La segunda versión del dólar soja permitió que el objetivo de reservas trazado por el Fondo Monetario Internacional sea alcanzado. De hecho, según PPI, el stock de activos externos del BCRA cerró el último año en USD 7.661 millones, superó en USD 1.086 millones el objetivo (ajustado por desembolsos de organismos internacionales).
Esto no evita que ahora el Banco Central deba administrar un stock de USD 6.741millones (bajan USD 1.050 millones por pago de cupones de bonos soberanos) hasta la entrada de la cosecha gruesa en abril. No será tarea fácil, tras el esperable desplome de la liquidación del agro, por el anticipo de operaciones y la merma de las cosechas por la sequía.
De hecho, el panorama agropecuario está volviéndose cada vez más sombrío. Será crucial que llueva torrencialmente en la segunda quincena de enero, debido a que 30% del maíz y 20% de la soja de las hectáreas permanece sin sembrar, a la espera de mejoras en la condición hídrica de la zona núcleo. Sin ir más lejos, los tres años consecutivos del fenómeno climático La Niña sobre el suelo argentino pasan factura, pudiendo ser solo mitigados por fuertes precipitaciones en corto plazo.
Será crucial que llueva torrencialmente en la segunda quincena de enero, debido a que 30% del maíz y 20% de la soja de las hectáreas permanece sin sembrar
En este contexto, los expertos estiman que la producción de soja se desplomaría de 43,3 millones de toneladas a 36 millones de toneladas en 2023; (17%), la de maíz cedería de 52 millones de toneladas a 43 millones de toneladas (17%) y la de trigo se habría derrumbado de 23 millones de toneladas a 11,5 millones de toneladas (50%). Por lo tanto, la oferta total del agro se hundiría de 132 millones de toneladas a 106 millones de toneladas, el menor nivel de la última década.
Esos números harían que la oferta de divisas en el Mercado Único y Libre de Cambios (MULC) se reduzca entre 12.000 y 13.000 millones de dólares, a un rango de entre 30.700 y 32.200 millones de dólares, aunque por ahora es temprano para afirmar realmente el tamaño de la pérdida.
El ritmo de devaluación
Y, a pesar de que una sequía de tal calibre podría provocar un shock disruptivo difícil de asimilar para cualquier esquema cambiario, el mercado confía en que el equipo económico que lidera Sergio Massa lo sorteará sin salto devaluatorio.
¿Las razones? Muy posiblemente, un dólar soja 3 y/o mayores restricciones sobre la demanda privada. Habría, sin embargo, posibles daños colaterales.
En cuanto a la inflación, el 5,1% de diciembre, superior al 4,9% de noviembre, vino a recordar la persistencia del fenómeno. Con este último registro, 2022 cerró en el nivel más alto desde la híper de 1990 (1.344 por ciento).
En este marco, si bien las expectativas de alza de los precios al consumidor cedieron de cortísimo plazo, se mantienen prácticamente sin cambios para el trimestre marzo-mayo en 6% mensual.
Las expectativas de inflación se mantienen prácticamente sin cambios para el trimestre marzo-mayo, en 6% mensual
En consecuencia, ¿Qué esperar para 2023? El escenario base es que la inflación sea similar a la de 2022, lo que sería consistente con un ritmo mensual en el rango 5,7%-5,9%. Esto en un escenario, en donde no hay elementos para afirmar que la nominalidad pueda descomprimir.
Ahora bien, la combinación de ambos elementos dio por tierra una eventual baja de tasa de interés que había trascendido en la víspera de la publicación del dato de diciembre. El Banco Central -criterioso por primera vez en mucho tiempo-, comunicó que era prudente dejar la tasa de interés inalterada.
Se entendió así que el riesgo de apresurar una baja de tasa sería acelerar la inflación y despertar los dólares financieros al volver menos atractivos los instrumentos en pesos. Vale recordar que el actual “equilibrio” cambiario se sostiene en la alta tasa nominal en pesos.
En este contexto, e incluso si se suman otras noticias recientes -como el anuncio de recompra de la deuda, con una primera fase de USD 1.000 millones-, la pregunta de muchos operadores sigue siendo si los dólares financieros están “caros o baratos”.
En ese sentido, la respuesta necesita un abordaje integral, el cual debe incluir tanto la coyuntura, como una visión de largo plazo. Y quizás en esta mirada, debe también entrar en juego el camino a las elecciones. La experiencia histórica registra apreciaciones reales en los meses previos a la elección, pero una fuerte presión dolarizadora sobre la víspera inmediata de los comicios.
En conclusión, a modo de semáforo macro, se destaca en verde (sin dudas) el cumplimiento de las metas del FMI en 2022 (fiscal, monetaria y reservas) y la prudencia del BCRA en cuanto a las decisiones de tasas. En rojo, en tanto, la sequía y las dudas sobre la liquidación del agro. En conjunto, el resultado neto es de expectativas de inflación desancladas y potenciales fuentes de emisión monetaria.
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