“La realidad es superior a la idea”, reza una de las cuatro claves que desarrolla el profesor Jorge Mario Bergoglio, general de los Jesuitas, quien reproducía la regla gnoseológica dirigida a la pastoral social practicada por el padre Joseph Cardijn JOC hace una centuria casi y adoptada más tarde por el Concilio Vaticano II. Lo original fue la aplicación de un método inductivo, que parte de la observación del fenómeno real y concreto y luego es valorado a la luz de los principios, y no a la inversa.
¿Cómo “ver”, medir, “la realidad” del consumo de estupefacientes y sus consecuencias en nuestro país?
Para ello debemos recurrir a la información de que disponen los agentes del Estado a cargo de evitar el consumo de drogas y quienes trabajan en la prevención. La presente nota está inspirada en el desborde de la situación actual por el caso del homicidio de Fernando Báez Sosa.
Los medios no han dicho que haya una vinculación entre la muerte de Fernando y los posibles efectos del alcohol o de la droga, lo dirá la justicia. Sin embargo este tipo de hechos tienen lugar en el marco de la noche y con la presencia de drogas y por eso vamos a referirnos a ese aspecto social del problema por completo ajeno al de la responsabilidad penal en el caso concreto.
Partimos de considerar que son habituales los suicidios de adictos, las muertes por sobredosis, los asesinatos en ocasión de robo provocado por alguien que está drogado; golpes de puño o patadas causados por una “manada” a la salida de un boliche bajo efectos tóxicos, o las balaceras entre bandas en un shopping o los asesinatos a los que nos tienen “acostumbrados” los hechos policiales en Rosario.
El Papa Francisco envió el 9 de diciembre del año pasado un video conmovido por los crímenes (240 en el año) causados por el narcotráfico en esa arquidiósesis de Rosario. Es decir que la presencia de la droga de modo creciente está ligada a distintas causas de hechos criminales.
¿Cuántos niños o jóvenes o personas mayores mueren por sobredosis de cocaína en la Argentina?
No se sabe. Porque el Observatorio está para observar pero no observa. El informe de muertes por drogas en la República Argentina del Observatorio de Drogas 2021 (Sedronar) ilustra solo los decesos causados por consumo de alcohol y enfermedades derivadas o asociadas a tóxicos. En cambio, el mismo informe indica que la cantidad de muertes causadas por drogas prohibidas es igual a 0,00 en el caso de varones y 0,00 en el de mujeres (página 19). Esto es así porque los servicios públicos y privados en los certificados médicos en lugar de decir que la causa de muerte fue debida a la ingesta o inhalación de drogas prohibidas, recurren al formulismo de “accidente cardiovascular”. Como decir “dejó de respirar”. La “máscara” de todos los gobiernos democráticos de los últimos 40 años.
Aclaremos que la práctica que denunciamos no es la labor de un gobierno sino la máscara detrás de la cual todos los gobiernos en los últimos 40 años ocultan la gravedad del problema. Entonces, sabemos cuántos muertos hay a causa del COVID 19 pero nadie sabe ni sabrá nunca cuántas muertes de jóvenes se producen cada día a causa de la cocaína. Ni cuántos discapacitados debido al consumo de “paco” o “cocaína” recorren como si fueran “zombis” las calles de nuestras ciudades por sus lesiones cerebrales.
¿Por qué el sistema de seguridad pública no controla ni informa sobre la existencia de cocaína o éxtasis en los boliches nocturnos?
Un dirigente de la asociación gremial que agrupa a los controladores nocturnos dijo “cuando se va la luz del sol desaparece el Estado” según lo consigna en estos días un epígrafe a la nota titulada “Nocturnidad-barbarie y drogas” del experto en adicciones y eminente psiquiatra Alberto Yaría. Declaración oportuna a propósito del juicio oral por el gravísimo delito cometido en “manada” por un grupo de jóvenes contra Báez en la costa atlántica.
El dirigente -representante de un ejército de testigos privilegiados de esos focos tóxicos -se preguntó ¿por qué no estaban los controles policiales en los alrededores del boliche? Una vez más este cronista va a repetir lo explicado. La droga aterriza entre otros espacios, en los boliches nocturnos donde cada jornada concurren miles de niños y jóvenes -y va acompañada por los dealers que suministran y venden y los galanes acompañados por bellas modelos o deportistas famosos, que son “seguidos” por simpatía, y penetra en los vips. Claro que antes ha penetrado el sistema de seguridad (en el caso de la provincia, en el Ministerio de Seguridad en la Provincia de Buenos Aires). La cornucopia permisiva de los medios de comunicación masivos derogó los principios.
Y el sistema de seguridad penetrado por el narcotráfico en lugar de controlar y reprimir la introducción, la distribución, el suministro y el consumo de drogas pasa a ser funcional al crimen organizado. Y la multitud de medios y personajes de la televisión, con grandes y contadas excepciones recitan a coro la “cornucopia permisiva” donde hay de todo menos principios: “todo vale”.
Cuando en Villa Gesell se puso el sol, el agua vale oro para apagar la hipertermia de los estimulantes (cocaína-éxtasis) así como el veneno tóxico también inundado de tequila, vodka o gin. Es otro mundo en donde lo in-mundo reina. Y más tarde, cuando los estimulantes se acumulen y rindan el máximo de su potencia destructiva, la hora y el estado de la ley, que es cuidado de sí mismo y del otro y de la vida y de la dignidad y de la propia diversión y alegría desaparece, dejando lugar a las manchas negras de la esclavitud química, de la violencia y de la muerte.
En el verano del 97, este cronista ordenó una de las muchas requisas en uno de los boliches emblemáticos de esa como en otras ciudades de la Costa Atlántica y cuando finalizó el procedimiento vio en el piso centenares de restos de las más diversas drogas prohibidas -cocaína, éxtasis, LSD, marihuana -de las que se habían descartado los miles y las miles de los y las jóvenes y niños y niñas concurrentes .En la dimensión social del problema no se puede mirar para otro lado.
Los jueces no pueden implementar políticas, pero el ejecutivo y el legislativo no pueden dejar de oír a los testigos privilegiados de la sociedad. Para eso están. El dirigente gremial citado se ofrece para testimoniar y ayudar al resolver el problema del consumo de alcohol y de la droga dentro de los boliches. Tampoco es misión de los magistrados sustituir a padres y educadores en materia de hábitos sociales.
Es verdad que se incorporó la costumbre de “las previas” en casas particulares donde antes de ir al boliche “se chupa” y la “etilización calienta la olla”. Pero los conflictos se producen más tarde dentro y fuera de los locales donde no puede no estar el control estatal.
El crimen de Fernando Báez Sosa es un caso particular y al mismo tiempo una alarma social. Es el agregado a un iceberg que se formó a partir de los años ochenta. Hace 25 años que lo vemos viajar desde El Cielo y Cocodrilo (CABA) a Alma y Ku, de Pinamar, y Le brique, de Villa Gesell, por citar solo algunos de los lugares emblemáticos elegidos como “destino final” del narcotráfico y “puerta de entrada” de la masividad del consumo.
La actualidad del problema en un veloz repaso para que los que tienen que ver no sigan siendo ciegos. En estos fines de semana -dice la nota del experto que citamos -se sucedieron hechos que tomaron estado público en función de la alerta.
Del 7 al 9 de enero se registraron algunos muertos, varios internados en terapia intensiva, otros hospitalizados y varios heridos en peleas a la salida de los boliches. En Cañuelas a la salida de un bailable. En Lanús joven recibió una paliza y esta en terapia intensiva. En San Pedro un niño recibió a la salida de un boliche golpes hasta el desmayo. En Jesús María un pibe de 16 años a quien le cortaron el cuello con una botella murió en una batalla a la salida de un boliche. En Elortondo, Santa Fe, una revuelta entre chicas una terminó con graves heridas. En el boliche Mr. Jones de Mar del Plata le dieron una golpiza a un turista uruguayo y quedó internado inconsciente en el hospital. En General Villegas, a la salida de un boliche Lucas, un joven niño recibió una paliza de una “manada” y fue internado en terapia intensiva con fractura de cráneo y un coagulo que lo puede comprometer de por vida. En Gualeguaychú a la salida de un boliche, un joven fue atacado y termino inconsciente, en el hospital donde sufrió una hematoma cerebral y murió. En un local bailable de Palermo, Brian Trejo falleció de un disparo por la espalda mientras celebraba el fin de año. En Villa Udaondo, acceso oeste, a la salida de un baile, 22 años, fue raptado, lo violaron y lo apuñalaron.
Del terrorismo de Estado al crimen privado
Un prestigioso periodista dijo ayer, con razón, que “las atrocidades del terrorismo de Estado…se han capilarizado en el crimen privado, en la inseguridad y en la impunidad de manos… que cuentan con el manto que las encubre”.
Extendiendo el juicio a los crímenes que son consecuencia de la droga recordemos el encubrimiento que desde la cabeza del poder político nacional, la Secretaría de medios, el Ministerio del Interior, la SIDE y el compre de periodistas profesionales y jueces obedientes, nos condenaron, por perseguir y denunciar el narcotráfico que penetra la política que penetra el sistema de justicia y seguridad, hasta hacerse parte del crimen organizado.
El General de los jesuitas enseñaba también esta otra regla hermenéutica: “El tiempo es superior al espacio”.
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