El ejemplo de Giovanni Falcone, el juez que acorraló a la mafia siciliana

Tras la detención de Matteo Messina Denaro, luego de permanecer prófugo 30 años, vale recordar el trabajo incansable que el magistrado llevó a cabo hasta su asesinato en 1992

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Los jueces anti mafia Giovanni Falcone (izquierda) y Paolo Borsellino. Ambos murieron en atentados mafiosos en 1992
Los jueces anti mafia Giovanni Falcone (izquierda) y Paolo Borsellino. Ambos murieron en atentados mafiosos en 1992

Finalmente, se hizo justicia. Después de estar prófugo durante treinta años, fue arrestado Matteo Messina Denaro, capo mafioso responsable, entre otros crímenes, de los asesinatos de los magistrados Giovanni Falcone y Paolo Borsellino.

Tuve el honor de conocer al juez Giovanni Falcone en un seminario, sobre prevención de la drogadicción y lucha contra el narcotráfico, que se desarrolló en la Universidad de Bolonia, y del que participé junto con el entonces vicepresidente de la Nación, Eduardo Duhalde. Debo recordar que en el año 1994 el Dr. Duhalde, por entonces gobernador de la Provincia de Buenos Aires, instituyó el Premio Giovanni Falcone (Decreto 3999/94) para reconocer a aquellas personas que se hubieran destacado por su actividad en la prevención de la drogadicción o en la lucha contra el narcotráfico.

Después de terminada su exposición fuimos a almorzar a un restaurante lindísimo, muy agradable. Nos sentamos en una mesa en la vereda, rodeados de macetones con flores. Esto fue en mayo de 1991. Era un día espléndido de primavera. Recuerdo sus bromas sobre las distintas medidas de seguridad que habían alterado totalmente su rutina, pero que tenía que tomar para proteger su vida, amenazada por los mafiosos después de las condenas del llamado macrojuicio de 1987. Los cambios de horarios, de trayectos para no repetirlos, vivir con custodia permanente, eran moneda corriente en su vida diaria.

Podemos decir que hubo un antes y un después de Falcone en la lucha contra la mafia. A partir de su labor se terminaron mitos y se conoció la realidad de la Cosa Nostra. La concepción del honor o el código de caballerosidad de la mafia, fueron confrontados con la realidad de la traición, la brutalidad, el asesinato, incluso de mujeres y niños cuando se trataba de advertir a desertores. Desnudó a la mafia como un Estado dentro del Estado que aspiraba a controlar un territorio y ejercer el poder sobre sus habitantes, desde el cobro de impuestos a través de la extorsión, hasta el uso de la fuerza. Se propuso ponerle fin a esa visión justificatoria de que siglos de invasiones habían hecho desconfiar a los sicilianos del Estado, porque era instrumento de los extranjeros y que por lo tanto debían resolver sus disputas exclusivamente entre ellos.

El otro mito que quiso terminar fue el de la impunidad. En palabras de Falcone (en Cosas de la Cosa Nostra): terminar con el aura de impunidad e invencibilidad de la mafia. Estaba convencido de que uno de los efectos más nocivos, devastadores de la acción de la mafia no eran ni la acumulación de poder y de dinero, el soborno o la manipulación de las instituciones, sino la siembra de sospecha sobre toda la sociedad en la que se desenvuelve. Esa era la peor cara de la impunidad. Si no hay culpables todos pueden serlo. No hay distinción entre justos y pecadores.

Sostenía, y lo cumplió en los hechos, que combatir a la mafia es una misión de largo plazo. Se requiere mucho esfuerzo para reunir pruebas, hacer pericias, obtener testimonios. Que no hay soluciones rápidas o mágicas. Que se consiguen resultados con un compromiso férreo, constante, sostenido y diario.

Otro aspecto importante de su labor como juez fue el énfasis puesto en investigar los movimientos patrimoniales de la mafia. Falcone decía: “Se puede hacer desaparecer el cadáver de un hombre, basta sumergirlo en ácido para que desaparezca. Y sin el cuerpo del delito no hay delito. El dinero, en cambio, siempre deja una huella…”. Y así se investigó la ruta del dinero. Se determinó que el dinero con que se hacían edificios en Palermo provenía del tráfico de heroína y se culminó con el llamado maxiproceso.

Una pregunta que muchos se han hecho viendo su actuación es si se trataba de un hombre fuera de lo común, extraordinario, una suerte de Robin Hood. En sus propias palabras, no. Decía: “Soy simplemente un servidor del Estado”. Era un hombre común y, al igual que el juez Paolo Borsellino, nacido y criado en Palermo. Pero que enfrentado a situaciones complicadas, exigentes, de peligro, actuó por encima de lo que habría hecho el ciudadano común promedio.

Es cierto que tuvo apoyos de sectores políticos, de estudiantes, de la Iglesia. Pero que también recibió muchas críticas, desde que el juicio era demasiado abarcador o que los testimonios de los arrepentidos no eran confiables, hasta acusaciones de vedettismo. Un escritor de conocidas posturas antimafia sostuvo que el macrojuicio “amenazaba pisotear las libertades civiles, como lo había hecho el fascismo”. Incluso había gente que protestaba por los inconvenientes que provocaba en el tránsito el desplazamiento del juez con su custodia. Pero quizás lo más impactante era la aparente neutralidad de la mayoría de los sicilianos en el enfrentamiento del Estado contra la mafia.

A decir verdad, el pueblo siciliano no desentonaba con los pueblos de otras latitudes.

El General Perón, conocedor como pocos de la naturaleza humana, decía que los pueblos están formados por hombres y mujeres con virtudes y defectos y no están formados por santos o héroes. Normalmente los pueblos están integrados por un 10% de idealistas y por un 90% de materialistas. Y que en los hombres pasa un fenómeno similar al que se manifiesta en el perro y el gato. El perro es un idealista, con poco instinto de conservación y de reacciones instintivas. Si le dan una patada se tira sobre el agresor y hay que matarlo para sacárselo de encima. El gato por el contrario es un materialista con gran instinto de conservación, si se lo golpea escapará y sólo si está acorralado puede resultar peligroso pegarle. En los pueblos hay pocos perros y muchos gatos.

Sin duda Falcone formaba parte de la porción de idealistas. Su asesinato y la ola de violencia mafiosa acorralaron al pueblo siciliano, que salió masivamente a expresar su repudio.

El Poder Judicial es el más débil de los poderes del Estado porque no tiene, al decir de Hamilton, ni la bolsa ni la espada (ni dinero ni armas). Su poder se funda en el respeto de los otros poderes y en el prestigio que tenga en la sociedad. Prestigio que se construye con la Justicia de sus decisiones. El juez Giovanni Falcone supo construir ese prestigio con la acción cotidiana. Por su ejemplaridad merece ser recordado.

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