El link corrió como una centella por los smartphones de la Casa Rosada. Dentro del whatsapp, el título adelantaba la gravedad de la declaración. No era el mejor momento. La Cumbre de la CELAC había sido un fiasco y el repudio extendido a los dictadores latinoamericanos empañaba la visita de Lula. El dólar pasaba los 384 pesos y ahora esta frase inesperada del Papa Francisco.
“En el año ´55, cuando terminé mi escuela secundaria, el nivel de pobreza era del 5%. Hoy la pobreza está en el 52% ¿Qué pasó? Mala administración, malas políticas. Argentina en este momento, y no hago política, solo leo los datos: tiene una inflación impresionante”.
No era Mauricio Macri. No era Horacio Rodríguez Larreta ni Patricia Bullrich. No era Javier Milei. Era el Papa Francisco, el mejor aliado con el que habían contado Alberto Fernández y Cristina Kirchner en el inicio de la gestión. El Pontífice les avisaba como para que entendieran: él también se bajaba del barco kirchnerista.
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El Presidente, el ministro de Economía, Sergio Massa, y la ministra de Desarrollo Social, Victoria Tolosa Paz, recibieron la noticia de la frase papal en silencio, como si se tratara de una muerte. A uno de ellos le terminó brotando una respuesta, desencajada y argentina. “La puta madre que los parió…”.
A medida que llegaban los detalles, la cosa se ponía peor. No se trataba de un equívoco ni de una frase dicha a las apuradas.
El Papa Francisco le había dado un extenso reportaje, el primero que concedía desde la muerte de su antecesor alemán Benedicto XVI, a la agencia estadounidense Associated Press. No es cualquier medio. Es la cooperativa periodística que financian los diarios, las radios y los canales de TV de EE.UU. En sus oficinas de Nueva York trabajan 3.300 empleados. Uno de ellos, la experimentada periodista Nicole Winfield, fue quien se sentó frente al Pontífice. Se conocían bien. Ella tiene más de veinte años como corresponsal en Roma y en el Vaticano. Y ha sido una investigadora implacable de los abusos sexuales en la Iglesia.
El Papa habló de la homosexualidad. “No es un delito”, dijo, y la frase recorrió el planeta. Habló de la paciencia que hay que tener con China y de cómo extraña las charlas con Benedicto cuando tiene un problema. Sabe que luego de su muerte, los obispos más conservadores ya no tienen obstáculos para atacarlo.
Pero las frases del Papa que preocupan al mundo no son las que preocupan a la Casa Rosada. Francisco agitó un número en la entrevista con AP que congeló a la mayoría de los ministros. Habló de la pobreza y precisó que “está en el 52%, ¿qué paso?”.
Todos los informes estadísticos serios sobre la pobreza en la Argentina señalan que, durante el 2022, ya ha cruzado el 50%. Pero esa cifra baja algunos puntos si se consideran los planes sociales. ¿A qué se refería el Papa entonces con el 52%?
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El Observatorio de la Deuda Social que administra la Universidad Católica Argentina es el que elabora el índice más riguroso junto con la medición oficial que hace el Indec. Ese informe calcula que la pobreza en la niñez ronda el 52%. Ese es el dato estremecedor que el Papa le transmitió al mundo. Dato que tiene un agravante. La pobreza infantil viene siempre de la mano de la desnutrición.
Daniel Arroyo: “El Papa tiene razón en todo”
“El Papa tiene razón en todo lo que dice y está apuntando al núcleo del problema argentino que es la extensión de la pobreza, sobre todo en las infancias. Ojalá que la pobreza ocupe el centro del debate en las próximas elecciones”, explica el diputado Daniel Arroyo ante la consulta de este periodista. Arroyo fue el ministro de Desarrollo Social durante la pandemia y es uno de los dirigentes que más ha investigado el tema de la pobreza. Su coincidencia con el Papa es una crítica al gobierno que integró.
La respuesta oficial a las frases del Papa no sorprendió a nadie. La vocera del Gobierno, Gabriela Cerruti, ensayó el argumento de estos tiempos en la gestión Fernández-Kirchner-Massa.
“Yo leía recién lo que dijo (el Papa) y cuando dice que la política hizo que la economía estuviera como está, todos sabemos que es producto de los cuatro años del macrismo que estamos remontando. Porque, cuando pasa la derecha, sea Bolsonaro o Macri, lo que hace es tierra arrasada. Y el gobierno que vuelve tiene que reconstruir todo de nuevo. Argentina se despertó, y ya se puso en marcha la maquinaria para que estemos mejor”.
Es una asombrosa interpretación para un gobierno que tiene, al día de hoy y además de la pobreza infantil en el 52%, una inflación anual del 94,8% y una acumulada del 300% desde que comenzó la gestión en 2019. A once meses del final del mandato, Alberto y Cristina ya suman más inflación que la inflación total del período Macri (295,7%). “La inflación es auto construida; está en la cabeza de los argentinos”, ensayó esta semana el Presidente con pretensión psicológica, demostrando que su manejo del disparate se mantiene en contante superación.
Y un dato más que contradice la hipótesis Cerruti: las dos etapas con el índice más alto de pobreza fueron en 2002, con Eduardo Duhalde (52%) como presidente, y la actual que se aproxima en magnitud. Ambos son períodos administrados por el peronismo.
Claro que la reacción del Papa Francisco se entiende un poco más cuando se escarba en el desencuentro político entre el Jefe de la Iglesia Católica y el gobierno kirchnerista, al que respaldó en la campaña electoral de 2019 y al que acompañó con gestos inexcusables en los años siguientes. Bergoglio siempre recibió con sonrisas a Cristina, a los integrantes de La Cámpora y a la esposa del Presidente, Fabiola Yáñez. En cambio, siempre exhibió su rictus más amargo para las visitas de Macri y de su familia.
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Evidentemente, las cosas han cambiado para el Papa con la decadencia del Gobierno y el derrumbe de las cifras económicas. Hay que consignar cuatro cuestiones fundamentales.
1.- La relación del Papa Francisco con Alberto Fernández está en su peor momento. No le perdona al Presidente la sanción de la ley del Aborto. Y considera erradas dos de sus decisiones: la de haberle quitados fondos de la Coparticipación Federal a la Ciudad de Buenos Aires para dárselos a la Provincia, y la de atacar e intentar destituir a los miembros de la Corte Suprema. El Papa cree, además, que el Presidente muchas veces sobreactuó el vínculo con el Vaticano para obtener réditos políticos.
2.- También se ha deteriorado la relación del Papa Francisco con Cristina. Ya hace tiempo que no se hablan ni se encuentran.
3.- Tampoco es fraterna la relación del Papa Francisco con Sergio Massa, con quien nunca se reunió. Hay un cortocircuito de vieja data, que es el supuesto impulso político que el hoy ministro le habría dado al obispo de Zárate-Campana, Oscar Sarlinga, para que reemplazara a Bergoglio en el arzobispado de Buenos Aires. El Papa nunca se refirió públicamente a la cuestión.
4.- Hay dos hombres de estrecha relación con el Papa Francisco que integraron el Gobierno, y que ahora ya no están. Gustavo Beliz, quien fue asesor estratégico del Presidente. Y Martín Guzmán, que fue ministro de Economía, y a quien el Pontífice le facilitó sus vínculos amables con la directora ejecutiva del Fondo Monetario Internacional, la búlgara Kristalina Georgieva. Con las ausencias de Beliz y de Guzmán, el canal de diálogo entre el Papa Francisco y el gobierno kirchnerista se reduce al formal de la Secretaría de Culto, y a operadores políticos de segunda línea.
En las últimas horas, los dirigentes de Juntos por el Cambio observaron con cautela el estallido entre el Papa Francisco y el gobierno kirchnerista. La evaluación primaria es que Bergoglio intenta ubicar a la Iglesia argentina en el centro de la escena con la crítica socio económica y más despegada de la gestión en decadencia de Alberto y Cristina. “Son los primeros movimientos ante la posibilidad de un cambio en el Gobierno”, asegura uno de los pocos dirigentes opositores que mantiene relación con Roma.
Es interesante la entrevista del Papa Francisco con Associated Press. Esta vez no repitió el error de igualar la situación de Rusia y Ucrania, como lo había hecho en reportajes anteriores. El aire de justificación a la invasión rusa que transmitieron sus palabras provocó críticas durísimas de los gobiernos de la Unión Europea, y también del propio presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski.
Esta vez, el Pontífice respondió en tono amable y a veces hasta relajado sobre las cuestiones más íntimas de su vida actual. Associated Press recuerda que el año pasado el Papa debió enfrentar una operación de la rodilla y la extirpación de 33 centímetros de sus intestinos. Son intervenciones siempre complicadas para un hombre de actividad intensa y 86 años.
“Estoy bien de salud. Por la edad que tengo, estoy normal. Puedo morir mañana, pero vamos, está controlado”, bromeó, con la dosis de ironía que lo acompañó en toda su trayectoria.
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Francisco también dejó en claro que, al menos por ahora, no hay indicio alguno de que vaya a viajar a la Argentina. “Por el momento no. Estuvo programado en 2017, Chile, Argentina y Uruguay. Noviembre, ¿qué pasó?. Bachelet terminaba su mandato y yo quería ir a visitar a Michelle. Lo pasamos a diciembre, pero caer en enero a Argentina, uno no encuentra ni al perro en la calle. Hicimos Chile y Perú, y después ya no se reprogramó más”. El Papa deja toda la sensación de que el no al reencuentro con su país de nacimiento parece definitivo.
La pobreza del 52% y la inflación “impresionante” no son las únicas referencias que el Papa ofrece sobre la Argentina. De repente, matiza la entrevista con una narración novelada. La cuenta casi como una parábola, de las que abundan en los Evangelios. Pero no. Es un relato sobre los argentinos.
“Los ángeles custodios de los países se fueron a quejar a Dios y le dijeron: `Fuiste injusto con nosotros porque a cada uno nos diste una riqueza, minería, agricultura, ganadería, y a los argentinos les diste todo. Tienen todas las riquezas´. Dicen que Dios pensó un poco, y dijo: `Para equilibrar les di a los argentinos…´. Que no se enojen, es un chiste. Yo soy argentino, pero algo de verdad hay. No terminamos de llevar adelante nuestras cosas”.
Es un chiste, dice el Papa Francisco, a las audiencias de todo el planeta. Pero él sabe perfectamente que lo suyo no es un chiste. Es una descripción descarnada de los argentinos que hace el jefe espiritual de mil quinientos millones de personas. Algo de verdad hay, admite al final, el hombre que también nació en la Argentina y que lleva en su propia piel las marcas de una tierra surcada por las contradicciones.
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