Enero es un mes propicio para encarar la lectura de un libro de 400 páginas, que muchos compramos y dejamos en stand by en la biblioteca. Reposera mediante, yo también apuré su lectura, acicateado por varios amigos, que me escribieron pidiéndome opinión.
Cuando leí la primera entrevista que concedió el autor, a Infobae, el 6 de noviembre pasado, mi primera reflexión fue “excelente... pero, ¿por qué no lo escribiste 20 años antes?”. Algunos de los que solo leen los títulos, salieron a criticar enseguida “reivindica a Rucci y a Galimberti” . Y sí, es verdad, hace una gran reivindicación de su amigo y compañero José Ignacio Rucci, y describe, creo que con fidelidad histórica, el papel que jugó Rodolfo Galimberti mientras fue el delegado de Perón ante Montoneros y como declinó su rol cuando se convirtió en lo inverso, en un mensajero de Montoneros ante Perón.
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En 2014, recabando testimonios para mi libro La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón, (que versa sobre el mismo período y mismo enfoque que tiene Conocer a Perón) entrevisté a Juan Manuel Abal Medina. Y la verdad, me fui con cierto sabor amargo. Luego de contarme lo que ya le había contado a Hernán Brienza para su libro “El otro 17″, me dijo algo así como “en México yo saldé mis disputas con Firmenich y los muchachos…, ya está” . Me estaba diciendo “de los temas que generan controversia no voy hablar”.
Pero después de leer “Conocer a Perón”, rectifico mi opinión y agradezco que Juan Manuel Abal Medina haya dejado su valioso testimonio histórico, que es un aporte fundamental para revisar los paradigmas creados sobre los años 70.
Con el riesgo de spoilear, intentaré hacer un repaso de algunos elementos del libro, que servirá para aquellos que por vagancia o falta de plata no lo van a leer nunca; y para quienes lo leyeron o van a leer, agregar algunos datos y opiniones que podrán compartir o desechar.
Comenzaré diciendo que esta vez sí se metió a fondo en todos los temas controversiales de ese período. Un buen resumen lo hace él mismo en una frase: “El asesinato de Rucci fue para mí un punto de no retorno en mi relación con Montoneros. La falsedad histórica de atribuirse un protagonismo excluyente en el Luche y Vuelve, como la tontería de pretender compartir la conducción con el General, eran hechos corregibles. Lo mismo los balbuceos marxistas del documento que me había pasado Perón, que si bien me alejaba de sus autores entendía que eran consecuencias del proceso de unidad con las FAR, y que esa inclinación podía revertirse. El asesinato de Rucci, en cambio, no tenía para mí regreso posible”.
El fusilamiento de Aramburu
Comienza el libro haciendo una reivindicación política del secuestro y posterior fusilamiento de Pedro Eugenio Aramburu por parte de la naciente organización Montoneros. Dice: “No había nadie en la historia del antiperonismo que pudiera significar tanto como Aramburu. Fue él quien derrocó al General, el que se robó el cuerpo de Evita, el que fusiló y asesinó y, para colmo pretendió armar una salida política para domesticar al peronismo y fantasear él mismo con ser una especie de Perón. Era demasiado”.
Me detengo aquí. Mi opinión es que el hecho de Aramburu le dio a Montoneros la legitimidad peronista. Aramburu significaba todo eso para la historia del peronismo, para los viejos peronistas que habían vivido el golpe del 55, los fusilamientos, el Decreto 4161, la Resistencia. Pero, para los jóvenes de clase media nacidos en los 50, Aramburu no era un tema, estaba más presente el Mayo francés, Vietnam, la muerte del Che en Bolivia. Y aquí empalma una segunda idea que comparto con Abal, el Cordobazo y otras grandes movilizaciones contra Onganía no tenían un exclusivo signo peronista. Entonces la irrupción de Montoneros con una impronta revolucionaria y muy peronista despierta las simpatías en las juventudes universitarias y contribuye a su progresiva peronización. Un ex militante montonero me hizo la siguiente reflexión: “Nosotros deberíamos haber hecho lo de Aramburu y nada más.... podría haber sido como la toma de Chiapas del Subcomandante Marcos”.
Cuando aparece Montoneros ya hacía varios años que existían las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), parte de cuyos lideres habían sido detenidos en 1968 en Taco Ralo. Las FAP si tenían un lazo con la vieja Resistencia peronista, y estaban mejor organizadas que Montoneros, pero no habían dado un golpe de semejante repercusión política.
Montoneros en términos ideológicos era un grupo de raíz católica, inspirado en el pensamiento de los sacerdotes tercermundistas, que hacían su opción por el peronismo. Presentaban un perfil movimientista abierto hacia adentro y hacia afuera del peronismo. En los primeros tiempos el “duro, duro...vivan los montoneros que mataron Aramburu” lo cantaban casi todos los grupos de JP, muchos sindicalistas y hasta el CdO de Brito Lima.
Para Abal no fue fácil abordar el tema, puesto que justamente su hermano Fernando, fue quien le dispara al pecho a Aramburu. Narra una conversación con él donde le confiesa que “matar es terrible…” y luego da la versión de su ex pareja Norma Arrostito, de que Fernando de noche, rezaba de rodillas por Aramburu y su familia. Esto que hoy puede sonar a ficción, no tengo dudas de que efectivamente fue así. Morir y matar eran parte de la misma mística cristiana reforzada con la lectura de Santo Tomás de Aquino.
¿Fernando Abal Medina pudo haber cambiado la historia?
En el recorrido de todo el libro, Abal Medina mantiene una cierta ambigüedad en su crítica política a la organización Montoneros, y sostiene la idea de que, de no haber muerto su hermano, no se hubiera llegado al enfrentamiento con Perón. Es difícil hacer historia contrafáctica, tal vez si, tal vez no.
Es cierto que Fernando era el líder del grupo original de Montoneros y se destacada por encima de los demás. Cristina Liprandi, sobreviviente del grupo cordobés, recuerda que “en las reuniones Firmenich era casi intrascendente”, por decirlo piadosamente. Firmenich queda de jefe luego de la muerte de Fernando y de Sabino Navarro, que fue el único jefe de origen obrero que tuvo Montoneros.
Los tres grupos originarios de Montoneros, el del Colegio Nacional de Buenos Aires, el de Córdoba y el de Santa Fe, venían de la Acción Católica. Y estaban muy marcados por cierto mesianismo y el mandato sacrificial. La disposición a entregar la vida, eleva al hombre a una categoría superior del resto. De allí el mesianismo. Y del mesianismo a la soberbia hay un pequeño paso.
El papel de Juan Manuel Abal Medina
En todo el libro, hay una natural intención del autor en destacar la importancia de su papel histórico y el vinculo de afecto que Perón tuvo con él. Si bien en algunos casos peca de autobombo, es absolutamente cierto que jugó un papel muy importante en la historia y que cumplió la tarea encomendada por Perón, sin disputar un lugar para si mismo. Está claro, que podría haber sido diputado, senador, ministro, o intentar crear su propio espacio dentro del peronismo para ofrecerse como un reemplazo a la muerte del líder, y no lo hizo. Así que, si ningún historiador se encargó de decirlo, es totalmente lícito que Abal reclame su lugar y reconocimiento.
Bonasso y su libro “El Presidente que no fue”
De la mitad hacia adelante Abal se dedica con mucho detalle a demoler el relato de Miguel Bonasso en su libro “El Presidente que no fue”. Si bien no critica a Héctor Cámpora y lo rescata en todo momento como un dirigente honesto y leal al General, fundamenta claramente que lo de su renuncia para permitir una nueva elección sin la proscripción de Perón estuvo hablado y aclarado en el mismo momento en que Perón lo ungió como candidato.
A este tema le dedica muchas páginas, supongo porque entiende que es muy necesario aclararlo. En política existen este tipo de acuerdos de palabra, que no se plasman en documentos escritos, ni se hacen públicos hasta que llegue el momento oportuno. Y generalmente de estas charlas hay pocos testigos, Abal Medina fue ciertamente un testigo cercano y calificado, y hoy nos da una versión de primera mano de los hechos.
A Cámpora le critica un poco el “haberse comprado el personaje”. Cámpora era un dirigente de la rama política, muy alejado de posiciones de intransigencia y dureza. No era un dirigente como, por ejemplo, Sebastián Borro o Andrés Framini, vinculados a la Resistencia peronista. Pero, en el calor de los actos dominados por multitudes juveniles que cantaban “FAP-FAR y Montoneros son nuestros compañeros”, Cámpora, e incluso el mismo Vicente Solano Lima (un viejo conservador popular), giraban su discurso a frases cada vez más duras, que arrancaban la ovación juvenil. Esto, cuenta Abal, era cuestionado por Perón y el comando de campaña, porque se corría el riesgo de ahuyentar el voto más moderado.
En esa parte, Abal es bastante crítico con el entorno de Cámpora, su hijo, el Bebe Righi, ministro del Interior, y otros que giraban alrededor de la presidencia.
El asesinato de José Ignacio Rucci
Ni los militantes de la época recuerdan que Juan Manuel Abal Medina, hermano del primer jefe de Montoneros, haya tenido, como revela en el libro, una relación de cercana amistad con el Secretario General de la CGT, José Ignacio Rucci, que a la postre resutlara asesinado por esa misma organización armada. Esto ya es un ingrediente complejo, porque como él mismo narra, tenía una relación de amistad y cercanía con muchos en los miembros de Montoneros, comenzando por Rodolfo Galimberti.
Puesto en su piel, entiendo debió haber tenido mucho temple, para presentarse al velatorio de Rucci en la CGT, donde todos los presentes estaban mascullando dolor y bronca, contra quienes consideraban, todavía sin confirmar, los autores del crimen.
Abal hace un descarnado relato sobre el golpe emocional que significó para el General: “Perón me abrazó. Tenía los ojos nublados. Nos dejaron solos, y lo primero que me dijo fue: “Me mataron a mí... Peor: mataron a mi hijo”. Y con un repentino endurecimiento de sus facciones agregó. “Son unos criminales, unos criminales….”. Le respondí: “Sí mi General. Eso son”.
Sigue más abajo: “Sobre Perón, el asesinato tuvo un efecto demoledor, y no dudo en afirmar que colaboró con el deterioro de su salud. Fue mi impresión y después me lo corroboró el doctor Jorge Taiana. El General quería mucho a Rucci. Pero además Rucci había sido inflexible en su verticalidad y clave para garantizar su regreso.”
“Me es difícil seguir escribiendo sobre este tema, me hace demasiado daño”, agrega.
Bueno, hasta aquí un breve spoileo de algunos temas del libro. Pero hay muchísima mas información y opinión en sus paginas. Así que vuelvo a recomendar leerlo. Y cuando lo terminen busquen y lean “La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón” que agrega mas datos y testimonios de esta etapa tan compleja de nuestra historia reciente, pero que aportan en la misma dirección: defender la memoria del tercer y ultimo Perón.
El atentado contra su vida que Abal no contó
Antes de empezar a leerlo, busqué si había escrito algo sobre ese hecho. Y no. Ni una palabra.
El 23 de marzo de 1974 desde un automóvil dispararon con ametralladora contra Juan Manuel Abal Medina, en momentos que ingresaba al domicilio del Diputado Julio Mera Figueroa, en Posadas y Callao. Los atacantes además de los disparos tiraron dos granadas de mano. Abal recibió una herida de bala en su brazo izquierdo.
Ningún grupo se adjudicó el hecho. Pero, resulta sugestivo leer los comentarios de la revista Militancia, que dirigían Ortega Peña y Duhalde y los del diario Noticias dirigido por Bonasso.
Dice Militancia: ”Pocas horas después (de la ejecución de Coria) Juan Manuel Abal Medina, ex Secretario del Movimiento Nacional Justicialista, salía ligeramente herido de otro atentado. Sus amigos se apresuraron a transmitir la impresión de que el mismo se debía a la acción de grupos de ultra-derecha paragubernamental, aunque los observadores políticos diferían sobre el posible origen, recordando la negativa actitud asumida por el joven Abal en los últimos tiempos fomentando la división y giro hacia la ‘ortodoxia’ de algunos sectores de la Tendencia”.
Traducido, la revista Militancia -que en ese momento estaba a la izquierda de Montoneros- sugiere que no fue la derecha la que realizó el atentado, y que Abal estaba en una “actitud negativa” fomentando el giro a la ortodoxia de algunos sectores de la Tendencia, en obvia referencia al proceso que se estaba dando de ruptura de la JP-Lealtad. Fractura en la cual Abal no tuvo participación.
El diario de los montoneros, dirigido por Miguel Bonasso, Noticias, también relata el atentado y no hace conjeturas sobre el origen político de los autores. Lo que sí hace es un comentario muy destructivo sobre Abal Medina: “Al iniciarse la campaña electoral del peronismo sus apariciones eran saludadas con el estribillo Abal/Medina/la sangre de tu hermano/ es fusil en la Argentina. Sin embargo con el correr de los meses su relación cada vez más estrecha con Lorenzo Miguel provocó una modificación, y el slogan fue: “Abal/ Medina/ la sangre de tu hermano/ es negocio que camina” (sic).
Bonasso tampoco dice que fue la derecha, ni se solidariza con Abal Medina, sino que por el contrario le tira un balde de basura por la cabeza con eso del cantito “la sangre de tu hermano/ es negocio que camina”, que suena a invento del redactor de la nota.
En esos meses, Montoneros había establecido una especie de fatwa o condena sobre una lista de dirigentes, y los atentados no se firmaban, empezando por el de Rucci. El día anterior, 22 de marzo, un militante montonero que estaba haciendo un seguimiento al sindicalista Rogelio Coria, lo vio salir sin custodia de un médico y lo ejecutó en la vereda. Si bien Noticias festejó su muerte, no dijo quiénes habían sido los autores.
Cuando en 2014 entrevisté a Juan Manuel, le pregunté puntualmente si el atentado fue obra de Montoneros, y me respondió que no, que había venido de grupos de derecha. Y cerró con esa frase: “En México yo saldé mis disputas con Firmenich y los muchachos… ya está”.
Si las consecuencias del atentado fueron solo heridas leves, pudo ser impericia del tirador o que no hubo intención de matar. y la verdad es que comprendo la actitud de Abal, “ya está…”, para qué vamos a revolver más el asunto.
Lo sustancial es que Juan Manuel Abal Medina, a sus 77 años, ha decidido dar testimonio del momento histórico del que fue protagonista junto al líder político argentino más importante del siglo XX, el general Juan Domingo Perón.
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