Estelaridad versus continuidad: el Síndrome de Sobremonte

El camino de la historia económica Argentina tiene muchos parámetros similares al de los logros en el fútbol internacional, donde los argentinos tienen una tendencia muy sesgada a la idolatría

FOTO DE ARCHIVO: El futbolista argentino Lionel Messi celebra el gol de su compañero de selección nacional Julián Álvarez durante el partido de semifinales de la Copa Mundial 2022 entre Argentina y Croacia disputado en el estadio de Lusail, Qatar, el 13 de diciembre de 2022 (REUTERS/Kai Pfaffenbach)

El camino de la historia económica Argentina tiene muchos parámetros similares al de los logros en el fútbol internacional.

Tenemos una propensión o una tendencia muy sesgada a la idolatría, rémora pagana que no pudimos saldar ni con la elección del jefe supremo de la iglesia católica. Un Papa no ecuménico solo podía ser argentino.

Esa desviación nos hace elegir por sobre la sobriedad al exceso, por sobre el esfuerzo y la cotidianeidad la inspiración divina, nos lleva a elevar a la estratósfera los logros valiosos (los insignificantes también) y llorar a mares derrotas duras y simples traspiés.

En un ejercicio irregular de psicología, me atrevo a percibir un conjunto de síntomas característicos de nuestras conductas, a las que podríamos titular el Síndrome de Sobremonte.

La historia de las grandes gestas civiles como el rechazo a las invasiones inglesas, la Revolución de Mayo, la Generación del 80, el PBI en el medallero, el radicalismo, el peronismo de la Constitución histórica y la vuelta a la democracia son ocasiones estelares y fugaces en un largo recorrido. Más de 200 años, no tiene una joven nación.

Gris y ruinoso devenir colmado reiteradamente de muchos personajes que extraen tesoros y se los llevan a otros lares, héroes fugaces como Liniers (el francés) luego fusilado por Castelli (mi héroe nacional) , golpistas y asesinos y, la estelaridad más dolorosa de todas, la de la dictadura asesina victoriada en un éxtasis sin par en Plaza de Mayo con Galtieri en el balcón.

Flashes y carteleras luminosas para momentos. Fotos, no películas. Muestras gratis, no producción industrial. Grandes artistas, pocos guionistas. A eso nos reducimos. Solos, sin ayuda ni intromisión conspirativa de nadie.

Y el fútbol nuestro de cada día como imagen de todo. Lenguaje nacional compuesto de un dialecto propio, ideogramas y símbolos culturales.

Estallamos con Kempes y deliramos con Maradona. Archivamos a Stabile y el subcampeonato de 1930. Si no fuera por Qatar, también cancelábamos el de 2014. En las charlas de bar, sin var, nos vengamos de Malvinas, conquistamos la tierra de nuestros antepasados y reinterprétanos la biblia con un D10S mortal. Pasión por lo efímero, desprecio por lo constante y duradero.

La selección de Argentina celebra con sus hinchas tras vencer a Croacia en las semifinales del Mundial, el martes 13 de diciembre de 2022, en Lusail, Qatar. (AP Foto/Martin Meissner)

Se vienen años difíciles. Solo un pacto sobre políticas públicas a largo plazo, que incluyan una aceptación de la realidad, puede salvar algo del sistema de salud y previsional argentino. No me extiendo, entre los mundiales que no jugamos y este , la expectativa de vida se dupilcó.

Puede que el fútbol sirva además, para esto, para entender nuestra historia y nuestros sesgos. Para metaforizarla y trasmitirle a los jóvenes los conocimientos que almacena la tradición . Y no tropezar por enésima vez con la misma piedra.

En Qatar está cambiando la historia, más por recambio generacional que por convicción general. Se van renovando los profetas y son pocos los que pueden atestiguar como definía Erico o jugaba Rojitas, se va perdiendo la tradición oral. Pero algo es algo.

Un día antes de la final estamos felices y memoriosos de este ciclo fantástico, laborioso y continuo que significa la carrera de Messi. Esfuerzo repetido y en línea a un fin determinado, apoyo familiar y responsabilidad profesional. Políticas públicas plurianuales. Compromisos duraderos. Actualización de objetivos y comprensión de la realidad presente.

¿No será que al final las estrellas fugaces enceguecen por un rato los sentidos, mientras las otras nos iluminan el camino?

Hay estrellas y estrellas.

Continuidad, perseverancia y que todo termine como empezó, un 15 de julio de 1930, pero con una estrella permanente más.

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