Un Gobierno de contención

El anuncio de recompra de deuda surge como un nuevo intento por contener la economía cuando la política no parece dispuesta a avanzar en cambios más allá de la superficie

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El ministro de Economía junto
El ministro de Economía junto al presidente Alberto Fernández

La conferencia de prensa se había anunciado algunas horas antes: había hermetismo en relación al contenido del anuncio y suspicacias por el horario previsto (apenas algunos momentos antes de que comience a operar el mercado). Todo indicaba que los anuncios iban a ser relevantes y de gran impacto para el mundo financiero. Todo resultó con mucho sabor a poco: esta semana el Ministro de Economía anunció la recompra de bonos por USD 1.000 millones.

Independientemente de la medida en sí –inteligente para algunos, a destiempo para otros e insignificante para el resto- lo cierto es que parecen estar agotándose las medidas de impacto real. Todo parece concluir en intentos por contener la economía, cuestión ésta que excede incluso al propio ministro de Economía: la política no está dispuesta a hacer cambios más allá de lo superficial. Apenas faltan siete meses para las elecciones PASO y nadie está dispuesto a arriesgar absolutamente nada más allá de lo estrictamente necesario para lograr sobrevivir hasta el acto electoral.

La inflación del 94,8% anual solo ha despertado la furia de algunos sindicalistas que creen que la fuerza hará que los precios se estabilicen, pero no ha generado aún los incentivos suficientes para que el gobierno evalúe reformas monetarias o fiscales profundas, más allá del mero recorte de gastos que solo han servido para intentar ajustar la realidad a las metas pautadas con el FMI.}

Independientemente de la medida en sí -inteligente para algunos, a destiempo para otros e insignificante para el resto- lo cierto es que parecen estar agotándose las medidas de impacto real.

El dólar parece estar descontrolado, o tal vez el comportamiento del mismo sea lo más razonable de toda la economía. Un dólar libre que más tarde o más temprano se mueve de acuerdo a la inflación: luego de mucho tiempo de paz cambiaria en los últimos 30 días el billete verde escaló cerca de $50. Todo aumenta y la inflación no da respiro a nada ni a nadie: al dólar tampoco. El dólar oficial ahí sigue si marcha en las pizarras, cotización esta que solo sirve para estafar al exportador y también como promesa al importador de poder adquirir un dólar subsidiado al que de por si es más difícil acceder: incluso el último anuncio de recompra de deuda por parte del Gobierno molestó a algunos sectores que entre seños fruncidos expresaban su malestar por no disponer de dólares para importar sus productos mientras el gobierno ahora dispone de estos para destinarlos a comprar bonos de deuda.

Uno de los grandes dilemas de la economía argentina es el destino último de los pasivos remunerados del BCRA. El organismo monetario se ha transformado en una máquina de emisión monetaria –o al menos de promesa de emisión futura- de la que pocos en el Gobierno hablan. Este juego perverso de esterilizar pesos para intentar contener el impacto en precios implican un aumento en los pasivos de la entidad en torno a los $25.000 millones diarios –causados en gran parte por los intereses de las Leliqs y los Pases-, pesos estos que más temprano que tarde terminarán impactando en los niveles de inflación. Sin embargo, a nadie parece preocuparle demasiado.

Uno de los grandes dilemas de la economía argentina es el destino último de los pasivos remunerados del BCRA. El organismo monetario se ha transformado en una máquina de emisión monetaria.

Todo parece indicar que la cantidad de pobres en el segundo semestre de 2022 se ha incrementado, duda ésta que despejaremos en el marzo cuando el INDEC difunda su informe semestral de pobreza. Lo cierto es que con más de 19 millones de pobres y 4 millones de indigentes la discusión apenas transcurre por la irregularidad de 155.000 planes sociales, a los cuales ni siquiera se les ha retirado el beneficio sino que apenas se les abona la mitad de lo que corresponde hasta que regularicen la situación. La educación y el empleo (nivel educativo en su peor momento y un nivel de inversión privada escasa) parecen no ser parte de la agenda, a pesar de ser los pilares fundamentales del crecimiento, de la mejora en la calidad de vida y de la disminución de los índices de pobreza. Nada de esto parece resultarle relevante al oficialismo.

Todo parece indicar que la batalla contra la inflación, la reducción de la pobreza y los problemas macroeconómicos seguirá basada en medidas de contención para una Argentina que está absolutamente fuera de control. En algún momento, la realidad no podrá ser contenida y las reformas estructurales ya no serán una necesidad, sino más bien una obligación necesaria para poder seguir adelante.

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