a Eisenhower que por ser un general más antiguo, él (Perón) cumpliría sus órdenes”.

La llegada de Eisenhower permitió una profundización del vínculo argentino-norteamericano. Una iniciativa que Perón procuró, en rigor, desde los primeros años de su Presidencia. Al punto que, al estallar la guerra de Corea, se apresuró a ofrecer enviar soldados. Una propuesta que finalmente se descartó, por la dura oposición que la misma despertó en las FFAA, la propia dirigencia peronista y la cerrada negativa de la Unión Cívica Radical.

Pero tal vez nada haya exhibido con mayor intensidad la capacidad de seducción de Perón como las infinitas amabilidades que le prodigó a Milton Eisenhower durante su visita. Al punto que el propio hermano del presidente contaría años más tarde en su libro “The Wine is Bitter” (1963) que Perón lo había colmado de atenciones.

Sin embargo, los norteamericanos nunca terminarían de creerle. Acaso su inmenso talento político no alcanzaba para sortear las inquietudes que despertaban sus zigzagueos discursivos. Para los anglosajones resultaba imposible comprender por qué el líder hablaba de una forma para la tribuna y de otra en sus comunicaciones con los norteamericanos. ¿Cuál era el verdadero Perón? ¿El de la Tercera Posición o el socio anticomunista?

En la larga y conflictiva relación entre los EEUU y la Argentina, numerosos fueron los intentos de gobernantes de origen peronista por encontrar fórmulas de entendimiento con Washington. Pero solamente uno de ellos conseguiría ser verdaderamente confiable para sus interlocutores: Carlos Menem.

Pero esa es otra historia.

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