“Hay que llegar al mundial” fue la fatigante letanía con la que el oficialismo gestionó esperando noviembre. Y Qatar llegó.
Lejos de reconciliar a la gente con su dirigencia, los maravillosos días mundialistas expusieron la insondable distancia que separa a la política de las emociones y necesidades colectivas.
A horas del ingreso del equipo argentino a la final y con multitudes festejando en las calles, Alberto Fernández convocó a celebrar sus tres años de gestión. Error. No solo porque hay poco o nada para festejar, sino porque la escena montada con pompa para la ocasión expuso al jefe de Estado más solo que nunca.
Un armado al aire libre en la plaza Colón (con perdón de la palabra) a tiro de drone, bajo el sol calcinante de un tórrido mediodía hicieron el resto. No pudo ser peor.
Alberto Fernández logró escenificar el profundo aislamiento al que lo condenó la fuerza que lo llevó al poder. No solo el kirchnerismo lo dejó expuesto solitario y final, sino que también los gobernadores lo dejaron solo. Justamente a él que se jactó de apalancar su poder para un proyecto federal.
Un solo gobernador, el tucumano Osvaldo Jaldo. Unos pocos intendentes y el notable faltazo de su ministro del Interior Eduardo de Pedro y de Segio Massa. Ni Malena Galmarini, Fernanda Raverta, ni Luana Volnovich. Cero diversidad. Más la evidencia de un gabinete desarticulado en el que cada cual está jugando su juego.
“El próximo presidente tiene que ser uno de nosotros”, dijo exultante Alberto Fernández, sin registro alguno del contexto en que se mueve.
No queda claro a quién se refiere con “nosotros”. O mejor, dónde termina el “nosotros” y empieza el “ellos”. Tampoco queda claro de qué lado del firmamento K quedó el mismísimo presidente, aunque a juzgar por últimos dichos de Juan Grabois parecen haberlo arrojado al purgatorio del poder.
“El bono dispuesto por el gobierno es un escupitajo a los pobres”, disparó Grabois. “Una burla, ni Macri se animó a tanto”. Lo que se dice, fuego amigo.
Feroz como nunca antes contra los propios, el dirigente de la UTEP la emprendió contra la ministra Tolosa Paz. “Gana 700.000, vive en una mansión y le pisa la cabeza a los trabajadores”.
El bono de $13.500 a pagar en dos partes encendió la bronca piquetera. Las organizaciones salieron a incendiar la calle en un diciembre recalentado.
La novedad de este viernes fue que las organizaciones afines al oficialismo se sumaron a las organizaciones de izquierda y que no solo se concentraron frente al Ministerio de Desarrollo Social sino que también hubo quienes se desplazaron hasta las ya caldeadas veredas de la cartera económica.
“Dicen que soy timorato”, dijo Alberto Fernández, afecto a la autoflagelación. Imposible no linkear con el inolvidable spot de Fernando de la Rúa. “Dicen que soy aburrido”. Temerario, Fernández se postula para ponerse al frente y “ordenar” al Frente de Todos.
Alberto Fernández dice encarnar un supuesto liderazgo ordenador luego de la conmoción que produjo en el interior de la coalición opositora el anuncio de CFK de que no será “candidata a nada”.
La novedad dejó a su espacio político en estado de perplejidad.
Está claro que ni el kirchnerismo en su forma más pura, ni el peronismo ortodoxo no parecen disponer de candidatos. El mayor desafío del momento consiste en evitar que se escurra ese núcleo duro del 25% que dicen nunca abandonaría Cristina. Por el momento no hay quien pueda hacerse cargo de esta tarea.
Ocurre que ya no se puede ganar elecciones con una estampita, con el escapulario de Santa Cristina. Todo está demasiado roto para suponer que con el mito o la leyenda se llenan urnas. Sin ella presente en cuerpo y alma no hay quien llegue.
El “modelo productivo” que CFK reivindica como propio y por cuyo éxito dice ser crucificada dejó al país sumergido en la inviabilidad productiva y a la gente chapaleando en la pobreza, clase media incluída.
El estrépito abrió para muchos una ventana de oportunidad y movilizó a un sector del peronismo siempre a la espera de sacar a CFK y La Cámpora de encima. La reunión que los gobernadores y connotados dirigentes cegetistas compartieron esta semana van en ese sentido. La idea es explorar qué chances deja la vacancia cristinista.
Entre las huestes K reina el desconcierto. Nadie parece saber bien dónde ponerse. El furioso revoleo de Cristina generó una estampida. Desalojados del bajo falda de CFK todos buscan asegurarse un lugar bajo el sol. Cristina salió a patear un hormiguero.
Mayra Mendoza fue la primera en reinterpretar a la vicepresidenta condenada. “Hay que dejar de vivir de los beneficios que tiene Cristina en términos electorales”.
La intendente de Quilmes dijo que “hay que salir a discutir el proyecto político que representamos, porque hay muchas cosas de este gobierno actual que no tienen que ver con nuestra génesis, nuestro ADN”.
El kirchnerismo no sólo toma distancia del presidente en ejercicio, también macera enojo por lo que suponen es un solapado regocijo frente al renunciamiento de CFK. Algo que en la cosmovisión albertista puede interpretarse como un sortilegio que mejorará las chances electorales de Alberto.
No queda claro si las feroces críticas que a diario caen sobre Alberto, alcanzan a su ministro de Economía Sergio Massa. Por el momento todo parece indicar que lo siguen bancando, aunque por lo bajo hay un ruido que empieza a hacerse escuchar.
Grabois fogonea una eventual candidatura de Eduardo “Wado” De Pedro y asegura que si el ministro del Interior va por la presidencia él baja su candidatura. “Wadito” es para muchos un candidato cantado. “No es el Che Guevara, no es un dirigente radicalizado”, asegura Grabois quien de paso sacó a relucir vía Twitter el “que se vayan todos” justo en las vísperas del emblemático 20 de diciembre. Una advertencia.
En la provincia de Buenos Aires las cosas están que arden. La situación de Kicillof se complica.
El niño mimado, el único que retiene el voto de Cristina está bajo fuego. La muy mala relación con los intendentes logró alinear a varios de los jefes comunales tras la figura de Martín Insaurralde, quien también sueña con la Gobernación.
La refriega callejera que se armó frente a la Legislatura mientras se debatía el Presupuesto 2023, que terminó con 8 personas heridas y el despacho de un diputado hecho trizas, es solo una muestra de las tensiones que se están cocinando en el peronismo provincial.
Con el Gabinete dividido y desarticulado y la Cámara de diputados paralizada, Alberto Fernández se da el lujo de recibir en la Rosada a Isabel Jones Huala, un encuentro que definió como histórico. Insiste en acumular millaje K. Parece no comprender que su cuenta ya venció. Y que no hay mérito ni silicio que lo redima frente a lo que ya decidieron defenestrarlo.
Sobre la última hora del viernes la Corte Suprema de Justicia de la Nación anunció que el miércoles tomará juramento a los diputados designados para el Consejo de la Magistratura, tras anular la decisión de la presidenta de la Cámara de Diputados, Cecilia Moreau, quién había retirado los nombres de los legisladores desatando una bochornosa batahola que paralizó la actividad del cuerpo.
El Supremo tribunal también dejó firme la condena a Milagro Sala en la causa “Pibes Villeros”. Una cuestión en extremo sensible para el oficialismo.
Mientras todo esto pasa en el deslucido escenario de la política, la gente está en otra cosa.
La inmensa mayoría de los argentinos se solaza por primera vez en años en permitirse disfrutar una emoción compartida.
Una marea de sentimientos positivos envuelve con su energía al equipo que hoy nos representa ante el mundo. Ellos expresan una cantidad de valores en los que la mayoría quiere y cree verse representada.
Dedicación y esfuerzo, trabajo en equipo, planificación, resiliencia frente a la adversidad, empeño por superar las dificultades. Reconocimiento y respeto por los méritos individuales propios y ajenos y complementación y entrega para alcanzar los objetivos.
El mundo disfruta embelesado del juego de nuestros chicos y se deja deslumbrar por un Messi que llega a su madurez deportiva entero, apabullante en el juego, sólido en el liderazgo sin perder la cabeza, sencillamente humilde frente un país que se rinde a sus pies para agradecerle este bello momento de alegría en un mar de adversidad.
En estos dulces días de emoción y gloria todos volvimos a sentir que somos parte de un todo y que son muchas más las cosas que nos unen que aquellas con las que pretenden separarnos.
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