Como Macri en 2011, Massa debe decidir si juega este año o espera

El ministro de Economía se lanza a ocupar el centro de la escena. Pero afirma que “el 2023 no es su tiempo”. Hace doce años, Macri decidió aplazar su apuesta y llegó a presidente en 2015

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Una candidatura consolidada de Massa en el oficialismo les recortaría margen de crecimiento.
Una candidatura consolidada de Massa en el oficialismo les recortaría margen de crecimiento.

Es domingo por la tarde, pero la consulta igual vale la pena.

- Hoy aparecen varias columnas de opinión que te mencionan y reportajes que te hicieron en distintos medios. ¿Es un lanzamiento electoral?

- No…, yo hablo solo de economía y aviso que el 2023 no es mi tiempo.

La respuesta breve pertenece al ministro de Economía y es toda una definición sobre su estilo político. Sergio Massa aparece en el fin de semana como el protagonista de la política argentina. Mucho más que el presidente Alberto Fernández, quien atosiga a sus amigos con anécdotas fantasiosas sobre su reelección. Y mucho más que Cristina Kirchner, a quien la condena judicial a prisión por fraude al Estado en la causa Vialidad, ha sumido en un letargo obligado. Massa aprovecha y asoma el periscopio.

Y lo hace a su manera. Responde muchas preguntas sobre economía que le hace el periodista Facundo Chávez para Infobae, y responde también sobre la misma cuestión para una extensa entrevista que le hace Horacio Verbitsky para su website el Cohete a la Luna. Fiel al estilo Massa, surfea todos los temas económicos y busca (y a veces encuentra) respuestas que puedan satisfacer a las diferentes audiencias. Sus amigos hablan de equilibrio discursivo. Sus enemigos, simplemente, de humo.

En esa cabalgata mediática, Massa da explicaciones sobre la altísima inflación de la Argentina (94,8% en 2022), subestima el exorbitante valor que el dólar blue alcanzó el último viernes (369 pesos) y ensaya argumentos dialécticos para justificar la participación amenazante de activistas camioneros en el control de precios. Nada dice del líder de esos aprietes barrabravas, Oscar Borda, quien encabezó los métodos extorsivos contra la empresa de logística nacida en Argentina, Mercado Libre (hoy radicada en Uruguay), y a quien la Justicia investiga por ataques violentos contra empleados de la pyme de Avellaneda Milo.

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Uno de los principales consultores y encuestadores de la Argentina cree que el rally mediático del fin de semana es lisa y llanamente un lanzamiento electoral para la elección presidencial. No cree, como asegura Massa, que se trate de un ensayo de posicionamiento para entrenarse con vistas a los lejanos 2025 y 2027. “Es el único candidato que tiene el peronismo y el único que tiene Cristina: el gran problema de Massa es la economía en llamas, pero si apaga el incendio un poquito…”, especula el hombre de las estadísticas que, además, conoce desde adentro las entrañas enfermas del peronismo.

Alberto Fernández atosiga a sus amigos con anécdotas fantasiosas sobre su reelección
Alberto Fernández atosiga a sus amigos con anécdotas fantasiosas sobre su reelección

“Massa representa el regreso de un peronismo de mercado”, señala el consultor, sin decir que el último peronista de buena relación con los mercados fue Carlos Menem. Resulta extraño para un peronista de mercado tener como aliado a Pablo Moyano, y estar pendiente de los bloqueos a las empresas o usar la extorsión como método preferido, pero esa es la ambivalencia en la que el ministro de Economía se siente tan cómodo.

En la entrevista con el Cohete, Verbitsky le pregunta a Massa si le preocupan los elogios de Paolo Rocca (el CEO de Grupo Techint), o los del supermercadista Federico Braun. El ministro responde que no tiene problemas con que lo elogien los empresarios si respetan su modo de pensar. Evidentemente, las preocupaciones del kirchnerismo ya no pasan mucho más de allí. “Massa ha ganado en aplomo; es un hábil declarante”, se endulza el texto en la introducción. En La Cámpora solo se escuchan elogios para Massa. Todo tiene que ver con todo, diría Cristina.

Es que los herederos de Cristina no remontan en las encuestas y, en cambio, tienen la imagen negativa cada vez más alta. Es el caso de Axel Kicillof, del ministro Wado De Pedro y, sobre todo, de Máximo Kirchner. La única opción parece ser la de mantener el refugio económico de la Provincia. Allí hay que buscar el origen de este sorprendente entusiasmo kirchnerista por Massa. Claro que el ministro sabe que debe mantenerse alejado de la Vicepresidenta si quiere tener alguna chance de victoria.

Por eso, prefiere restringir sus contactos con el kirchnerismo a la figura de Kicillof. El sábado se reunieron en Mar del Plata y se dejaron ver en una foto cuidadosamente preparada. Un colaborador del ministro lo describe con palabras descarnadas. “Axel es kirchnerista, pero no es corrupto. Bah, hasta ahora nunca le encontraron nada y Sergio prefiere mostrarse con él antes que con otros”, explica el funcionario. Para incluirlo en “El Príncipe”, Maquiavelo le habría pedido un poco más de esfuerzo.

A Massa le va a ser mucho más difícil explicar la distancia que lo aleja supuestamente de Cristina cuando llegue a la Comisión de Juicio Político del Congreso la ofensiva kirchnerista contra los jueces de la Corte Suprema. El Frente de Todos necesita 16 de los 31 votos para avanzar con el proyecto y montar el espectáculo de las acusaciones durante el mes de febrero. Saben que no cuentan con el número para poder destituirlos, pero la idea es ocupar los carnavales con los fuegos artificiales de la discusión.

Tres de esos dieciseis legisladores responden a Massa. Ramiro Gutiérrez, del Frente Renovador; la santafesina Vanesa Massetani y nada más, y nada menos, que Carolina Gaillard, quien es la presidenta de la Comisión de Juicio Político. Los tres han dicho que votarán a favor del show mientras el ministro les asegura a sus interlocutores económicos que el ataque a la Corte no va a concretarse nunca. ¿Le alcanzará con eso a Cristina?

El mayor activo de Massa para convertirse en candidato del peronismo es la ausencia de rivales competitivos. De hecho, solo hay dos dirigentes que manifiestan públicamente sus deseos de competir para las PASO presidenciales: el Jefe de Gabinete, Juan Manzur, quien dejará el Gobierno el mes próximo para ser candidato a vicegobernador de Tucumán en mayo. Si gana, el tucumano ya tiene decidido apostar a la lotería de la interna peronista. Ya ha mandado a pegar algunos carteles con la leyenda “Juan 23″, jugando con el recuerdo del “Papa bueno” que estuvo al frente del Vaticano entre 1958 y 1963.

El otro peronista al que le gustaría insistir con una elección presidencial es al embajador en Brasilia, Daniel Scioli. La semana pasada probó el contacto con los argentinos también en Mar del Plata, su ciudad preferida y en la que se animó a meterse al mar en la playa Bristol. Se llevó de premio una cuantas selfies que le pidieron, y editadas luego en un video que difundió en las redes. Pocos recuerdan que hace apenas siete años, Scioli quedó a 2,5% de ser presidente cuando lo derrotó Mauricio Macri.

Hay otra movida peronista mirando hacia la elección presidencial, pero que circula por fuera del Frente de Todos y alejada sobre todo de Cristina y el kirchnerismo. Es la que encabezan el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, y el ex gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey. Anunciaron que van a competir en las PASO, en un espacio por fuera del oficialismo.

A Massa le va a ser mucho más difícil explicar la distancia que lo aleja supuestamente de Cristina (NA)
A Massa le va a ser mucho más difícil explicar la distancia que lo aleja supuestamente de Cristina (NA)

Los acompaña el economista Diego Bossio y, hace un par de días, también recibieron el respaldo algo inesperado del gobernador de San Luis, Alberto Rodríguez Saá. Todos creen que se está abriendo un espacio post kirchnerista en el peronismo, y le apuntan a l 2023 como el año para comenzar a consolidar una alternativa. Preferirían que Cristina, o algún kirchnerista fuera el candidato para poder explotar la bandera anti grieta que levantan en las últimas semanas. Una candidatura consolidada de Massa en el oficialismo les recortaría margen de crecimiento.

Las apariciones de Javier Milei, a la derecha de Juntos por el Cambio, y del tándem Schiaretti-Urtubey por fuera del peronismo podrían representar un desafío para las dos coaliciones que gobiernan la Argentina desde hace siete años.

El cordobés y el salteño tienen diálogo fluido tanto con Macri, como con Horacio Rodríguez Larreta, los radicales y el mismo Massa. El caso de Milei es diferente: compite a cara de perro con los dirigentes de Cambiemos y mantiene una línea de contacto con el ministro de Economía. Massa está convencido de que el libertario puede sacarle más votos a la oposición que al oficialismo y trabaja con la expectativa de que una aceptable elección de Milei le permita al Frente de Todos llegar al ballotage. Cálculos que hace el hombre que jura no estar listo para competir en las elecciones presidenciales de octubre.

Hay una cuestión sobre la que Massa no tiene dudas. Les ha dicho a todos sus aliados que cree que Macri será el candidato opositor a presidente. Los libros, los viajes del ex presidente por el exterior y sus gestos políticos dentro del país, han convencido al ministro de que Macri terminará convirtiéndose en el desafiante del Gobierno para las elecciones. Una sensación que quizás responda más a un deseo personal que a una certeza.

Si resulta cierto, como lo afirma hoy, que Massa debe decidir si competirá por la candidatura presidencial este año, o si define esperar dos o cuatro años más para volver en condiciones más favorables, pasará por la misma instancia que atravesó Macri en 2011. En aquella ocasión, el ex presidente tuvo ofertas de varios dirigentes (y no solo del PRO) para que enfrentara mano a mano a Cristina en las elecciones. Fue una decisión muy complicada.

Le pidió una amplia encuesta nacional a su consultor preferido, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, para que los números lo ayudaran a tomar una decisión. “Cristina te va a ganar por paliza Mauricio; es una viuda que se sobrepuso a la muerte de su marido: no tenés ni la más mínima chance”, lo bombardeó el encuestador, con la sinceridad brutal que es su marca personal.

Macri lo pensó y rechazó la oferta. Cristina sacó el 54% de los votos y dejó muy lejos a todos sus adversarios. El prefirió ir por la reelección como Jefe de Gobierno porteño y esperar otros cuatro años para una nueva oportunidad. La espera valdría la pena. Llegaría a la Casa Rosada en diciembre de 2015. Siempre agradeció haber tomado aquella decisión tan complicada.

Massa cumplirá 51 años el 28 de abril y podría ser presidente este mismo año con esa edad. O serlo en 2027, cuando tenga 55. Si el problema es el tiempo, lo tiene de sobra porque es un hombre joven. Pero el dilema tiene que ver con el estado de situación calamitosa en el que Alberto Fernández y Cristina Kirchner están dejando el país, con Massa como socio principal.

Con los indicadores actuales, una candidatura presidencial de Massa y una eventual victoria en las elecciones con una inflación cercana al 100%, y una pobreza superior al 50%, sería un fenómeno de estudio para las futuras generaciones. Pero vivimos en un país extraño, adicto sin remedio a las experiencias fuertes, que no nos matan pero nos mantienen en agonía.

La Argentina, que este año cumplirá cuarenta de democracia recuperada, se ha transformado desde entonces en el laboratorio más extraordinario del fracaso económico. Y sigue buscando, sin encontrarlo, el camino perdido del desarrollo.

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