Se trate de Shakira o de cualquiera, el despecho es una de las peores emociones que conocemos los seres humanos. Quien siente despecho quiere hacer justicia con el daño que ha recibido. Quiere y necesita reparar el dolor y la humillación que ha atravesado exponiendo su historia ante la vista de todos.
Resentimiento, despecho y venganza van siempre de la mano. Quien ha sido despechada es ahora juez y parte. Su sentencia se repite desde hace milenios: “¡Padecerás por el daño que me has hecho!”. Nada bueno puede salir de ahí.
Pero hay un problema con el despecho. Al final, sólo daña a quien lo ejerce. El despechado se ve obligado a mostrar sus costados menos amables. Cree que el insulto lo va a redimir. Pero no lo logra y se empantana en un monólogo tan poco liberador como intrascendente.
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Como todas las emociones, el despecho también es inspirador. Puede ser una fuente formidable para escribir y grabar canciones de venganza. En todos los géneros musicales existen canciones que hablan de traiciones y despechos. No habría tangos ni boleros si no existiera el dolor de los despechados. Son universales. Conforman la banda de sonido del drama de todos los despechados del mundo. Todos los que sueñan con hacerle saber al causante de sus males que, ahora que él o ella no está, ya ha sido olvidado. Ya todo se siente muchísimo mejor. Aunque las mismas canciones se ocupen de desmentirlo.
Cuando el despecho tiene nombre y apellido y se hace público algo cambia. La canción de Shakira y Bizarrap BZRP Music Session #53 toma por momentos la lógica del escrache o el ajusticiamiento. La víctima es el hombre que fue infiel y se fue con otra. Que quede claro, da exactamente lo mismo si se trata de una mujer la que fue infiel y se fue con otro. El despecho no distingue ninguna cuestión de género.
El despecho de Shakira ante Piqué y su actual pareja Clara Chía, representado en público a través de la canción, tiene algo de obsceno y quizás en ello resida todo su enorme atractivo. Sin embargo, la historia en común de la pareja rota pertenece a su mundo íntimo. Al mismo mundo al que pertenecen sus rencores ante el descenlace de su historia de amor, y muy probablemente, también de dinero, al menos por aquello a lo que alude la colombiana al mencionar “la deuda en Hacienda”. El folletín ha alcanzado una dimensión planetaria que nos ha convertido a todos en vecinos chusmas de barrio. Global, nuestra aldea, más que nunca antes.
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Suceden otras cosas cuando lo privado se hace público y se convierte en canción: la calidad del producto inexorablemente baja y la canción se empobrece. Una de las peores canciones que escribió John Lennon es How do you sleep?, pocos años después de la separación de los Beatles,en la que despotricaba de despecho contra Paul McCartney. Las canciones que no son sobre nadie en particular, en cambio, son superiores. Son sobre todos los despechados del mundo. Shakira, en cambio, canta su propio despecho. No está ni bien ni mal. Pero es el suyo.
La actitud de la artista derrama empatía por todas partes. Muchas lo perciben como un acto de empoderamiento. Su producto es una carta abierta en la era global. Shakira ha hecho hablar a decenas de millones de personas en todo el mundo acerca de su historia y su canción. No es poca cosa.
Pero, al mismo tiempo que se lo celebra, el despecho convierte al despechado en una persona algo miserable. Un ego herido. En alguien convencido que su persona amada (y ahora traidora) era un objeto de su propiedad. Y no. En el amor tampoco nadie es dueño de nadie.
Lo mejor es estar lejos de allí.
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