La argentinela

¿Existe una bacteria o virus que explique cómo la Argentina está como está? ¿Puede, tal vez, producir efectos como el rencor súbito, el encono, la violencia callejera y la mediocridad como secuelas?

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Alberto Fernández junto a Axel
Alberto Fernández junto a Axel Kicillof (Crédito: Presidencia)

Nuestro país es vasto, con llanuras inmensas, montañas nevadas, el mar sin fin, buenos poetas, tenaces pensadores, unicornios y mucho más. Lo que hace más afligente el fracaso histórico que lo simboliza y pone como ejemplo buena parte del mundo. Se estudia el caso. Era rico y ahora es pobre. Era educado y con una escuela pública en todos los niveles, para pasar al regreso del analfabetismo, el adoctrinamiento, el fanatismo, la pobreza de ideas y de valor para enfrentar el autoritarismo siempre al acecho.

No es justo anotar la presencia cobarde y paranoica de Chaplinoamérica, donde las películas de Chaplin constan de un hombrecito desamparado, perseguido y amenazado por un gigantón de bigotazos y ojos en llamas que lo expulsa y se queda con lo que tiene. Chaplinoamérica es víctima del Imperialismo, pretexto de todo disparate, de toda ignorancia, de toda fatuidad célebre. Que existe, pero en mucho menor medida que en los argumentos siempre listos para retorcer los hechos, faltar a la verdad.

Algo próximo es lo ocurrido y ya advertido: la Selección ganó el Mundial de Fútbol por la unión, el trabajo en equipo, el mérito que de manera oficial, inusitada, se desterró de todo valor, caso único. Con el fabuloso Lionel Messi capaz de resolver lo complejo en segundos para sus compañeros que a la vez son sus admiradores.

Incapaces de organizar los festejos y garantizar la integridad de los jugadores, se abandonó cualquier intento. Hubo quienes saltaron al micro que los llevaba desde Ezeiza y, de haber conseguido entrar, se hubieran comido a los jugadores, locos de amor y canibalismo.

Selección argentina campeona del mundo
Selección argentina campeona del mundo en Qatar

El país también se compone de la parte salvaje, de bestias, de barras autorizados a cobrar por un estacionamiento sumas enorme, violentos y en clarísima complicidad. De manera que los jugadores ni se acercaron al Gobierno, separaron muy bien las cosas. Ganaron ellos, nadie más, y se fueron a sus casas, a sus pueblos. En Buenos Aires se juega en clubes, nunca en la calle, nunca en baldíos. La Scaloneta está alimentada por el interior, donde se forjan con mucho campo y noches estrelladas.

Ni siquiera miraron a los muppets encaramados a la política atentos a la llegada para ligar alguna foto: nada. Cada uno a su casa. Y que cada uno se haya ido sin pasar por un balcón retumba el efecto político. Dar la espalda a quienes buscaron exprimirlos y adjudicarse la victoria.

Es probable que el desencanto no sea con la democracia –imperfecta, a los ponchazos- sino con la avidez, el aumento de la pobreza, la mentira, el reñidero en vigencia y con las dificultades en la oposición.

La argentinela.

Es extraño, arduo de creer y no se sabe al respecto: en medio de un gran secreto el país padece la argentinela, una bacteria no registrada hasta ahora por la ciencia respetable y seria. ¿Podría ser? Una bacteria específica, local, que se investiga en alguna parte. Los argentinela no es una información, sin miedo, solo un rumor.

La argentinela -se observó- envejece y arruga las caras de los líderes políticos en unos días. El Presidente pronunció horas atrás que está en el cargo con más medallas, campeonatos y récords, como ningún otro, ofreciendo todo eso como logro propio. ¿Argentinela? No, no lo creo, no hay prueba empírica de su presencia. Sin embargo -me cuidaré de la pseudociencia- , lo anoto como una hipótesis remota entre tantas maneras de explicar cómo la Argentina está como está. ¿O será un virus? ¿Puede, tal vez, producir efectos como el rencor súbito, el encono, la violencia callejera y la mediocridad como secuelas?

¿Alguien conoce a alguien con argentinela? No, en realidad. ¿O hay tantos que no lo advertimos? Atengámonos a la razón y a lo demostrado, por favor.

Tranquilos: si esa posibilidad dudosa, esa evidente fake news, resulta ser cierta, nuestros infectólogos tan conocidos como actores o deportistas, sabrán crear algún antibiótico o una vacuna, un vacunatorio. VIP.

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