Kissinger y una lección para la formación de futuros líderes

Qué es la “deep literacy” (alfabetización profunda) y qué beneficios puede aportar los jóvenes, según el célebre ex secretario de Estado y asesor de seguridad nacional

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Joe Biden y Vladimir Putin
Joe Biden y Vladimir Putin

En su último libro, Leadership: Six Studies in World Strategy (Penguin Press, 2022. Todavía no hay traducción al español), Henry Kissinger advierte sobre los riesgos que presenta la actual sociedad del conocimiento para la formación de nuevos líderes. El ex secretario de Estado y asesor de seguridad nacional de Richard Nixon y Gerald Ford brinda un consejo que todo estudiante universitario que aspire a una posición de liderazgo haría bien en poner en práctica.

En la era de la imagen ―Kissinger usa una terminología que recuerda en gran parte a la “sociedad teledirigida” descrita por Giovanni Sartori en su clásico Homo Videns―, el principal riesgo que enfrentan los líderes es la pérdida de la deep literacy. Este término, que puede traducirse como “alfabetización profunda”, hace referencia a la capacidad de interactuar de manera pausada, reflexiva y en profundidad con un libro (mejor dicho, con cualquier tipo de argumentación compleja puesta por escrito).

La principal amenaza a esta habilidad intelectual proviene de la inmediatez de la información producida por el internet. Kissinger vuelve sobre una tesis conocida: el exceso de información ―esa capacidad de acceder en todo momento y en forma inmediata a cualquier dato fáctico que se nos ocurra― no se traduce necesariamente en mayor inteligencia. Por el contrario, a medida que el “costo” de acceder a la información disminuye, así también decaen los “incentivos” para memorizar y recordar lo leído. Esta ausencia de incentivos para ejercitar la memoria no se reduce a la incapacidad de recordar datos duros (como si se tratase de prepararse para un juego de preguntas y respuestas). Por el contrario, se trata de la pérdida de la capacidad de internalizar la información leída.

En un abierto desafío al discurso dominante ―que se jacta de que los colegios y universidades no son necesarios pues todo el saber se traslada en “un bolsillo”―, Kissinger no duda en reivindicar otra tesis conocida pero muchas veces olvidada: la información que brindan en pocos segundos Google o Wikipedia posee escaso valor si no está acompañada por la capacidad de contextualizar e interpretarla adecuadamente. Sin estas habilidades intelectuales, el futuro líder no podrá internalizar aquello que lee, por lo que ante las complejidades del mando difícilmente podrá recurrir a ese reservorio de experiencia y sabiduría que brinda el estudio. En este sentido, los seis líderes analizados por Kissinger eran ávidos lectores y cultivaban un costado intelectual: desde los europeos Konrad Adenauer, Charles de Gaulle y Margaret Thatcher, pasando por el norteamericano Richard Nixon hasta el líder africano Anwar Sadat y el ex primer ministro de Singapur, Lee Kuan Yew.

Hoy las aulas universitarias se abarrotan de pantallas que acaparan la atención de los alumnos, pero estos ―a pesar de contar con acceso gratuito e instantáneo a más información de la que contaban los seis líderes mencionados― son incapaces de recordar lo leído, mucho menos ordenar y exponer de manera sistemática las simples ideas presentadas en cualquier manual de estudios. Esto es un reflejo de la alarmante pérdida de la capacidad analítica que enfrentan los jóvenes de hoy, futuros líderes del mañana. Por ejemplo, quien piensa que no vale la pena estudiar ni leer sobre los hechos que rodean, en palabras de Kissinger, la “Segunda Guerra de los Treinta Años” ―pues están todos “a un clic de distancia”―, difícilmente tendrá la capacidad de encontrar paralelismos entre aquella época y la nuestra que le ayuden a tomar decisiones estratégicas (las crisis del capitalismo en 1929 y 2008, la pandemia de la gripe española y el actual covid-19, la tensión internacional resultante de un mundo poblado de potencias); ni mucho menos interpretar el por qué del declive de la hegemonía norteamericana en los asuntos mundiales y cómo países como China y Rusia amenazan el orden mundial heredado de la Guerra Fría. Sin ir más lejos, la invasión de Rusia a Ucrania no puede explicarse en base a un impulso del presidente Putin sin dar cuenta de cientos de años de conflictos, migraciones e intercambios culturales cuya profundidad escapa a un artículo de Wikipedia.

Kissinger señala cuatro beneficios que la lectura aporta al liderazgo. Primero, le permite al líder tomar distancia de los eventos diarios, lo cual conlleva a un mejor sentido de proporción en las decisiones que toma. Segundo, el ejercicio de la reflexión y la memoria provee al líder un arsenal infinito de experiencias y de sabiduría desde el cual puede razonar, comparar y meditar sus decisiones. En tercer lugar, la lectura ofrece una ventana a una realidad ordenada, más apta para la reflexión y la planificación. Por último, los libros han sido desde siempre una fuente de inspiración: con sus hazañas y tragedias ofrecen al líder un repertorio de casos de éxitos y fracasos, con sus correspondientes estímulos y advertencias.

En conclusión, la capacidad de involucrarse e interactuar con una argumentación escrita constituye una habilidad crucial en la formación de los futuros líderes. Si bien las consecuencias que la nueva era de la información tendrá sobre el liderazgo son desconocidas, resulta posible afirmar que la falta de lectura, la pérdida de la concentración y la disipación del intelecto ante el pozo sin fondo de información online, conspiran contra el desarrollo de la inteligencia que demanda el liderazgo de la sociedad en el siglo XXI.

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