La institucionalidad le ganó a la incoherencia

Los argentinos necesitamos reglas claras para la política y para la economía. Estar sumidos en la locura de quien gobierna no es solo retroceder, es hundirse

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Alberto Fernández, presidente de la
Alberto Fernández, presidente de la Nación (Franco Fafasuli)

El Kirchnerismo quiere quebrar el orden constitucional y violar por completo el Estado de Derecho. El Presidente de la Nación Alberto Fernández sumergido en una “crisis de ansiedad” decide no acatar el fallo de la Corte Suprema de Justicia que, por unanimidad, ordena que inmediatamente y durante todo el proceso judicial el Estado Nacional restituya a la Ciudad el 2.95% de la masa coparticipable.

La incoherencia duró horas, cuándo en un hilo de Twitter el primer mandatario, se contradijo y finalmente aceptó la decisión judicial, pero pagando con bonos, algo tan irrisorio e intencional que no tiene remate. No obstante, se acuerda ahora Fernández, luego de 3 años de Gobierno, que existe el norte argentino y en una fugaz mezcolanza mide kilómetros entre una provincia y la Ciudad, advirtiendo que sería necesario pensar en un plan de desarrollo para los próximos 10 años. Vaya analogía, el Presidente pide algo que se olvidó, no quiso o no se le ocurrió cuando era/es presidente.

Despejando los dichos y actitudes de Fernández, podemos corroborar que no solo todo lo que hace es en contra de la Ciudad, también es en contra de la Constitución Nacional y de la seguridad jurídica en nuestro país. Es una burla a la sociedad y un atropello al sistema republicano.

Para colmo, las mentiras flotan, ya que no es verdad que se requiera ir al Congreso para modificar el Presupuesto. En lo que va del 2022, ya hubo 13 modificaciones del Presupuesto entre DNU y decisiones administrativas del jefe de gabinete de ministros.

Por eso, cuando la realidad y la verdad se imponen, la institucionalidad le gana a la incoherencia.

Hace tiempo que vivimos en un país donde sabemos que es más fácil tirar una piedra, pelear o romper, pero algunos hacemos lo contrario.

Porque estoy convencido que con perseverancia y tenacidad, sin agitar viejos fantasmas de “que se vayan todos”, este país se merece ser bien gobernado. Creo en el mérito, en el esfuerzo del trabajo, en el privado que apuesta, en la salud mental y por sobre todas las cosas creo en la institucionalidad.

Los argentinos necesitamos “coherencia, por favor”, reglas claras para la política y para la economía. Estar sumidos en la locura de quien gobierna y quien maneja los hilos no es solo retroceder, es hundirse.

Porque cuando uno cree haber visto todo, la Vicepresidenta que había perjurado no ser candidata, incita a un clamor “popular” para serlo.

Por eso, parafraseando al escritor Alighieri, ser coherente no es fácil, pero vale la pena, porque la incoherencia es demasiado costosa.

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