El comportamiento del empleo viene siguiendo el crecimiento económico, pero sin mostrar aún signos de reversión que, probablemente, se vean en los próximos meses.
Según el Índice de Producción Industrial (IPI) de FIEL, en septiembre el nivel de actividad se ubicó un 4,2% por encima del año anterior. El Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) del Indec se ubicó también en septiembre un 4,8% por sobre septiembre de 2021, pero ambos indicadores muestran que las tasas de crecimiento se han venido reduciendo en los últimos meses.
El mayor nivel de actividad se ve reflejado en la evolución del empleo. Los últimos datos del Ministerio de Trabajo revelan que el empleo registrado total se ubica un 5,2% por encima del año anterior.
La desagregación de la información muestra que el empleo registrado asalariado en el sector privado viene creciendo a tasas de crecientes, que en los meses de julio/agosto (últimos datos disponibles) se ubicaron en el 5% anual. Con este crecimiento, el empleo asalariado formal privado logra recuperar el nivel de fines del año 2018.
Más dinamismo se observa entre los trabajadores por cuenta propia, autónomos y monotributistas, grupo que en el último año registró un aumento del 10% y se ubica en el nivel más alto desde 2012.
Por su parte, el empleo público creció alrededor del 2,5% en relación con el año anterior y solo el empleo registrado en casas particulares se contrae respecto a un año atrás.
Si bien el crecimiento ha impulsado mayor empleo, no ha pasado lo mismo con los niveles salariales. En el último año, el salario promedio en el sector privado formal -medido por el Ripte (Remuneración Imponible para el Trabajador Estable)- creció un 75% lo que, frente a un crecimiento de los precios del 83%, da cuenta de una pérdida del poder de compra salarial de más del 4 por ciento.
El empleo registrado total se ubica un 5,2% por encima del año anterior
Sin embargo, el aumento de los precios por encima del aumento de los salarios es un hecho que potencia el incremento del empleo. Desde el punto de vista del productor, una caída del salario real significa una caída en los costos.
De todos modos, cabe aclarar que, visto del lado de los costos, los precios relevantes para la comparación no son los mismos.
Cuando se analiza el salario desde el lado del trabajador, lo que se intenta evaluar es cómo cambia el poder de compra, por lo que se comprara la variación de sus ingresos con la variación de su gasto, que se mide con la variación de los precios al consumidor (inflación) y esto se resume en la variación del salario real.
La pérdida anual del poder de compra salarial resulta de más de 4 por ciento
Cuando se analiza el salario desde el lado de la empresa, lo que se relaciona es cómo evoluciona el salario con el precio al productor. Si el salario crece más, cada unidad de producto deja menos rentabilidad.
Esta evolución impacta en el costo laboral, pero en este caso los precios que se utilizan como comparación son los mayoristas.
Si bien con altos niveles de inflación todos los precios tienden a converger, precios al consumidor y al productor no necesariamente se mueven igual.
El costo laboral en términos reales tuvo una tendencia creciente desde el año 2003 que, tras una importante caída entre 2013-2014, llegó a su máximo en 2015. A partir de allí empezó a declinar, y hoy se encuentra en los niveles más bajos desde 2005.
En el último año, la caída que registra se ubica en 3,3%, mientras que, si se compara con el máximo registrado, trepa al 30 por ciento.
La aceleración de los precios probablemente continúe flexibilizando los salarios y reduciendo el costo laboral real. Pero eso solo no alcanza para sostener el empleo y, en la medida en que el nivel de actividad se enfríe, no faltará mucho para que el empleo siga esa misma tendencia.
Esta columna fue publicada en Indicadores de Coyuntura de FIEL 648, diciembre 2022
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