Fue el 15 de noviembre de 2015. Mauricio Macri y Daniel Scioli terminaban el primer debate presidencial de la historia argentina y acordaron que ingresasen sus parejas al escenario de la Facultad de Derecho de la UBA. La esposa del peronista abrazó a su marido. Juliana Awada hizo lo propio pero agregó un profundo y hermoso beso en la boca de Macri. Largo. Apasionado. Yo fui testigo privilegiado de eso porque estaba con Rodolfo Barili y Marcelo Bonelli moderando el debate.
Luego de escuchar las declaraciones del ex presidente del PRO sobre las (presuntas) libertades individuales que hay en Qatar pensé sin demasiado orden. ¿El beso de Awada y Macri fue ostentoso? De haber tenido Macri una pareja de su mismo sexo, ¿hubiese podido hacerlo en la Argentina? Lo primero no fue. Un beso no es ostentación. Es pura expresión pública de amor. Lo otro, sí hubiese podido ser. En el país de Macri el beso entre dos hombres no tiene el menor reproche legal.
En Qatar, en cambio, Macri no hubiera podido, al menos, lo segundo. Lo habrían detenido.
“En Qatar hay una evolución muy rápida, y hay altísima homosexualidad, ellos viven ahí, he estado con varios, y han dicho que no hay problemas, porque no se hace ostentación, no se hace un tema”, planteó Macri frente al siempre inteligente Diego Sheinkman en TN y no se inmutó mientras era observado por el periodista gay Osvaldo Bazan, autor de la Historia de la homosexualidad en Argentina, entre otros.
Desconozco si el presidente de la Fundación FIFA hizo un trabajo de campo en su visita al emirato árabe para cuantificar como “altísima” a la comunidad LGTBIQ+ que vive “sin problemas”. Quizá le ayude seguir los informes de Amnistía Internacional: “La legislación qatarí impone serias sanciones contra la comunidad. Por ejemplo, los actos sexuales entre personas del mismo sexo son ilegales y pueden dar lugar a una condena de hasta 7 de prisión”, afirma el dictamen que tiene escasos 6 meses de antigüedad. “Si las personas son del mismo sexo y musulmanas, se admite la ejecución”. Pena de muerte.
El Mayor general Abdulaziz Abdullah Al Ansari, a cargo de la seguridad qatarí, advirtió el 25 de noviembre pasado que no está permitido exhibir banderas o emblemas de la comunidad gay. El representante del Comité Organizador de Qatar 2022, Nasser Al-Khater manifestó en la misma época que los homosexuales tendrían prohibido mostrarse afecto delante de otra gente. “Besos y abrazos a escondidas”. ¡A escondidas! Dijo que tal restricción era y es por “respeto a nuestra cultura”.
Desconozco si estas restricciones (hay más) alcanzan para tipificar en el concepto de Macri como “problema”. Asumo personalmente que son violaciones inadmisibles a la libertad inalienable de elección sexual.
Lo que más impacta, sin embargo, es el concepto de “ostentación” que defiende el expresidente. Si por ostentación se entiende lo que el diccionario define como el acto de mostrar o hacer patente algo, el ejemplo más claro seria el de su beso con Juliana en el debate presidencial. Él podría reproducir su beso aquí y en la enorme geografía planetaria incluida Qatar. Yo, con mi esposo, y como millones de gay, no. En muchos sitios. Especialmente en Qatar.
En Qatar no hay bares con temáticas LGTBIQ+ ni lugares de reuniones sociales, afirma la ARCIGAY, una de las míticas organizaciones italianas en defensa de la comunidad. Los que se reúnan “ostentando” su elección sexual son detenidos y encarcelados. Lejos de la “normalidad”.
Macri se agravia y repudia, por fin, a los equipos como el alemán que (con enorme valentía) mostró una insignia gay en el brazo de su capitán respaldado por todo el equipo con una foto y sus bocas tapadas. “Si vos me invitás a tu casa a comer y yo acepto ir a comer, no te voy a insultar. Si no me banco, no voy a comer, pero si voy me comporto como corresponde. Si no les gustaba, que no hubieran clasificado, los hubiese reemplazado otro equipo”, dijo el ex mandatario.
Semejante afirmación intransigente, creo, admite la contraria en el razonar de esta forma. En esta lógica maniquea sostenida por Macri, ¿se puede deducir que si fuiste a Qatar, es que avalás la persecución a los gays o a las mujeres sometidas a restricciones inadmisibles como también denuncia Amnesty? Si voy y trato de visibilizar una discriminación haciendo honor al privilegio que tengo de vivir en una posición que me permite solidarizarme, concurrir a Qatar, no decir nada, y hablar de “absoluta libertad”, ¿me hace cómplice de las vejaciones a derechos básicos reconocidas por unanimidad por la comunidad democrática? Es pregunta.
Soy de la misma generación que el presidente Macri. Nos cuesta deconstruirnos. Ayuda, para hacerlo, pensar poniéndose en el lugar del otro y no argumentar siempre desde la primera persona del singular. Si nos cuesta la abstracción “el otro”, aceita el pensamiento recurrir a ejemplos cercanos. Un hijo gay yendo a Qatar, una mujer amiga sojuzgada en ese emirato, un filósofo cercano que debate la laicidad del Estado árabe permiten ponerle nombre y carnadura propia al tema. Seguro Macri puede encontrar congéneres próximos por sangre o afecto que lo alienten a pensar de forma diversa.
La última vez que crucé palabra con el hombre que gobernó entre 2015 y 2019 fue en un evento social. Ni bien me saludó, me dijo frente a mi esposo: “No hay nada más importante en la vida que la libertad, Luis”.
No pude no coincidir.
Si hoy lo viera, le diría que no hay nada más importante en la vida que la libertad a la par del derecho a ejercerla, exhibirla, hacerla patente.
Es importante la libertad y el derecho a “ostentarla”.
Sin perjudicar a un tercero ni correr el riesgo de la cárcel o la muerte, el ocultamiento de prepo o algún otro “problema”. Eso le diría a Macri.
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