Durante octubre, la actividad tuvo un retroceso, al igual que en septiembre, del 0,3%. En términos agregados, acumuló un incremento del 6,2% en lo que va del año y un 4,5% a nivel interanual, en octubre. Fue el rubro de Hoteles y Restaurantes el de mayor incremento año contra año. Estamos hablando de un 27,2%, todavía influenciado por la baja base en comparación con el 2021.
En relación con los precios, también se dio a conocer que, en noviembre, las canastas aumentaron por debajo de la inflación minorista de ese mes. Concretamente, la canasta básica alimentaria creció 3,1% respecto al mes anterior, mientras que la total se incrementó en 4,4%, frente al 4,9% del IPC de noviembre. Las variaciones interanuales de dichas canastas superaron a la inflación interanual, ya que la canasta básica alimentaria varió 102% en los últimos 12 meses y la canasta básica total, un 97,4%. Así, una familia tipo necesitó, en noviembre, $145.948 para no ser considerada pobre. Dado este escenario, se espera ver un incremento en la pobreza y la indigencia para el segundo semestre del 2022.
Asimismo, se informó que, en el tercer trimestre de 2022, la tasa de empleo se posicionó en 44,2% del total de la población. A su vez, la tasa de desocupación se ubicó en el 7,1%. Fueron los partidos del Gran Buenos Aires los que presentaron mayor porcentaje de desocupación. A su vez, se conocieron datos de comercio exterior, y el intercambio comercial, en noviembre, tuvo un superávit de USD 1.339 millones. El flujo de exportaciones fue de $7.089 millones, con un aumento interanual del 14,5%, dada la suba en precios como cantidades (+10,5% y +3,5% interanuales, respectivamente). El flujo de importaciones alcanzó los USD 750 millones, con una contracción interanual del 0,3%, por una reducción del 1,1% en precios y un alza del 0,8% en cantidades.
No obstante, el dato más relevante fue que el directorio del FMI finalizó la tercera revisión del acuerdo y dio por aprobadas las metas para el trimestre de julio y septiembre. ¿Qué significó esto? Tanto el desembolso de aproximadamente USD 6.000 millones como un informe donde se destacan el cambio de rumbo económico y valoran las medidas tendientes al ajuste y el orden macroeconómico, pero, asimismo, advierten sobre políticas ad-hoc que no son sostenibles en el tiempo. ¿Por qué? En esencia es en el plano cambiario donde muestran preocupaciones.
Aunque resaltan la mejora en la recomposición de reservas y el retorno al saldo positivo en la balanza comercial, señalan las crecientes intervenciones y la multiplicidad de tipos de cambio. Y mencionan que esas restricciones deberán removidas cuando las condiciones así lo permitan. Si tomamos los precios, el FMI ve de forma optimista el endurecimiento de la política fiscal y monetaria, siendo que durante el período estrictamente bajo análisis se acumuló el mayor aumento de precios trimestral de los últimos 20 años. Alcanzando el 22% entre julio y septiembre. Finalmente, se refuerza la necesidad de apegarse a los lineamientos del programa, a los efectos de consolidar un sendero de mayor racionalidad fiscal y sostenibilidad monetaria, con tasas de interés reales positivas, búsqueda del financiamiento en el mercado local de deuda y asignando prioridades en el gasto público.
No obstante, el programa, para establecerse como un ancla para la estabilidad en 2023, encuentra ciertas dificultades:
1. La meta del 1,9% de déficit fiscal primario: difícil de cumplir, dado el ajuste necesario para alcanzarla, e incompatible con una reducción de la inflación que imposibilite la licuación de los gastos
2. En el plano monetario, un mercado de deuda que termina el 2022 exigido y una monetización de la economía que presenta 2 bases monetarias contenidas en Leliqs y Pases, devengando intereses a un ritmo del 6% anual en términos del PBI. Más contemplando que se anticipa un crecimiento nulo del producto
3. El estancamiento para 2023: sin el dinamismo de la actividad, que cerrará este año con un crecimiento superior al 5% anual, los costos del ajuste serán más tangibles el año próximo
La desaceleración empezó a mostrar sus primeros síntomas, entrando al 2023 en un proceso de eventual estanflación. Los efectos del disruptivo escenario macroeconómico no se hicieron sentir entonces hasta finales del tercer trimestre. Recién en septiembre se evidenció el primer impacto en el sector real de la economía.
Pensando en 2023, los factores que motorizaron la actividad, consumo e inversión, ya estarán agotados. El consumo, dada la necesidad de encontrar una salida al exceso de pesos, se enfrentará a un año con la barrera del poder adquisitivo. La inversión, potenciada por la ausencia de alternativas de ahorro y un dólar oficial subsidiado, en 2023, deberá lidiar con las mayores trabas a la importación y tasas de interés reales positivas. Con esta situación, la posibilidad de ver una caída del PBI estará latente en el caso de que el panorama cambiario, monetario y fiscal no logren estabilidad.
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