“El Espíritu guía al pueblo de Dios a la verdad (EG 119), está presente en la religiosidad popular (EG 126), nos moviliza para atender a los demás (EG 199), armoniza las diversidades (EG 230), produce frutos en el ecumenismo, fomentando un intercambio de dones del Espíritu entre las diversas Iglesias (EG 246), está presente en los ritos de los no cristianos y suscita en ellos sabiduría práctica (EG 254)”.
El Papa, en camino hacia el Congo y Sudán del Sur
Anticipadamente a su viaje postergado al Congo y Sudán por problemas con su rodilla, Francisco les envió un mensaje prometiéndoles esta visita. A la República Democrática del Congo (quienes viven) “en la explotación, la violencia y la inseguridad, sobre todo en el este del país, donde continúan los enfrentamientos armados que provocan innumerables y dramáticos sufrimientos, agravados por la indiferencia y la complacencia de tantos” -dijo- y a los sudaneses que viven “en Sudán del Sur en el grito de paz de su pueblo que, agotado por la violencia y la pobreza, espera hechos concretos del proceso de reconciliación nacional, al que quiero contribuir no solo, sino caminando ecuménicamente junto a dos queridos hermanos: el Arzobispo de Canterbury y el Moderador de la Asamblea General de la Iglesia de Escocia”.
Con “la llamada de Mateo” nos explica cuál es el sentido de la evangelización
Las enseñanzas de la acción evangelizadora consistente en llevar el anuncio de Cristo valen en todos los tiempos para la persona cuanto para los pueblos (cf Fratelli Tutti Nros. 75/76 y otros, estos últimos entendidos como sujetos colectivos EG Nro. 187, 190). “Los evangelizadores -dice Francisco en la Exh. apostólica Evangelii Gaudium- han de estar abiertos a la acción del Espíritu, el mismo Espíritu que en pentecostés infundió fuerza para anunciar la novedad del evangelio con audacia (EG 259). Hemos de invocar al Espíritu para que la acción evangelizadora no quede vacía y sin alma (EG 259), hemos de evangelizar no solo con espíritu, sino con el Espíritu Santo, el alma de la Iglesia evangelizadora, hemos de invocar al Espíritu para sacudir, renovar e impulsar a la Iglesia, en audaz salida evangelizadora, para evangelizar a todos los pueblos (EG 261)”.
El miércoles pasado, 11 de enero, Francisco, en la Audiencia Pública hizo una exégesis de una gran belleza referida a la acción evangelizadora de Jesucristo y su encuentro con un publicano, episodio que el Papa denominó emblemático por tratarse de un recaudador de impuestos; la vocación o llamada del apóstol Mateo (cfr. Mateo 9,9-13).”
Mateo recaudaba para Roma, era un traidor del pueblo judío
“Todo empieza por Jesús, el cual ‘ve’ ―dice el texto― un hombre. Pocos veían a Mateo tal y como era: lo conocían como aquel que estaba sentado en el despacho de impuestos (v. 9). De hecho, era un recaudador de impuestos: es decir, uno que recaudaba para el imperio romano que ocupaba Palestina. En otras palabras, era un colaboracionista, un traidor del pueblo. Podemos imaginar el desprecio que la gente sentía por él: era un ‘publicano’, así se llamaba.”
Jesús “no adjetiva”, busca siempre el “sustantivo”
“Pero, a los ojos de Jesús, Mateo es un hombre, con sus miserias y su grandeza. Estad atentos a esto: Jesús no se detiene en los adjetivos, Jesús busca siempre el sustantivo. ‘Este es un pecador, este es un tal para cual…' son adjetivos: Jesús va a la persona, al corazón, esta es una persona, este es un hombre, esta es una mujer, Jesús va a la sustancia, al sustantivo, nunca al adjetivo, olvida los adjetivos. Y mientras entre Mateo y su gente hay distancia ―porque ellos veían el adjetivo, “publicano” ―, Jesús se acerca a él, porque todo hombre es amado por Dios; “¿También este desgraciado?”. Sí, también este desgraciado, es más, Él ha venido por este desgraciado, lo dice el Evangelio.”
Jesús dice: ”Yo he venido por los pecadores, no por los justos”.
“Esta mirada de Jesús -dice Francisco -que es hermosa, que ve al otro, sea quien sea, como un destinatario de amor, es el inicio de la pasión evangelizadora. Todo parte de esta mirada, que aprendemos de Jesús”.
“Podemos preguntarnos: ¿cómo es nuestra mirada hacia los otros? ¡Cuántas veces vemos los defectos y no las necesidades; cuántas veces etiquetamos a las personas por lo que hacen o lo que piensan! También como cristianos nos decimos: ¿es de los nuestros o no es de los nuestros? Esta no es la mirada de Jesús: Él mira siempre a cada uno con misericordia, es más, con predilección. Y los cristianos están llamados a hacer como Cristo, mirando como Él especialmente a los llamados “alejados”. De hecho, el pasaje de la llamada de Mateo se concluye con Jesús que dice: «No he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (v. 13). Y si cada uno de nosotros se siente justo, Jesús está lejos, Él se acerca a nuestros límites y a nuestras miserias, para sanarnos.”
Jesús dijo “Sígueme” y Mateo dejó el “poder” y lo siguió
“…todo empieza por la mirada de Jesús, que ‘vio a un hombre’, Mateo. A esto le sigue ―segundo paso― un movimiento. Primero la mirada, Jesús vio, después el segundo paso, el movimiento. Mateo estaba sentado en el despacho de los impuestos; Jesús le dijo: «Sígueme». Y él «se levantó y le siguió» (v. 9). Notamos que el texto subraya que “se levantó”. ¿Por qué es tan importante este detalle? Porque en esa época quien estaba sentado tenía autoridad sobre los otros, que estaban de pie delante de él para escucharlo o, como en ese caso, para pagar el tributo. Quien estaba sentado, en resumen, tenía poder. Lo primero que hace Jesús es separar a Mateo del poder: del estar sentado recibiendo a los otros le pone en movimiento hacia los otros; no recibe, no: va a los otros; le hace dejar una posición de supremacía para ponerlo a la par con los hermanos y abrirle los horizontes del servicio. Esto hace y esto es fundamental para los cristianos: nosotros discípulos de Jesús, nosotros Iglesia, ¿estamos sentados esperando que la gente venga o sabemos levantarnos, ponernos en camino con los otros, buscar a los otros? No es cristiano decir: “Pero que vengan, yo estoy aquí, que vengan”. No, ve tú a buscarlos, da tú el primer paso.”
Empezar por los prójimos-próximos
“Una mirada ―Jesús vio―, un movimiento ―se levanta― y tercero, una meta. Después de haberse levantado y haber seguido a Jesús, ¿dónde irá Mateo? Podríamos imaginar que, cambiada la vida de ese hombre, el Maestro lo conduzca hacia nuevos encuentros, nuevas experiencias espirituales. No, o al menos no enseguida. En primer lugar, Jesús va a su casa; ahí Mateo le prepara «un gran banquete», en el que «había un gran número de publicanos» (Lc 5,29) es decir, gente como él. Mateo vuelve a su ambiente, pero vuelve cambiado y con Jesús. Su celo apostólico no empieza en un lugar nuevo, puro, un lugar ideal, lejano, sino ahí, empieza donde vive, con la gente que conoce. “Este es el mensaje para nosotros: no debemos esperar ser perfectos y tener hecho un largo camino detrás de Jesús para testimoniarlo; nuestro anuncio empieza hoy, ahí donde vivimos…”
Vamos a él o a ella sin el propósito de “con-vencer” sino de “atraer”
“Y no empieza tratando de convencer a los otros, convencer no: sino testimoniando cada día la belleza del Amor que nos ha mirado y nos ha levantado y será esta belleza, comunicar esta belleza la que convenza a la gente, no comunicarnos nosotros, sino al mismo Señor. Nosotros somos los que anuncian al Señor, no nos anunciamos a nosotros mismos, ni anunciamos un partido político, una ideología, no: anunciamos a Jesús. Es necesario poner en contacto a Jesús con la gente, sin convencerles, sino dejar que el Señor convenza. Como de hecho nos ha enseñado el Papa Benedicto, «la Iglesia no hace proselitismo. Crece mucho más por atracción» (Homilía en la misa inaugural de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Aparecida, 13 de mayo de 2007)… No comunicarse a sí mismo, sino con la mirada, con los gestos, comunicar a Jesús. Esta es la atracción, lo contrario del proselitismo”.
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