Hace 3 años un joven de 18 años era asesinado, con un nivel de violencia que causaba horror, por jóvenes de su misma edad. Hace 3 años nos preguntábamos qué podía haber pasado por la cabeza de esos adolescentes para actuar como actuaron.
Hoy, 3 años después, mientras se desarrolla el juicio por el crimen de Fernando Báez Sosa, cada testimonio nos hace recordar la agresividad con la que se movían esos jóvenes. Peritos convocados por la justicia declararon que nunca vieron algo semejante, hicieron referencia a que había una visible saña sobre el cuerpo de Fernando. Día a día seguimos horrorizándonos por lo que sufrió. Lo que pasó esa noche nos interpela como sociedad.
¿Qué podemos hacer para que los jóvenes tengan una nocturnidad segura? ¿Cómo se puede garantizar tranquilidad a los padres cuando sus hijos salen de noche? ¿Cómo puede protegerse a los que salen para divertirse y son víctimas de violentos que se divierten buscando pelea? Hay algunos aspectos para analizar.
En relación a la seguridad en los boliches, analizar qué mecanismos para resolver conflictos pueden implementarse en los lugares bailables, según las características del lugar. Además, cómo actuar de manera más coordinada con las fuerzas de seguridad. En circunstancias donde haya riesgo para la seguridad de las personas, hay obligación de requerir la presencia de las autoridades competentes. ¿Pero hay certeza de que habrá seguridad en las inmediaciones del boliche cuando los grupos que se enfrentan adentro estén afuera? ¿Cómo son los canales de comunicación en este sentido? ¿Antes de expulsar a los chicos a la calle se tiene información de que hay personal policial que pueda quedarse en la zona un tiempo prolongado para disuadir o contener cualquier pelea? Se trata de prevenir conflictos, no de sacarse el problema de encima. Creo que se debe seguir trabajando para garantizar a los jóvenes que quieren divertirse el derecho a una nocturnidad segura.
El Estado debe establecer canales de comunicación más efectivos con los locales bailables, garantizando presencia policial cerca de los boliches, controlando de forma más efectiva. Debe trabajarse firmemente en políticas de no violencia, para proteger la integridad de los jóvenes. Avanzar en la planificación urbana nocturna, estableciendo responsabilidades, derechos y obligaciones para Estado, empresarios y jóvenes, con entornos seguros. Para ello, debe escucharse el aporte de todas las partes intervinientes, para construir las formas más seguras de vivir la noche, según las particularidades de cada distrito.
Mientras se desarrolla el juicio por el crimen de Fernando, escuchamos que la diversión de los jóvenes que terminaron con su vida era salir a la noche a buscar pelea. Que provocaban empujando, con un toque en la cabeza o derramando bebida. Se mencionó que, para ellos, era una práctica común y que eran chicos violentos.
Todos eran jugadores de rugby, su preparación física y el uso de la fuerza era distinto al de la víctima. La vida no puede jugarse como un partido de rugby, donde la fuerza física se impone para marcar un tanto. El rol de los clubes en la formación en valores es clave. Deben educar a los jóvenes para que puedan resolver de forma pacífica los conflictos y rechazar cualquier forma de violencia. Es necesario avanzar en este sentido. Los clubes, como las escuelas, son ámbitos de socialización donde los chicos aprenden, comparten experiencias y construyen vínculos. Además de enseñarles sobre el deporte que eligen, es necesario que los clubes acompañen el desarrollo de los chicos poniendo foco en el respeto por el otro. Esto es fundamental para su vida en sociedad. Así como muchas instituciones desarrollan clínicas de entrenamiento, de la misma forma, sería sumamente importante que pudieran realizar actividades con el foco puesto en la resolución pacífica de conflictos. Podrían aportar a todos los que integran esa comunidad recursos para manejar los problemas de manera creativa, constructiva y no violenta. El deporte que quieren practicar es importante, tanto como aprender que la violencia nunca está bien y no se la puede justificar.
Sin lugar a dudas, el rol de las familias es fundamental. Es el primer agente de socialización, donde se asientan las bases de su formación como individuos capaces de llevar una vida en sociedad. La interacción entre familia, escuela, club, comunidad es central en la construcción de los jóvenes como seres sociales. Seres que se desarrollen en el respeto al otro, la no discriminación, el rechazo a la violencia, que abracen el valor del respeto a la diversidad como un principio ético fundamental.
Cada familia destruida por la violencia nos provoca un dolor inmenso. Escuchamos a muchos padres expresando su deseo de que lo que vivieron sus hijos no le pase a ninguno más. Para que eso suceda, todos debemos comprometernos, involucrarnos para construir una sociedad sin violencia. Comprometernos en el respeto al otro, en la solución de los conflictos a través del diálogo. Comprometernos interviniendo o pidiendo ayuda, cuando vemos hechos de agresión. Comprometernos erradicando todo tipo de violencia en cada una de nuestras acciones. Para que casos como estos no vuelvan a suceder, debemos elegir ayudar, involucrarnos, no mirar para otro lado.
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