El vía crucis del cardenal George Pell: siendo inocente, pasó más de un año en prisión acusado de abuso sexual

El papa Francisco asistió este sábado al funeral del arzobispo australiano fallecido el 10 de enero. Algunos lo presentan póstumamente como un adversario de Bergoglio, pero éste agradeció el trabajo de su ex ministro de Finanzas y lo respaldó siempre ante el montaje judicial de que fue víctima

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El cardenal australiano George Pell (foto archivo: 7 de diciembre de 2020. REUTERS/Guglielmo Mangiapane)
El cardenal australiano George Pell (foto archivo: 7 de diciembre de 2020. REUTERS/Guglielmo Mangiapane)

La primera acusación contra el cardenal George Pell que, recordemos, era uno de los 8 integrantes del Consejo creado por el papa Francisco para ayudarlo a gobernar la Santa Sede y la Iglesia, fue por encubrimiento de hechos de pedofilia en su arquidiócesis, mientras era arzobispo de Melbourne, Australia. No fue suficiente para sacarlo del ruedo. Siguió una denuncia por un supuesto hecho de abuso ocurrido 20 años antes, en 1996.

En ese momento, junio de 2017, el cardenal George Pell era prefecto de la Secretaría para la Economía del Vaticano, y había emprendido una tarea de revisión de las finanzas de la Santa Sede por orden del Papa.

Después de un vía crucis de 3 años, durante los cuales fue juzgado dos veces -un primer juicio que lo exoneró fue anulado-, condenado a 6 años de prisión y encarcelado durante 400 días, el Tribunal Superior de Australia, con el voto unánime de sus 7 jueces, absolvió a George Pell y lo dejó en libertad, el 7 de abril de 2020.

El Cardenal regresó a Roma, donde falleció el 10 de enero pasado, a los 81 años, como consecuencia de complicaciones tras una operación de cadera. “He conocido con tristeza la noticia”, dijo el Papa, recordando con gratitud su “testimonio coherente y comprometido, su dedicación al Evangelio y a la Iglesia, y en particular su diligente cooperación con la Santa Sede en su reciente reforma económica, para la que sentó las bases con determinación y sabiduría”. Francisco también evocó el duro trance que tuvo que vivir Pell, al que describió como “fiel servidor, que siguió inquebrantablemente a su Señor con perseverancia incluso en la hora de la prueba”.

Funeral del cardenal George Pell: el papa Francisco asiste a la misa de cuerpo presente en la basílica de San Pedro en el Vaticano, 14 de enero de 2023 (Photo by Vincenzo PINTO / AFP)
Funeral del cardenal George Pell: el papa Francisco asiste a la misa de cuerpo presente en la basílica de San Pedro en el Vaticano, 14 de enero de 2023 (Photo by Vincenzo PINTO / AFP)

La “prueba” de la que habló Francisco empezó el 29 de junio de 2017, cuando la policía australiana acusó al cardenal George Pell de cometer abusos sexuales. El ex arzobispo de Melbourne y Sidney negó siempre rotundamente los cargos y afirmó con contundencia su inocencia. Bergoglio le dio una licencia para que fuese a Australia a defenderse. Durante el desarrollo del proceso, la Santa Sede manifestó su total respeto por las autoridades judiciales australianas, pero recordando siempre que el Cardenal Pell proclamaba su inocencia y tenía derecho a defenderse hasta la última instancia. Además, el Vaticano cumplió con los procedimientos definidos para estos casos y le prohibió el ejercicio público de su ministerio.

En una entrevista posterior, Pell dijo que, además de su fe, se sintió “muy animado al recibir mensajes de apoyo del papa Francisco y del papa Benedicto”, así como del cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano.

El Tribunal del Condado de Victoria, el estado australiano cuya capital es Melbourne, impuso una restricción informativa total a la prensa australiana: nada de lo que sucedía en el juicio podía ser informado. El resultado fue que los australianos solo conocían los titulares -obviamente indignantes: “abuso”, “pedofilia”, “menores”, etc.- asociados a la figura del Cardenal.

Bajo secreto, los fiscales anularon un primer juicio que resultó favorable a Pell -por 10 votos contra 2- y volvieron a juzgarlo hasta conseguir su condena, pero sin que hubiera ninguna información sobre los detalles de la acusación que, como se vio luego, eran de una pasmosa debilidad.

El 11 de diciembre de 2018, George Pell fue condenado a 6 años de prisión por abusos sexuales a dos monaguillos ocurridos cuando era arzobispo de Melbourne a finales de los años 90.

El cardenal australiano George Pell, durante su juicio (EFE/EPA/FABIO FRUSTACI)
El cardenal australiano George Pell, durante su juicio (EFE/EPA/FABIO FRUSTACI)

Ed Condon, periodista que escribía para la Catholic News Agency (CNA) de los Estados Unidos, y que podía eludir esa censura ya que sus notas no se publicaban en Australia, señaló que todos los asistentes al juicio a los que pudo consultar sostuvieron que los argumentos de la defensa del cardenal eran “incontestables” y que el tribunal sabía que había “condenado a un hombre inocente”.

El 26 de febrero de 2019, en el semanario británico The Spectator, la periodista irlandesa Melanie McDonagh reaccionó a la condena con un artículo titulado “Por qué me cuesta creer el veredicto sobre George Pell”, en el que relató en detalle los hechos atribuidos al cardenal para poner en evidencia el absurdo kafkiano del que éste había sido víctima. De acuerdo al denunciante, él y otro niño del coro de la catedral de Melbourne se escabulleron al final de la misa hacia la sacristía donde se pusieron a beber vino del altar. En ese momento, los sorprendió el Arzobispo que vejó a ambos niños y luego volvió a sus faenas. Según el expediente que transcribió McDonagh, “el denunciante dijo que la puerta de la sacristía estaba abierta de par en par y que los monaguillos pasaban por el pasillo” y que “él y el otro chico volvieron entonces al ensayo del coro”, que preparaba una grabación navideña.

La segunda presunta víctima había fallecido de sobredosis en el año 2014. No hubo testigos que corroboraran los hechos, ni que dieran siquiera credibilidad a la posibilidad de su ocurrencia. En cambio, la defensa de Pell logró demostrar que era “literalmente imposible” que el demandante hubiese sido abusado en esas circunstancias, presentando numerosos testimonios sobre el modo en que se desarrollaban las actividades en la catedral Saint Patrick, de Melbourne, la gran cantidad de personas presentes durante y después de la misa, el hecho de que Pell nunca estaba solo y que además tenía por costumbre saludar a los fieles en el atrio al concluir la ceremonia. Cincuenta personas en el coro, cientos en el oficio y una veintena de ayudantes... La sugerencia de que en ese marco el Cardenal habría atacado a dos chicos, resultaba inverosímil.

George Pell a la salida del tribunal de Melbourne, Australia, el 26 de julio de 2017 (REUTERS/Mark Dadswell)
George Pell a la salida del tribunal de Melbourne, Australia, el 26 de julio de 2017 (REUTERS/Mark Dadswell)

La condena se basó en el solo hecho de que el jurado decidió que el único denunciante era “creíble”.

El juicio a Pell tuvo lugar en tiempos en que la presunción de inocencia ha sido devaluada. En la ola del MeToo y de las revelaciones sobre encubrimientos de abusos a menores, el “yo te creo” (a toda víctima) se volvió ley, incluso en detrimento de las pruebas y del respeto a las garantías procesales. Una acusación del tenor de la que hizo contra el cardenal australiano equivalía -equivale aún en numerosos casos- a una condena hasta que, con mucha suerte y tiempo, el acusado logre demostrar su inocencia.

“Es un mal momento para el cardenal Pell -decía Melanie McDonagh en la nota citada-, ya que la cobertura de su caso se produce poco después de la conclusión de la cumbre vaticana sobre abusos a menores, que incluyó testimonios de víctimas de lo más desgarradores”. No sólo eso, en Australia se respiraba un clima de fuerte anticlericalismo, amplificado por los medios.

La elección de Jorge Bergoglio como Papa, el 13 de marzo de 2013, hizo correr vientos de renovación que sacaron por un tiempo el foco de la atención pública de las revelaciones sobre abusos en instituciones eclesiásticas. La denuncia contra George Pell, entre otras, volvió a ensombrecer la imagen de la Santa Sede: fue tal vez el más alto funcionario vaticano implicado en un caso de estas características y tan cercano al papa Francisco. La debilidad manifiesta de la acusación permite inferir que hubo malignidad en la decisión de llevar hasta las últimas consecuencias el caso contra Pell. Por motivos ajenos a la búsqueda de justicia.

El propio Cardenal lo entendió así: “Creo que fuerzas equivocadas y un celo muy ciego se encargaron, con el fin de atacar a la Iglesia católica -un poco como una turba enardecida-, de buscar un chivo expiatorio”. Como ejemplo, sostuvo que algunos decían “está bien, tal vez no sea culpable, pero la Iglesia se merece recibir una paliza”. Y concluyó: “Supongo que yo era el clásico chivo expiatorio”.

Durante muchos años, el cardenal George Pell fue la máxima autoridad de la Iglesia Católica en Australia. Aquí, presidiendo la misa de apertura de la Jornada Mundial de la Juventud en Sídney, Australia (15 de julio de 2008. REUTERS/Daniel Muñoz)
Durante muchos años, el cardenal George Pell fue la máxima autoridad de la Iglesia Católica en Australia. Aquí, presidiendo la misa de apertura de la Jornada Mundial de la Juventud en Sídney, Australia (15 de julio de 2008. REUTERS/Daniel Muñoz)

“Legalmente, fue un misterio que me condenaran -dijo también Pell, tras su excarcelación, en una entrevista con Edward Pentin, del National Catholic Register-. Un misterio aún mayor fue cuando perdí la (primera) apelación”. Pero se mostró comprensivo hacia el fiscal, que no tenía otro argumento que decir “que el testigo era creíble”. “Estaba bajo una enorme presión -dijo Pell-. Los grupos de víctimas le acosaban cuando salía del tribunal porque creían que no había hecho bien su trabajo”.

Sobre el clima en el cual se desarrollaba el juicio, Ed Condon señala que los medios de Victoria estaban “impregnados de cobertura anticatólica, anticlerical y especialmente anti-Pell”, y esto era así desde hacía “más de dos décadas”.

En su diario de prisión, que se publicó como libro, George Pell escribió: “No cabe duda de que mi conservadurismo social y mi postura a favor de la ética judeo cristiana ha suscitado la hostilidad del público, y más entre los secularistas militantes”.

Pell publicó su diario como testimonio, pero también esperando que contribuyera a evitar la persecución penal contra “personas que pertenecen a un grupo muy impopular, con un punto de vista políticamente incorrecto”. También encontraba un sentido a su sufrimiento: “Nadie quiere ser perseguido de ninguna manera, pero la oposición no necesariamente es mala para la Iglesia. De hecho, ha habido personas que me han escrito para decirme que han vuelto a la práctica religiosa al ver cómo he sido tratado”.

También dijo, reconfortado, que, pese a estar señalado por muchos como un depravado, “un prisionero con una condena muy larga dijo que era la primera vez que oía que algunos internos defendían a un sacerdote que estaba en la cárcel por pedofilia”.

George Pell en una entrevista con Reuters en Rome, el 7 de diciembre de 2020 (REUTERS/Guglielmo Mangiapane)
George Pell en una entrevista con Reuters en Rome, el 7 de diciembre de 2020 (REUTERS/Guglielmo Mangiapane)

400 días en prisión

El Cardenal había ingresado a la cárcel el 27 de febrero de 2019. Una primera apelación fue rechazada por dos votos contra uno. La defensa de Pell recurrió entonces a la corte suprema australiana que el 7 de abril de 2020 anuló por unanimidad la condena y criticó al Tribunal que, con el argumento de que el demandante era creíble, había desestimado todas las pruebas que ponían en duda y hasta contradecían su testimonio; hecho por el cual un inocente estaba en la cárcel.

A las pocas horas de conocer la noticia de la absolución de George Pell, Francisco hizo alusión al tema en su habitual misa en Santa Marta. Eran los días de la Cuaresma y el Papa había evocado la persecución que sufrió Jesús, “juzgado con saña, con ensañamiento, siendo inocente”. Y entonces agregó: “Hoy me gustaría rezar por todas las personas que sufren un juicio injusto por el ensañamiento”.;

Francisco sabe bien de qué se trata. Él también fue víctima de falsas denuncias, en sus tiempos de Arzobispo de Buenos Aires, acusado de los peores crímenes, mediante una infame campaña destinada a presentarlo como un colaborador de la dictadura; maniobra curiosamente alentada por los mismos que hoy denuncian lawfare…

El papa Francisco firma un bate de cricket del Canterbury cricket team traido por el cardinal George Pell. Santa Sede, 29 de cotubre de 2015 (REUTERS/Osservatore Romano)
El papa Francisco firma un bate de cricket del Canterbury cricket team traido por el cardinal George Pell. Santa Sede, 29 de cotubre de 2015 (REUTERS/Osservatore Romano)

En septiembre de 2020, el papa Francisco había destituido al cardenal Angelo Becciu, por sospechas de involucramiento en maniobras de malversación de fondos.

Cuando entre los años 2014 y 2017, el Cardenal Pell empezó su tarea de ordenamiento y control de las finanzas del Vaticano, tuvo que enfrentar la oposición de Angelo Becciu, en ese entonces sustituto de la Secretaría de Estado. Becciu llegó hasta a cancelar un contrato firmado por Pell con una consultora para la realización de una auditoría externa de las finanzas de la Santa Sede.

Mientras Pell estaba en prisión, circuló el fuerte rumor de que Becciu había enviado fondos a Australia para fomentar el juicio en su contra. Consultado al respecto, el cardenal australiano dijo que “ciertamente ahora hay más pruebas que sugieren que pueda ser verdad”.

La versión de que el recientemente fallecido Pell era un enemigo acérrimo de Francisco fue lanzada por el bloguista Sandro Magister, crítico desde la primera hora del pontífice argentino, que le atribuye al australiano la autoría de un memo crítico hacia el Papa. Imposible consultar al interesado para que confirme o desmienta esto.

La única verdad es la realidad. Cuando el cardenal George Pell regresó a Roma, en octubre de 2020, el papa Francisco lo recibió y le agradeció su “testimonio”. Y en una entrevista con Mediaset, en vísperas de la Navidad de ese año, elogió el trabajo de Pell para la economía vaticana y lamentó que tuviera que dejarlo debido a la “calumnia” de la que fue víctima. Pell, por su parte, se dijo contento de estar de regreso para agradecer al Papa Francisco por su apoyo.

El papa Francisco y el cardenal George Pell después de la audiencia privada en el Vaticano, octubre de 2020 (Vatican Media/Handout via REUTERS)
El papa Francisco y el cardenal George Pell después de la audiencia privada en el Vaticano, octubre de 2020 (Vatican Media/Handout via REUTERS)

Es posible que el cardenal George Pell tuviera diferencias respecto al modo en que Francisco desarrolla su papado. Y no debe ser el único. Otra cosa es que quisiera hacerlas públicas.

Nada más ancho, diverso y variado que lo que abarca la Iglesia Católica, y ya sabemos que católico es sinónimo de universal. Históricamente, ha contenido en su seno las más variadas corrientes evitando, con movimientos de péndulo entre Papas más conservadores y Papas más progresistas, que las diferencias doctrinarias se plasmaran en cismas. Con notorias excepciones, claro está.

Lo insólito es que, si antes fueron los enemigos de George Pell los que quisieron usarlo para dañar a la Iglesia Católica en general y en particular al Vaticano, hoy sean sus supuestos “amigos” los que, en una maniobra análoga, estén intentando usar su nombre para dañar al Papa.

La muerte de George Pell fue algo prematura, inesperada. Aunque quizás no para él. En una entrevista con EWTN, ya en libertad, dijo que planeaba escribir, dar testimonio, y “como todo buen cristiano” tratar de prepararse “para una buena muerte”. Tras sufrir en vida el escarnio público y la persecución, Pell merece descansar en paz.

La última aparición en público del cardenal George Pell fue en el funeral del papa emérito Benedicto XVI. Aquí se lo ve rezando frente al cuerpo de Joseph Ratzinger (3/01/2023 - EFE/EPA/MASSIMO PERCOSSI)
La última aparición en público del cardenal George Pell fue en el funeral del papa emérito Benedicto XVI. Aquí se lo ve rezando frente al cuerpo de Joseph Ratzinger (3/01/2023 - EFE/EPA/MASSIMO PERCOSSI)

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