Los cambios de signo llegan a veces inesperadamente.
A los argentinos no nos gustan los helicópteros sobrevolando la Ciudad, representan una imagen y un sonido que no trae buenos recuerdos ni buenos augurios. Son la foto de un alerta, de un “algo está mal”. De un “quién irá ahí adentro” o “de qué se está escapando” el que se va. Sin embargo, a partir de hoy, a partir de ahora, esta frase deberá escribirse en tiempo pasado: no nos gustaban los helicópteros sobrevolando la Ciudad porque eran la marca registrada del dolor y la caída: desde hoy, y gracias a la selección de fútbol más querida de nuestra historia, los helicópteros también pueden ser símbolo de alegría y felicidad popular.
Después de estos días estremecedores en el camino al triunfo en Qatar, todos los argentinos tenemos ya nuestras escenas favoritas grabadas a fuego en la memoria familiar. Nos vimos padecer y llorar, gritar como animales; nos encontramos manteniendo cábalas insólitas o leyendo notas de brujas argentinas hasta el fin y, en el momento en el que llegamos a destino, en ese final soñado por décadas, nos abrazamos envueltos en felicidad, con la satisfacción por la copa y por haber dejado atrás la maldición del fracaso.
Fueron y aún son días para estar en comunidad, juntos en la esperanza y en la consagración, alentados y estimulados por las palabras y las acciones de una selección que no para de dejar enseñanzas. Juntos también en la ilusión de pensar un reencuentro con amigos y familiares para compartir emociones y felicidad luego de años de divisiones.
Juntos para hacer programas inimaginables, para bombardearnos con stickers de Argentina y el Mundial, para devorarnos las historias de vida de los jugadores héroes, para revolear banderas y para salir en oleadas a la calle en celeste y blanco y dar vuelta la imagen del diciembre trágico del 2001, cuando no solo cayó un gobierno sino también la ilusión de un futuro.
El 20 de diciembre del 2001 será siempre una fecha que guarda las peores memorias institucionales, la penosa foto del presidente De la Rúa huyendo desde el helipuerto de la Casa Rosada y un duelo que no cesa por los 39 muertos y los 500 argentinos heridos por la represión.
Pero a partir de hoy eso no se trasladará necesariamente a cada diciembre y esa transformación no llegó por obra de la política -que, por otra parte, parece cada vez más alejada de cualquier signo de celebración popular- sino a través del fútbol, que consiguió regalarnos una descarga emocional largamente esperada en un año durísimo y en un país desacostumbrado a las buenas noticias
El día de hoy -con un paseo en micro inolvidable de los jugadores allí por donde se podía y, luego, llevando la caravana hacia el cielo para superar todo obstáculo- consiguió desplazar la connotación trágica de estas fechas por una connotación festiva. La locura en Buenos Aires también puede tener color de fiesta.
20 de diciembre de 2022: la calle, tomada para la celebración y no para la protesta o la represión; el cielo, tomado por asalto para compartir desde los helicópteros la alegría de los millones que salieron a decirles gracias a quienes consiguieron mucho más que un éxito deportivo.
Son los “muchachos” que, además de ilusionarnos de nuevo y devolvernos la alegría, consiguieron también remontar la historia.
Seguir leyendo: