Lucio Dupuy que estás en el cielo

A la espera de la sentencia, el próximo 2 de febrero, el juicio demostró que el niño evidenció alertas inconscientemente que nadie escuchó

Lucio Dupuy entró a distintos hospitales de la ciudad de Santa Rosa —provincia de La Pampa— una y otra vez entre finales del 2020 y el 26 de noviembre de 2021 en que fue asesinado

Se ha puesto en marcha el juicio por el calvario de mucho tiempo y muerte -noviembre de 2021 -de Lucio Dupuy, de cinco años, en Santa Rosa, La Pampa. Cedido y a cargo de la madre por la justicia - Magdalena Espósito, quien vivía y vive en prisión con su pareja Abigail Páez - luego de estar a cargo de unos tíos cuando sucedió la separación y con dificultades del padre en el trabajo por la distancia diaria desde Luján hasta La Pampa.

La jueza resolvió se diría de manera automática y por regla general- quizás demasiado general- que la madre tiene prioridad en la tenencia. Pobre, desdichado Lucio.

Autopsia de Lucio Dupuy, firmada por el médico forense: “Politraumatismos- origen de hematomas, fracturas y golpes de puño con saña constante -,mordeduras y quemaduras viejas y recientes. Lesiones compatibles por agresiones sexuales reiteradas.

Sin embargo no fueron denunciadas las veces en que las diabólicas de La Pampa llevaron a Lucio al Hospital Evita en estado desesperante , una noche con los huesos de un dedo expuestos, otras facturas, moretones azules, empalamiento y golpes en los genitales. Una versión del martirio de Lucio tiene que ver con un sometimiento a torturas constantes porque la pareja tiene la convicción de que la condición masculina es en sí misma algo que debe ser castigado y extirpado.

Su madre Magdalena Espósito y la novia de ella, Abigaíl Páez, eran las encargadas de llevarlo cada vez que su cuerpo se lastimaba por las golpizas que recibía

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Una foto difícil de ver registra a Lucio tomando un refresco y con una mano en alto, la señal- el pulgar en la palma y alzada- que nadie atendió y en rigor muy pocos saben, sabemos, que el gesto señala brutalidad salvaje, física, psicológica y sexual – podemos sumar política, política o ideológica-. El feminismo deforme de Magdalena y Abigail incluye la idea que se debe a los hombres, a los varones, fuente de todo mal.

Odio de género se le escucha incluir en la segura prisión perpetua que les espera. Uno de los fiscales del equipo, formado especialmente para el caso, Walter Martos, asegura: “Dentro del ámbito del Ministerio Público Fiscal, en la Unidad de Género, Niñez y Adolescencia no existe una presentación formal de maltrato contra Lucio”. Lucio fue ignorado.

Entretanto, están encerradas en un pabellón con otras atacantes y atormentadoras de chicos, a menudo con asesinato de alguno de los propios hijos. Allí tienen también televisor, radio y luz del día plena. La población de ese lugar cuenta que el ataque contra chiquitos es uno de los espantos crónicos del país. Con seguridad en muchos lugares pero, entre nosotros, y aunque haya todo tipo de personas en áreas burocráticas que se ocupan de evitarlo y prevenirlo, no pasa en la realidad la menor modificación frente a la conducta criminal: nadie fue a visitar asistentes sociales y a controlar una vez otorgada el destino de Lucio a Magdalena Espósito – en los hechos también a Abigail Páez- : Lucio estaba solo con su pavorosa suerte. Lucio Dupuy que estás en el cielo. Callaron los médicos de guardia, callaron los docentes- Tuvieron miedo: no quisieron “líos”. Lucio Dupuy que estás en el cielo.

El abuelo se llama Ramón. Magdalena y Abigail le permitían verlo unos minutos y cobraban tres mil pesos por verlo y dar una vuelta corta. Cuenta: ”Lo dejaban desnudo bajo la lluvia. En el suelo toda la noche”. Mientras escuchábamos las palabras de don Ramón, se registra en estas horas la muerte de Milena Sena a manos de la madre y su pareja en Merlo. Tenía dos años y llegó muerta al hospital Malvinas Argentina. El abuelo de Lucio: “La violencia no tiene género”. Y agrega: “Pasó lo mismo con Lucio a partir de la resolución indicada por la jueza”.

En la vida fugaz de Milena, los adultos que la llevaron arguyeron algo del repertorio cuando ocurre: “Se cayó de la cama”, después de la paliza de horas a la beba.

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Similitudes, sí, pero el odio sistemático y refinado de las dos de La Pampa, no se parece a nada. Países con menos pretensiones que el derrumbe y el desastre que no escapa a ningún aspecto de la Argentina, cuentan con personal entrenado para detectar y vigilar la crueldad y la brutalidad con la infancia.

Los causantes son detenidos y juzgados, pero sin posibilidad de que se produzca otra vez lo comprobado: las víctimas son retiradas para siempre de los culpables sin que puedan apelar a la devolución bajo juramento. Entre nosotros hay un costado salvaje: hay Lucios que no se registran. A pocos le importa la crueldad de muchos chicos obligados a mendigar, sometidos a violaciones, privados de comida como penitencia. Algo que recorre toda la escala social: desde el matrimonio adolescente que consideran “malos”, a los hijos que han tenido por llorar y golpean y matan, desquiciados por el alcohol, las drogas, hasta abueletes o señoras o señores de conducta impecable: entre paredes es distinto.

Desde luego no se puede pensar en darles muerte a cada una de ellas. Y desde luego el impulso se ciñe luego a la ley. Al comparecer, un zumbido de ironía y desprecio aparece cuando dicen algo durante el juicio. Ningún arrepentimiento. Lo hicieron y disfrutaron al hacerlo.

Lucio Dupuy que estás en el cielo.

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