El viernes pasado —20 de enero— se recordó la reunión de la máxima jerarquía nazi en lo que se conoce como la “Conferencia de Wannsee”, realizada en 1942. Allí fue que se definió, aprobó y puso en ejecución la llamada “Solución Final”. Así, el genocidio del pueblo judío perpetrado por el nazismo entró en su etapa más terrible. El resultado final bien lo sabemos: fueron las 6.000.000 de víctimas inocentes, asesinadas solo por su condición judía.
Hoy, siete días después, el mundo conmemora el Día Internacional del Holocausto, fecha que recuerda el día de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz, sin dudas el más emblemático de los campos de concentración y exterminio que los genocidas erigieron para cumplir con su deseo de muerte y aniquilación.
Este día mundial consagrado a honrar a las víctimas y repudiar a los perpetradores, es una resolución de las Naciones Unidas (ONU) aprobada por la unanimidad de sus Estados Miembros en el año 2005, que insta a todos los gobierno a llevar políticas activas de educación, memoria y homenaje en forma permanente con el objetivo de formar a las nuevas generaciones con la verdad de los hechos históricos formándolos como hombres y mujeres para la democracia: actores comprometidos con los derechos humanos, cultores de la diversidad, amantes de la inclusión, defensores de la libertad de pensamiento, de expresión y de culto. Enemigos del fanatismo y el autoritarismo.
Es un día y un tiempo que nos invita a indagar, profundizar y aprender. El cine y la literatura son fuentes inagotables que traen continuamente testimonios e investigaciones que vuelven a sorprendernos y emocionarnos sobre la noche más oscura que nuestra civilización contemporánea debió soportar.
En una sucesión virtuosa sinfín, surgen en el seno de las familias de los sobrevivientes, historias jamás contadas, secretos guardados con la llave del dolor que no permitió contar, documentos escondidos en un cajón olvidado esperando que alguien los descubra y los traiga a la luz.
Son los infinitos ejemplos que dan sentido a lo inabarcable e inacabable que ha de ser el estudio de la Shoá. Los que confirman la necesidad de seguir alimentando la luz de la memoria.
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Son por sobre todas las cosas junto a los sobrevivientes y sus vivencias recursos valiosísimos de refutación para los que increíblemente aún hoy niegan lo ocurrido, que vitorean y añoran a los genocidas.
No se puede vivir estas fechas como meros hechos históricos, como quién mira una foto vieja sin más, ni con actos vacíos en cumplimiento de una efemérides.
Por el contrario, al recordar el Holocausto es imperioso adentrarnos en el nazimo, dimensionar el mal absoluto que representó tal como Hannah Arendt supo definirlo.
Un monstruo que encarnó el autoritarismo hasta niveles impensados, fue decididamente enemigo de las libertades, que impuso a fuego el pensamiento único, eliminó la justicia tanto como concepto, valor y realidad, que hizo de la persecución su arma de disuasión permanente, que entronizó la mentira, vació la palabra y privilegió el imperio de la muerte por sobre el reinado de la vida. El que sacó a relucir para usufructuar desde el poder lo peor de la condición humana: su capacidad de odiar y hacer daño, su maldad sin límites. Puso en ejecución el antisemitismo más virulento conocido desde la inquisición.
Recordar y saber todo esto es a lo que este nuevo Dia Internacional del Holocausto no conmina rechazando en voz alta a las dictaduras y a las violaciones de derechos humanos que ellas llevan a cabo, de señalar al terrorismo y a quienes lo apañan.
Decir que verdaderamente hemos aprendido las lecciones del Holocausto nos exige hoy más que nunca una invocación genuina a la democracia con exaltación de todos sus valores.
Este día, debe ser de manifestación de un compromiso sincero de defenderla y fortalecerla siempre porque es en ella en donde todos podemos realizarnos.
Sin ella nada bueno habrá de sucedernos. La historia nos lo enseña.
*Pte.Honorario Museo del Holocausto
*Pte. Consejo Argentino para el Desarrollo y los Derechos Humanos
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