Desde hace varios meses se ha venido indicando que la estrategia externa del país apunta sólo al corto plazo con el objetivo de defender y acumular reservas internacionales, apelando a parches de política y negociaciones bilaterales de limitado alcance.
Entre los primeros, se destacan los tipos de cambio “sectoriales” para alentar exportaciones o limitar el pago de servicios al exterior (turismo y e-commerce) y el control de las importaciones.
Entre las segundas, se encuentran las negociaciones para usar parte del swap con China (equivalente a USD 18.500 millones, aproximadamente, y denominado en yuanes) para la ampliación de las reservas de libre disponibilidad, transformándolos a dólares con un costo financiero (el anuncio fue de USD 5.000 millones). A esta gestión se ha sumado un anuncio de negociación con el futuro gabinete de Brasil, luego de la asunción del nuevo presidente, Lula da Silva, para organizar un swap de USD 10.000 millones.
El efecto del dólar soja se reflejó en el aumento exportador por vía de un incremento de las exportaciones de poroto y algo de harina
En el caso del comercio de bienes, y como resultado de esa estrategia, el efecto del dólar soja se reflejó en el aumento exportador por vía de un incremento de las exportaciones de poroto y algo de harina de soja. Si bien los ingresos fueron adelantados e incorporados a las reservas del BCRA en setiembre, las estadísticas comerciales los comienzan a reflejar ahora con el despacho de la mercadería.
Del lado importador, la implementación del nuevo mecanismo de control y autorización (SIRA) demoró las importaciones en octubre y se espera que las vayan “dosificando” en los próximos meses.
Hasta octubre, el balance comercial externo muestra que las exportaciones aumentaron un 15,3% con respecto al año anterior (USD 75.144 millones). Por su parte, las importaciones aumentaron un 38,2% (USD 70.738 millones), reduciendo su dinámica de crecimiento levemente. El saldo acumulado del balance comercial fue de USD 4.406 millones. En 2021, el balance comercial en los 10 primeros meses había alcanzado los USD 13.955 millones.
Entonces, mejores precios internacionales para nuestras commodities y un menor nivel de actividad interno que limitaba las importaciones, daba margen para una importante acumulación de divisas. Éstas se utilizaron, en parte, para la regulación del mercado de cambios, agotando las reservas.
Además, en 2022, el peso de las importaciones de combustibles explica, aproximadamente, dos tercios de la pérdida en el saldo comercial con respecto a 2021.
En lo que va del año, no ha habido sorpresas con respecto a nuestros principales socios comerciales. Brasil es nuestro principal mercado de exportación, seguido por la Unión Europea, el Usmca (ex NAFTA), China y Chile.
Estructura del comercio exterior
Del lado importador, el Mercosur seguido de cerca por China, son los principales abastecedores, junto con Usmca y la Unión Europea. El 44% de las ventas externas y un muy significativo 75% de las compras se vinculan a estos socios principales.
Del lado exportador, el país mantiene su posición de “global trader”, vendiéndole alimentos al mundo. Pero, del lado importador prima el abastecimiento de insumos y bienes de capital de China y los países avanzados y el intercambio administrado en la industria automotriz con Brasil, que concentran los orígenes de importación.
Esta estructura de socios muestra que los intereses de la Argentina en el mediano plazo requieren, por un lado, de un funcionamiento fluido de las condiciones de multilateralismo para asegurar el abanico de destinos exportadores y, por el otro, de una adecuada inserción en los esquemas preferenciales regionales, comenzando por el Mercosur, para mejorar las condiciones del comercio recíproco con los abastecedores principales.
En el caso del Mercosur, resuelto el dilema de las elecciones en Brasil, la expectativa de las autoridades argentinas es la de un mayor acercamiento entre los dos países, dada la buena relación con el Presidente electo, Lula da Silva.
La relación con Brasil
En el corto plazo, en Brasil se inicia un período de transición. Cabe recordar que el nuevo gobierno del presidente Lula Da Silva deberá negociar sus medidas con el poderoso Parlamento brasileño, donde la oposición continuará siendo mayoría. Además, deberá moverse con habilidad para sortear el clima de división social que se puso de manifiesto a partir del resultado de las elecciones.
Al igual que ocurre en varios países de América Latina, incluido la Argentina, los votantes mostraron estar distribuidos en forma pareja y mayoritaria en dos grupos que, desde el punto de vista económico, se referencian en marcos de desarrollo promercado vs. marcos intervencionistas de Estado.
Esta referenciación, en condiciones de mayor cohesión social, podría marcar matices dentro de la alternancia política. Sin embargo, en los últimos tiempos se han visto ejemplos en la región en los que gobiernos de ambas tendencias desarrollaron políticas populistas. Estas políticas buscan lograr una atracción de las mayorías en el corto plazo a través de instrumentos inconsistentes y costosos, sobre todo en el plano económico.
En el caso argentino, este fenómeno es de más larga data y la distribución de fuerzas políticas ha llevado a una pendularidad de la política económica muy significativa que está por detrás de los marcados ciclos y la declinación del PBI per cápita de la Argentina.
Más allá de este escenario político regional, y dada la importancia estratégica de la relación bilateral de la Argentina con Brasil, interesa conocer los lineamientos de la política exterior del Presidente Lula da Silva.
Durante la campaña electoral sus anuncios se concentraron en la promesa de recobrar el liderazgo internacional de su país, como ocurría en sus dos primeras gestiones (2003-2010). En ese momento, Brasil era un impulsor del multilateralismo y un constructor de consensos dentro de América Latina. Uno de sus objetivos políticos de importancia, aunque fallido, fue el de conseguir una silla permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Ahora, entre sus objetivos se indicó que se revisará y se intentará renegociar el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea.
No está claro si en el nuevo contexto internacional, Brasil seguirá manteniendo su política de una economía de alta protección arancelaria
No está claro si en el nuevo contexto internacional, Brasil seguirá manteniendo su política de una economía de alta protección arancelaria (economía cerrada) y, sin duda, deberá revisar su estrategia dentro de Brics (grupo integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica y organizado por los cinco países en 2008).
Con la confirmación del triunfo de Lula da Silva, las autoridades argentinas le presentaron un programa de reforzamiento de las relaciones bilaterales que ya se había compartido con el Canciller del gobierno del presidente Bolsonaro.
El alcance de esta propuesta es muy amplio y significativo para diversos sectores de la economía de recursos naturales, donde se avanzaría con acuerdos para mejorar y coordinar la oferta de, por ejemplo, litio y sus productos, potasio y fertilizantes, productos agroindustriales de soja, maíz y trigo, entre otros. Un objetivo implícito en la propuesta es el de lograr financiamiento de fuente brasileña para los proyectos de la Argentina o de fuente internacional, aprovechando la credibilidad que genera Brasil entre los inversores extranjeros.
En contraste con el probable nuevo escenario de relaciones bilaterales, el gobierno de Bolsonaro llevaba adelante una política de mayor inserción internacional, reducción de la protección arancelaria y negociación de nuevos acuerdos comerciales para “promover el desarrollo”.
Esa estrategia, a la que se sumaba la aún más agresiva estrategia del Uruguay para abrir el Mercosur a nuevos acuerdos, fue relegando el rol de la Argentina en el Mercosur y la importancia de este acuerdo para sus socios.
China reemplazó a la Argentina como principal socio comercial de Brasil y se convirtió en el segundo socio comercial de nuestro país
Vale recordar aquí que desde fines de la década del 2000, tanto el Mercosur como el resto de América Latina enfrentaron un cambio muy importante con el avance de la oferta de productos industriales de China, acompañada primero por algunos acuerdos comerciales marco, acuerdos de libre comercio y, más recientemente, con la aceptación por varios de los países latinoamericanos para integrar el proyecto de financiamiento y ampliación de infraestructuras dentro del llamado Programa de la Ruta de la Seda. En ese nuevo escenario, el intracomercio regional se fue reduciendo en importancia.
En el caso del Mercosur, China reemplazó a la Argentina como principal socio comercial de Brasil y se convirtió en el segundo socio comercial de nuestro país. En consecuencia, también en el caso regional el intra-comercio fue reduciéndose aún más, a partir de un comportamiento que nunca alcanzó gran dinamismo.
El comportamiento del intra-comercio regional de América Latina (ALC) siguió un comportamiento similar al del Mercosur y, como resultado, éste último representó en torno del 22% del intercambio intrarregional en los últimos 20 años.
En síntesis, ni la región de América Latina, ni el Mercosur dentro de ella, han logrado una integración económica importante. Tampoco ha habido una estrategia común en términos de la inserción internacional.
Algunos países como Chile (tempranamente), Perú, Colombia o México han desarrollado modelos más abiertos, mientras que los países del Mercosur se han caracterizado por mantener economías cerradas al comercio.
Aunque las economías del primer conjunto han tenido un mejor desempeño a lo largo del tiempo, ayudadas por su inserción internacional, debe destacarse que los miembros del bloque regional, a excepción de la Argentina, buscaron mantener una macroeconomía ordenada con una importante vinculación externa en términos de las inversiones extranjeras directas en los casos de Brasil y Uruguay.
Esta columna fue publicada en Indicadores de Coyuntura de FIEL 648, diciembre
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