¿Con que objetivo a largo plazo educamos día a día? ¿Estamos planificando una sociedad, de aquí a 20 años, para que la escuela les sea útil a las futuras generaciones?
Desde hace más de treinta años, los docentes venimos estudiando que el cambio será posible en tanto desarrollemos el pensamiento crítico y la creatividad en los estudiantes o cuando implementemos metodologías como resolución de problemas, con tareas colaborativas grupales y con evaluaciones que abarquen procesos más que resultados. Sin embargo, no ha habido un cambio radical en la enseñanza en las escuelas. En general, seguimos enseñando con clases magistrales, exponiendo hechos y datos, parados en el frente, o explicando a estudiantes que escuchan y replican sin comprender demasiado. Un claro ejemplo de ello es el documental “Un universo personal”, en el que se indaga a algunos estudiantes egresados de Harvard con preguntas simples de astronomía. El resultado es que 21 de 23 alumnos tenían preconceptos acerca de las fases de la luna o de las estaciones del año. Por ejemplo, una de las respuestas es que una luna menguante se daba por la interposición de las nubes en el cielo. Otra respuesta fue que en verano la tierra se acerca al sol o en invierno se aleja, en vez de plantear que tanto el verano como el invierno se producen por la inclinación del eje de la Tierra.
Acostumbrados los estudiantes a repetir sin tantos razonamientos y a rendir para aprobar, se hace necesario replantear qué, a quién, cómo y para qué enseñamos.
La escuela secundaria de estos días responde a referencias culturales y científicas de otra época, propias del positivismo del S XIX, con materias fragmentadas que responden a un modelo napoleónico de enseñanza por disciplinas, con una mirada de antaño: formar trabajadores disciplinados y sumisos que estarán 20 años o más en una fábrica. Sin embargo, hoy por hoy, necesitamos plantear otra educación, que responda a un futuro incierto en un mundo complejo, que incluya a todos los grupos sociales y que se amigue con la incorporación de la tecnología, que plantee una organización escolar diferente y un escenario áulico que responda al paradigma de la complejidad.
Algunos ejemplos en el mundo
En Barcelona, la escuela jesuita llamada Horizonte 2020 plantea la enseñanza por proyectos (ABP: proceso de indagación para desarrollar conocimientos y habilidades, donde se aborda una problemática o se plantea el desarrollo de un producto). En esa escuela, hay 3 docentes en un aula, con 60 chicos en cada una, y trabajan con problemas de la vida real abordado desde distintas disciplinas. En ese marco, el contenido curricular cobra sentido con desafíos genuinos.
Por otro lado, Suecia cuenta con las escuelas Vittra, donde no hay aulas, sino que enseñan en espacios abiertos, con una plaza central. Los estudiantes se agrupan en equipos por edades: 6-9 años, 10-12 años y 13- 16 años, y cada uno de los grupos ocupa una parte del edificio. Abordan la metodología de resolución de problemas para incentivar la autonomía de los estudiantes.
En Perú, las Innova Schools forman docentes no sólo planificando los contenidos a enseñar, sino también haciendo hincapié en la creación de ambientes de aprendizaje, la mejora de las metodologías y el desarrollo de los alumnos como personas. En cuanto a la capacitación de directivos, toman el modelo de Canadá basado en gestión de liderazgos.
Singapur, otro ejemplo, fundamenta su modelo de sistema educativo en enseñar menos y que los alumnos aprendan más. A su vez, trabajan fuertemente la comprensión lectora para explorar y descubrir en vez de memorizar y repetir.
La crítica que se le podría hacer a algunos de estos proyectos o nuevos modelos de escuela es que son de enseñanza privada y dejan afuera a los sectores más vulnerados. Sin embargo, en Argentina, UNICEF está llevando a cabo el Proyecto PlaNea - Nueva escuela para adolescentes-, el cual se está llevando a cabo en algunas provincias como Tucumán, Chaco y algunas escuelas de Santa Fe. La jornada es de 5 horas reloj y en el último año 7 horas por día. El trabajo docente está organizado por cargos, en vez de horas cátedra para superar el problema de los profesores taxi (trabajan pocas horas en muchas escuelas) y, además, se le suman aulas virtuales y otras formas de apoyo a los estudiantes. Hay asesores de salud adolescentes y consejeros estudiantiles. También trabajan con el aprendizaje basado en proyectos. En este tipo de estrategia, el alumno es el centro, su motivación es esencial e intentan desarrollar un sujeto crítico, autónomo, creativo y comunicativo.
En Argentina, se llevó a cabo el Proyecto 13, implementado en escuelas nacionales hasta la década del 90, hasta que fueron transferidas de Nación a las provincias. En ese marco, los docentes agrupaban sus horas por cargos en una escuela y la organización escolar estaba pensada en la eficiencia pedagógica, allí el preceptor era un auxiliar docente y el vicedirector, por ejemplo, contaba con 12 horas más en contraturno para planificar la innovación.
Cambiar las prácticas instaladas, las formas de entender y producir la tarea del docente es un gran desafío. Más allá de plantear nuevos formatos de cursados, como talleres o seminarios, entre otros, se necesita un profesor convencido de educar a sus estudiantes en ciertas habilidades cognitivas para que cada uno de ellos pueda aprender a resolver situaciones cotidianas y en un futuro mediato, que pueda explicar, aplicar, ejemplificar, hipotetizar, definir, escuchar otros puntos de vista, debatir, describir, argumentar, extrapolar, codificar o decodificar, entre otras.
El aprendizaje ubicuo -se aprende en cualquier tiempo y en cualquier lugar- es un aprendizaje autodirigido que debe ser enseñado a los estudiantes. Una vez que tengamos claro qué sociedad queremos construir y qué sujetos y para que tiempos, podremos buscar distintas estrategias. La clase invertida, la gamificación, la simulación, el aprendizaje basado en proyectos, el uso de plataformas adaptativas con inteligencia artificial, donde se detecta hasta donde aprendió un alumno y la misma plataforma lo acompaña con desafíos, serán útiles en tanto horizontalicemos más la enseñanza y el aprendizaje y demos lugar a que los sujetos que están en el aula puedan plantearse sus propios desafíos.
Bienvenida serán las nuevas escuelas, con nuevos mobiliarios, siempre y cuando haya capacitación docente en las disciplinas, en las didácticas de las disciplinas y abordando las problemáticas reales de las adolescencias. De lo contrario, haremos como si… Y la escuela sarmientina (muy útil en otro tiempo y para otra sociedad) será la que marque el inicio y el fin de la escuela argentina.
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