¿La política exterior es la causa o el resultado del desarrollo y engrandecimiento del país? Yo creo que ambas cosas se explican, apoyan y suponen mutuamente.
¿Puede un país naciente y desierto casi tener una política exterior? A esto podría responderse con esta pregunta: ¿Puede un país naciente tener otra política que la exterior?
Juan Bautista Alberdi, Escritos póstumos, tomo III.
Vivimos en el asombro. Ya no hay mas ideas de largo plazo, ni pensamiento estratégico, ni imaginación. Solo una letanía de palabras.
Es así que a comienzo de cada año buscamos identificar los diez eventos más importantes -cual mandamientos- buscando refugio en lo conocido, en lo que hemos experimentado. Tenemos una tendencia natural a comparar la situación actual con la que hemos conocido y ha hecho historia. Pero la historia no tiene retorno porque los contextos son siempre diferentes, y los eventos modernos cada vez más complejos.
En este año 2023, año de elecciones y de necesidad de un cambio de gobierno, es esencial auscultar correctamente el horizonte global, de forma de poder diseñar una gran estrategia de política exterior que, siguiendo el primer postulado alberdiano, este al servicio del imprescindible desarrollo de la Republica.
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La Republica Argentina no puede seguir siendo un simple espectador de los acontecimientos mundiales; debemos involucrarnos activamente en la gobernanza global de este siglo XXI través de una política exterior multidireccional, desideologizada y en función del centro de gravedad del futuro de nuestro país: su desarrollo y progreso.
Fatalismo de la guerra: los análisis ahora parecen estar todos polarizados por lógicas de confrontaciones estratégicas, confrontaciones militares, así como por acelerada reactivación del armamentismo. Sin desconocer ni minimizar la tragedia de las consecuencias de la invasión del gobierno de Putin a Ucrania, ni las decenas de otros conflictos que se desparraman en nuestro mundo, debemos evitar la deriva hacia la militarización del tratamiento de crisis.
Diseño y construcción de una gobernanza global, basada en un análisis y reflexión sobre la paz, entendida como una ecuación basada en relaciones de fuerzas políticas, económicas, sociales, así como en mecanismos de reaseguros y procedimientos de regulación, basados en el Derecho Internacional y en los Propósitos y Principios de la Carta de la ONU.
Es así que el nuevo gobierno que asuma a partir del 10 de diciembre próximo, siguiendo el segundo postulado alberdiano, deberá utilizar la política exterior y su principal instrumento, la diplomacia, de manera seria y responsable.
En los últimos 30 años se han multiplicado los grupos formales e informales, a veces permanentes a veces efímeros, a veces estatales, a veces no-estatales: G-20, G-7, OMC, BRICS, Mikta, GAFAM… y en nuestra región MERCOSUR, UNASUR, CELAC, Comunidad del Pacifico...
Desafío mayor para la diplomacia que debe involucrarse más y más en regulaciones cada vez más densas y abordar temas cada vez más diversos y complejos que exigen idoneidad profesional y experiencia acumulada. Las crisis y las oportunidades conviven en capas superpuestas de cuestiones financieras, bancarias, climáticas, comerciales, pobreza, hambre, desigualdades, nuevas tecnologías e IA, conflictos bélicos… al tiempo que debemos resguardar la democracia y los derechos humanos universales.
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Habrá que saber elegir bien las prioridades de política exterior- en función del centro de gravedad desarrollo- y volver a ser un stakeholder del sistema global, tanto en el plano de los tangibles como de los intangibles.
Para esto último, lo que Fernando Straface, Secretario General y de Relaciones Internacionales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, denomina inteligentemente el shock de confianza, es fundamental tener presente lo que Konrad Adenauer llamaba el momento psicológico. No se puede exigir y esperar confianza desde el principio. No podemos ni debemos suponer que con los demás se ha producido de repente un cambio total de humor. La confianza solo se puede recuperar lentamente, poco a poco.
El gobierno que asuma el próximo 10 de diciembre, siguiendo ambos postulados alberdianos, deberá involucrarse activa y seriamente en los asuntos regionales y globales:
- Cuestiones climáticas, el único desafío existencial para nuestra humanidad.
- Defensa de la Democracia y de los Derechos Humanos Universales.
- Abordar las nuevas dimensiones de la seguridad de este siglo XXI: de la seguridad nacional territorial, a la seguridad global. En un mundo globalizado e interdependiente por la conectividad, el concepto trasciende la clásica dimensión militar, para alcanzar áreas globales: alimentos, energía, clima, se convierten en nuestra época en amenazas y desafíos a la paz y seguridad internacionales.
- Fomentar una moderna integración regional- principalmente a través de MERCOSUR- con el claro objetivo que ello tenga un directo y positivo impacto en el desarrollo y del país, y la mejoría del nivel y calidad de vida de nuestros compatriotas.
Buscar asimismo un sistema institucional interamericano mas efectivo y moderno. El andamiaje institucional no puede estar al servicio de ideologías coyunturales; en cambio debemos aspirar a tener instituciones regionales al servicio del desarrollo y progreso de nuestros pueblos, y no al de los gobernantes de turno.
- Una política exterior multidireccional, sin condicionamientos ideológicos, pero también sin temor a asumir la defensa de los valores e intereses fundacionales de la Republica: democracia, DDHH, estado de derecho, libertad, igualdad… Dialogo y cooperación.
- Un compromiso con el diseño de un sistema de gobernanza global multilateral, que no se centre en la lógica de la competencia y rivalidad de poder, sino en los 17 Objetivos de Desarrollo Sustentable. Necesario escenario global para el desarrollo y progreso de nuestro país.
- Partenariatos con países afines para fortalecer el multilateralismo y la gobernanza global, sobre ejes de valores e intereses globales.
A todo ello se agrega un liderazgo presidencial por adición, basado en el dialogo y en la búsqueda de compromisos que hagan un aporte positivo al bienestar de nuestra población.
Esta búsqueda de consensos, lejos de reflejar una eventual debilidad, constituye la esencia de la vida internacional, ya que es lo único que permite una convivencia pacifica y civilizada entre los diversos.
Asimismo, consenso tampoco implica tranzar en valores fundamentales, sino buscar formas de acomodamiento y, en su defecto, buscar esquemas de gerenciamiento de las diferencias.
No siempre es posible encontrar una solución definitiva. La política exterior no puede estar fundamentada en un combate maniqueo entre el bien y el mal. Es en cambio una evaluación lucida y realista de las realidades globales- principal limitante- y una apreciación certera y racional de nuestros intereses: el centro de gravedad.
En conclusión, bajo un liderazgo institucional de adición, hagamos que, a partir del 10 de diciembre próximo, la diplomacia sea el sendero más transitado.
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