Los mil y un modos de maternar

La actriz narra cómo fue el rodaje de Cabo Polonio, en la que compartió el elenco con Carmen Maura y Sofía Gala. Su reflexión acerca de los vínculos familiares y la necesidad de ponerle etiquetas

Hace menos de un mes terminé de filmar Cabo Polonio, una película que escribimos con Gustavo Gersberg hace seis años y terminó de dar sus frutos recién este año

Hace menos de un mes terminé de filmar Cabo Polonio, una película que escribimos con Gustavo Gersberg hace seis años y terminó de dar sus frutos recién este año. Desde la producción de Cimarrón, hasta la dirección de Nicolás Gil Lavedra y el laburo de todo un equipo increíble, pude transitar uno de los mejores, por no decir el mejor rodaje de mi vida. Y tuve de compañera a Sofía Gala, sobre quien verdaderamente no me alcanzan las palabras para describir lo espectacular que es. Tendría que inventar nuevas y aún así no estarían a la altura de lo que fue compartir con ella este viaje.

Lo interesante de este rodaje, además de toda la gente que quise y ahora quiero, es que la historia, es decir el viaje de los personajes, lo vivió también el equipo y lo vivimos nosotras como actrices, como personas. Que, aunque parezca obvio en el terreno de la actuación, no siempre funciona así. Y se nota muchísimo cuando no es así, cuando el actor siente un vacío dentro de sí misme, traspasa la pantalla. En fin, la cuestión es que nos embarcamos todes a una road movie que viajó por Montevideo, Valizas y Cabo Polonio para contar la historia de dos hermanas en busca de alguien, en busca del padre de una de ellas.

Spoiler alert: Paula (Sofi), la hermana mayor, le confiesa a Azul (a mí), que es su madre y no su hermana. Cuando la escribimos, creíamos o por lo menos yo creía, que la transformación de ellas era pasar de ser hermanas a ser madre e hija. Sin embargo, con la creación carnal que hicimos con Sofi y, sobre todo, al verla a ella transitar esa nueva realidad que nos acontecía y escuchándola decir lo que antes estaba escrito en un papel, entendí que en verdadla transformación era encontrar todos los grises del medio que hay entre esas opciones de vínculos. Y de hecho, eso es la película; todo lo que hay además de ser hermanas, además de ser madre hija, todo eso a la vez.

Esta posibilidad de articular y la dinámica que se me presentó mientras filmaba me llevó a pensar en la cantidad de tipos de vínculos que une puede tener con sus padres, la cantidad de posibilidades sin la necesidad de un rótulo o etiqueta. En mis propios vínculos con mi familia. ¿Cuántas personas hay que tienen hermanes que operan como padres o viceversa? O amigues que son más familia que la propia familia, o el formato clásico, o animales, o uno inventado que aún no conocemos. No hay un modo de ejercer la maternidad y paternidad, todos los modelos familiares son legítimos. Lo importante no es el marco legal sino el afecto y el compromiso que tengamos con esas personas; formar una familia democrática y saludable que nos identifique y haga bien. De algún modo, yo había escrito sobre una búsqueda personal “más plana”; Azul se entera de que su madre no es su madre y entonces quiere buscar a su verdadero padre. Pero no fue hasta que ya estábamos viajando que entendí la profundidad de su búsqueda, superó cada palabra escrita, cada idea socio-cultural sobre cómo funciona para mí una madre con su hija. Esa es otra de las grandes magias del cine, cómo una hoja de pronto se transforma en algo completamente vivo, que incluso toma vida propia y entonces deja de estar dentro del terreno de lo controlable como es el guión (el safe place).

Lo interesante de este rodaje, además de toda la gente que quise y ahora quiero, es que la historia, es decir el viaje de los personajes, lo vivió también el equipo y lo vivimos nosotras como actrices, como personas

A estas dos hermanas-madres-hijas se les acaba de morir su madre “en común”, Teresa, (que en términos biológicos sería la abuela de Azul). Yo antes estaba segura, a la hora de preparar al personaje, que Azul experimentaba durante todo el viaje un doble duelo, una doble pérdida; la muerte física de su madre y la muerte conceptual (el hecho de que “en realidad no lo es”). Pero, si bien al principio pareciera que ella transita solo por eso, con el correr de las escenas me fui dando cuenta de que el cambio de rótulos debido a la mentira no hacía que Teresa dejara de ser su madre. De nuevo aparecían todos los grises; Azul podía seguir sintiéndola como tal inclusive sabiendo que su “verdadera” madre era Paula. Ahí es en donde cuestiono a rajatabla la frase de “mamá hay solo una”, porque me parece que ya no cuaja en los tiempos que corren, ya que se puede sentir a más de una mamá y a más de un papá. Y sentir, siempre y cuando sea democrático y sano, es casi como tener. Y ahí está, creo, la importancia del mayor de los derechos innegociables: el de poder elegir. Que, lamentablemente aún sigue operando como privilegio.

Además de Teresa, Azul y Paula tienen a otra mujer en sus vidas: Mecha. Este personaje que dio tanto gusto escribir de pronto se volvió tridimensional (o más) con la interpretación de Carmen Maura. Todavía sigo procesando lo que fueron esos días de rodaje, inmejorables para arrancar a hablar. Mecha, desde sus posibilidades y lugar que ocupa en sus vidas, también es como una madre para ellas, sobre todo para el personaje de Sofi. Y Mecha ni siquiera es que vive con las hermanas, pero el sentimiento maternal está de todos modos. Porque ahí está la cuestión, o al menos la pregunta que me y les hago: ¿Hace falta ser madre para maternar? Mejor dicho, ¿Es posible maternar sin tener une hije? ¿Se puede tener une hije, pero maternar a otre? En lo personal, creo que sí. Yo materno a mis perros todo el tiempo, a mis amigues también un montón y muchas veces hasta a mis propios padres. Y también hemos maternado a parejas, no nos hagamos los cools. De todos modos, si bien la palabra maternal es relativa a la madre, creo que es mucho más profundo que “tener une hije”. Inclusive sabiendo que está lleno de padres que no paternan y lleno de madres que no maternan. La palabra maternar no deja de ser un verbo, una acción que podemos hacer sin necesidad de un marco materno que nos ampare. Ahí se abriría una pregunta mucho más profunda que sería: “¿Qué significa ser madre o padre?”, quedará para otra columna…

Cómo les decía… Mecha, no solo las cuida y da amor “como una madre”, sino que las une, les recuerda su fortaleza de hermanas y es desde ese lazo de amor que hay entre ellas, que pueden comenzar el viaje que las compete; un viaje en el que Azul entiende que Paula la maternó siempre, que nunca necesitó una etiqueta para sentirse protegida por ella. Y es eso lo que la hace sentir una madraza, es todo lo que ya existe lo que la convierte en su madre, todos esos claroscuros. Porque ellas dos son mucho más que madre e hija, son hermanas, son amigas, son compañeras y son equipo.

Y así fue, con el equipo, con Nico el director, con Carmen y sobre todo nosotras que fuimos un tejido poroso, un aquelarre de dos mujeres unidas por un mismo objetivo; hacer una película y encontrar un padre

Así mismo nos pasó con Sofi: un intercambio vincular que, sin dudas de nuevo, traspasa la pantalla. Todo eso que los actores transitamos no es gratuito, ni efímero, queda congelado en frames que después, pueden gustar más o menos, pero les aseguro que si los actores no están vacíos, entonces la pantalla tampoco.

El día en el que conocí a Sofi supe, sin ningún tipo de duda que, no solo nos llevaríamos muy bien, sino que tendríamos un entendimiento mayor, especial. Y así fue, a medida que nosotras nos conocíamos más y nos queríamos más y nos aceptábamos más, a Paula y Azul les pasaba lo mismo y viceversa. Ambos vínculos, el de los personajes y el nuestro se nutrían para formar un tercero. En algún punto, terminó siendo todo una misma materia de creación, amor, risas, angustias, vulnerabilidad y fortaleza. Cada cosa que nos pasaba por fuera de la toma potenciaba, inconscientemente, nuestro trabajo en set.

Es cuando el viaje ya está terminando que entonces Paula y Azul se dan cuenta de que son ellas y el mundo. Lo que importa no es quién es la madre de quién, sino lo que ya son: un equipo. ¿Después de todo la familia no es eso? ¿Les amigues no son eso? ¿Acaso lo lindo de rodearse con la gente que une ama no es armar equipo? ¿Una tribu? Sofi lo dijo el día que nos conocimos: “por un mes nosotras vamos a ser como una tribu”.

Y así fue, con el equipo, con Nico el director, con Carmen y sobre todo nosotras que fuimos un tejido poroso, un aquelarre de dos mujeres unidas por un mismo objetivo; hacer una película y encontrar un padre. ¿Y entonces qué pasa cuándo lo encuentran? ¿Qué pasa cuando termina la peli? Los infinitos grises construídos pasan, todo lo que hay en el medio de ser amigas y compañeras, madre e hija, hermanas. Porque la unión de estas dos mujeres es tan, pero tan poderosa que no hace falta ninguna definición más que la del amor para que se construya. Porque esa construcción, para mí, es absolutamente empírica y no social o cultural, como lo es el mandato patriarcal de una familia, el mandato de una “buena madre” o de un “buen padre”.

Estamos atravesades por una maternidad institucionalizada y con un posicionamiento político que se asocia únicamente al de “ser madre o ser padre”. Reconocer que las redes de contención son variadas y que se encuentran en distintos espacios, es deconstruir el verbo maternar, es ampliarlo y sobre todo, dejar de hacer asociaciones entre palabras y acciones (maternar-madre/paternar-padre) que lo único que nos hacen es limitarnos. Cada une borda su propia forma de maternar; algunes con formas más sostenibles, otres más sociales y comunitarias y otres más clásicas. Y esto no me lo enseñaron los libros ni solo la película Cabo Polonio, esto me lo enseñó mi amiga Sofi, en nuestras charlas, en nuestros ensayos, pero sobre todo lo aprendí viéndola. Verla maternar a su hija Hele y a su hijo Dante, a su personaje, a mi personaje y a mí. Una mujer pulpo conmuchísimas maneras diferentes de maternar, todas igual de legítimas, válidas y hermosas. Cada una con su propia responsabilidad y desafío, obvio, pero maternando al fin y al cabo, que es lo que importa.

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