Los desafíos de la desinformación se extienden más allá de las plataformas omnipresentes del grupo Meta. Telegram y otras redes sociales y apps complican el escenario en relación con las fake news y a la desinformación en los procesos eleccionarios que las plataformas no consiguen frenar. Todo indica que existe una cantidad significativa de información falsa y engañosa en circulación.
Parte del escenario podría también impulsar y contaminar la coyuntura, propiciando situaciones, como la rebelión del Capitolio de Estados Unidos en 2021 y la reciente crisis del Planalto en Brasil, que hablan de la influencia y potencia de las herramientas tecnológicas para abonar el clima conspirativo y coordinar acciones impulsadas por posturas radicalizadas. Incluso, algunas protestas en China utilizan Telegram y apps de citas como aliados frente a la censura digital. Los civiles que han participado de distintas manifestaciones antigubernamentales han relatado que las prefieren para establecer redes de información para organizarse.
Las aplicaciones parecen no tener suficientes capacidades para evitar los ataques a la integridad electoral y asegurar la transparencia de los anuncios políticos o combatir la violencia. Ya sea por la ausencia de políticas específicas, como en el caso de Twitter y YouTube, o por aparentes excepciones otorgadas a políticos y candidatos, como en el caso de Facebook e Instagram.
Si bien todas las plataformas digitales informan tener protocolos para reaccionar de inmediato ante situaciones de crisis política, los procedimientos no se publican y no hay claridad sobre la manera en que dichas empresas evaluarán la gravedad de los actos ni sobre qué tipo de acciones se tomarán.
Meta sostiene que, desde 2016, ha cuadriplicado su equipo de seguridad e integridad a más de 40.000 personas en todo el mundo. El grupo declara que el 99,7% de las cuentas falsas eliminadas de Facebook son por inteligencia artificial, investigando redes que utilizan perfiles falsos de forma coordinada para influir en el debate público. Una de las acciones principales está vinculada con la eliminación del contenido de este e Instagram que desalienta la votación o interfiere con la votación.
Por otro lado, destacan que los mensajes reenviados en WhatsApp se identifican con una etiqueta. Desde 2020, los contenidos con cinco o más reenvíos se pueden solo reenviar a una conversación, lo que ha llevado a una reducción global del 70%. En 2022 se implementó un nuevo límite de reenvíos: ahora, cualquier mensaje solo puede reenviarse nuevamente a un grupo de WhatsApp a la vez.
La desinformación política se propaga por WhatsApp y WeChat. Esta última es la aplicación de mensajería instantánea más popular en China, con 1.200 millones de usuarios, y la más utilizada entre los estadounidenses de origen chino. Se convirtió en un lugar cada vez más importante, tanto para el discurso político, como para la generación de información errónea sobre la política a los más de 1,5 millones de usuarios activos mensuales en los Estados Unidos. Allí también pueden acceder a artículos en páginas públicas administradas por creadores de contenido y empresas de medios chinas.
En WeChat los usuarios pueden compartir la información en chats grupales con hasta 500 personas. Algunos de estos administradores de cuentas públicas tienen motivaciones políticas. Por ejemplo, durante las protestas de “Black Lives Matters”, hubo una gran cantidad de denuncias por contenido engañoso que usaba tácticas para infundir una sensación de inseguridad.
Además de la tecnología de la información en constante cambio, el bajo compromiso cívico y la falta de información precisa siguen siendo los principales obstáculos para evitar la manipulación de la información. Un usuario muy expuesto forma parte de entre 25 y 50 grupos de WhatsApp diferentes donde se lleva a cabo una variedad de discusiones; grupos que hablan de economía, cambio climático, paneles solares; grupos de las “Mamis” del colegio, fútbol, autos, trabajo, facultad, secundario, etc.
Whatsapp se usa a menudo en círculos cercanos de amigos, familia y personas que conocemos, con números de teléfono reconocibles, la información compartida en grupos puede verse como más confiable de lo que realmente es. Pero mucha de la información sobre la política llega a través de plataformas como Facebook, Twitter, YouTube y últimamente TikTok. Esta última no solo tiene un embriagante poder adictivo, sino que su condición de instantaneidad y repentización dan poca oportunidad al replanteo y chequeo: damos por bueno lo que acabamos de ver y que cada 4 o 5 videos vuelve a aparecer en el feed con formato similar o parecido.
Con este escenario, las teorías de la conspiración son predecibles, sobre todo si incorporamos a nuestra anatomía al celular. En 2020, un video engañoso pretendía mostrar la quema de boletas de Donald Trump, el hijo del entonces presidente, Eric Trump, retuiteó una versión del video que tuvo alrededor de 1,2 millones de visitas. Todo era falso, pero acumuló millones de visitas, clicks y acciones compartidas en las redes sociales.
Existen diferentes tipos de falsedades que se vuelven virales, pero es necesario establecer la diferencia entre información errónea y desinformación. La información errónea es información falsa que el creador o quien la comparte no necesariamente sabe que es falsa. La desinformación, por su parte, es la creación y el intercambio deliberado de información falsa.
En 2023 aparecerán videos, tuits, publicaciones en Facebook, WhatsApp y TikTok que alegan todo tipo de cosas y, en un entorno político súper cargado, es posible que queramos creerlos, incluso potenciarlos con algún comentario, y finalmente compartirlos.
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