Llegan las vacaciones y es el momento de conectar en familia. Pero a veces los chicos “de tan conectados, están desconectados”. ¿Debemos prohibir la tecnología en las vacaciones?
Todo lo que prohibimos genera resistencia. Lo que debemos lograr como adultos, más que prohibir, es alentar un buen uso de la tecnología. Es decir, qué y cuándo.
Un regalo muy valioso que podemos darles a nuestros hijos es enseñarles a discernir por ellos mismos. Es decir, usar la tablet o el celular en un vuelo o en un viaje para no que no sea aburrido, está muy bien. Ahora, usar el celular o la tablet, cuando la familia está reunida cenando y conversando, o en una excursión, no.
Ahora bien, la tecnología no es buena ni mala. De nada sirve ponernos en contra de algo que ya está pasando y que se profundizará aún más. ¿Qué es más valioso: leer un buen libro digital, o ver un amanecer? ¿Ver un tutorial que enseña alguna habilidad o conversar con alguien? Seguramente ambos, dependiendo del lugar y el momento. Es decir, no pensemos en “la tecnología” como un enemigo, pensemos mejor en el contenido que consumen los chicos, y cuándo lo consumen. Lo que debemos lograr, entonces, es un uso equilibrado, y esto va a depender de cada familia. No es igual para todos. A nivel general, podemos decir sí a la tecnología, pero no a expensas de estar en movimiento (correr, pasear, nadar) o conectarse con gente real. Cuidado con los chicos que tienen más amigos virtuales que reales…
Hace mucho tiempo atrás, los adultos socializábamos en un bar, nos llamábamos por teléfono o nos enviábamos cartas. Esto es parte de nuestro pasado. Hoy los chicos siguen conectados con sus grupos de pertenencia, independientemente de donde se encuentren geográficamente. Ya no hay fronteras de espacio ni de tiempo. Es un cambio radical en la comunicación en una era digital.
¿Por qué usamos el celular en una sala de espera, en un medio de transporte o cuando no tenemos qué hacer? La tecnología llena huecos. Si nuestros hijos están todo el tiempo conectados, es tiempo de ver qué huecos están llenando.
Como en muchas cosas, el problema no es el recurso, sino qué uso le damos.
¿Cuándo mucho es mucho?
Como adultos nos damos cuenta de que la tecnología empieza a ser un problema y debemos intervenir cuando:
1. Los chicos no pueden despegarse de la pantalla.
2. Cuando se enojan o explotan cuando les pedimos que la dejen.
3. Cuando se quejan de estar aburridos porque no tienen un celular o tablet a mano.
4. Cuando no pueden detenerse a pesar de lo que les pedimos.
5. Cuando están tan absortos en un juego que no reaccionan cuando se les habla.
6. Cuando dejan un juego enojados, angustiados, agitados o ansiosos.
Es decir, cuando la pantalla los controla a ellos, en lo que se refiere a frecuencia, duración e intensidad.
Si el uso de la tecnología reemplaza el contacto con otras personas, debilita la posibilidad de hacerse de amigos o los retrae socialmente, ahí también hay un problema.
También es un problema si el celular se utiliza como “chupete tecnológico”. Por ejemplo:
-Hijo: Má, me aburro.
-Adulto: Usá la tablet.
-Hijo: No tiene batería.
-Adulto: Bueno, tomá mi celular.
¡Cuidado! Debemos permitirles a los chicos autorregular su aburrimiento. Si no, ¿qué harán cundo no nos tengan a mano?
Es decir, la pantalla se torna negativa si impulsa al niño a recluirse socialmente o le genera tal adicción que no puede desprenderse de ella. En estos casos, tendremos que imponer un límite de tiempo al uso de pantallas.
Si nos preocupa que los chicos estén todo el día conectados, podemos poner algunas reglas, como por ejemplo que el celular o la tablet se usen dentro de la casa o la habitación del hotel, pero a la noche. De día es momento de salir, de hacerse de amigos, de divertirse y conectarse en familia. Si llevamos los celulares a una excursión, es solo para sacar fotos, no para mandar mensajes. O aplicaciones solo en los traslados, etc. Cada familia sabe qué necesita y qué le funciona.
También podríamos alentarlos que inviten a amigos a jugar a esos videojuegos. Esto, además de sacarlos del aislamiento cuando juegan solos, reforzará habilidades importantes como la comunicación, organización, planificación, etc.
También debemos considerar que jueguen en lugares visibles para poder supervisar el tipo de juego y sus reacciones. No olvidemos supervisar el tipo de juego, en función de la edad, madurez y necesidades de los chicos. Si los chicos no desean mostrarnos a qué juegan o qué ven en sus pantallas, tal vez deberíamos levantar la ceja derecha, presumir que hay alguna razón para esto, e intervenir. Como adultos es nuestra obligación ejercer el control parental y ver el contenido que están consumiendo. Esto es, si el contenido es apropiado para su edad y madurez, si es relevante (no es lo mismo una hora de videos de Youtube que un programa de arte), y por supuesto, cuidado con la posibilidad de que adultos extraños puedan interactuar con los chicos, si son chicos.
Otro tema, no menor, es el ejemplo que damos nosotros como padres. Si el adulto no puede despegarse de su celular, los chicos van a copiar lo que ven en sus familias. Es como pretender que los chicos desarrollen el hábito de la lectura cuando nunca vieron a un adulto en sus casas con un libro en sus manos…
Pero tal vez, lo primero que debemos preguntarnos es qué estarían haciendo nuestros hijos si no estuvieran con la pantalla. Si la respuesta es jugando con amigos, leyendo, o haciendo algo creativo, claramente sería mejor alentarlos a hacer todo esto último. Por eso, resulta importante, cuando estamos de vacaciones, planificar con tiempo: llevar juegos, hacer planes, contratar excursiones, etc. La mejor manera de alejar a los chicos de las pantallas es teniendo cosas interesantes para hacer.
En definitiva, las pantallas generan diversión asegurada de una manera rápida y sencilla y tienen un potencial enorme para la salud, la educación y los temas sociales. El tema será, como siempre, hacer un buen uso del recurso.
Cada familia tendrá que ver qué les funciona y qué no. Cada niño, al igual que cada familia, es diferente.
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