El libro es el elemento emblemático que ha atravesado nuestra vida y permite describir a la escuela no solo en sus comienzos, sino también en la actualidad. Es una herramienta pedagógica usada diariamente por los docentes y los estudiantes, surgida en la modernidad con la creación de la imprenta por J. Gutenberg (Alemania) hacia el año 1453.
Históricamente, los pueblos primitivos transmitían sus tradiciones a través de los cantares (cosmogonías, mitos) y con la invención de la escritura, (3000 a.C.) impregnaron sus ideas en piedra, luego en otros elementos, tales como bambú y madera en Asia. En China, por ejemplo, se utilizó la seda como soporte alternativo a ambos desde el 400 a.C. hasta el 900 d.C. En otros lugares, como la Mesopotamia, se usaba la arcilla o el papiro, en Egipto. El bronce, el hueso y el caparazón de tortuga también fueron soportes de signos escritos, pero su empleo fue limitado.
El papel ingresó desde China a Europa en el siglo XII. Se le atribuye su invención a Cài Lún, un funcionario de la dinastía, aunque se cree que el material ya se utilizaba cien años antes debido a que la seda era muy cara y el bambú muy pesado. Este material fue el factor más importante para el desarrollo de la imprenta, ya que el papiro y el pergamino no resultaban apropiados para imprimir. La fragilidad del primero y el tejido fino del segundo, resultaban muy oneroso.
En occidente, la fabricación de papel se extendió durante los siglos siguientes por toda Europa. De hecho, el libro impreso como sustituto del libro manuscrito fue el gran invento de la modernidad y, a su vez, la reforma católica fue posible, en mayor medida, consecuencia de la libre interpretación de la Biblia propiciada por la imprenta. Un dato interesante es que entre los años 1450 y 1500 se imprimieron más de 6.000 ejemplares de obras diferentes.
La imprenta transformó la difusión del saber, es decir, no solo abarató costos, sino que horizontalizó y masificó la información. De hecho, provocó cambios sociales y religiosos a partir de la impresión y la difusión de la Biblia, dando lugar a la Reforma protestante.
Durante el siglo XIX, se concretó un dispositivo de prensa accionada por vapor: la prensa de cilindro y la rotativa. Y, ya en 1871, Richard March Hoe perfeccionó la prensa de papel continuo que producía 18.000 periódicos por hora.
Sin embargo, durante los primeros tiempos, el libro no fue bien recibido. Se creía que produciría enfermedades, ya que las personas permanecerían sentadas durante horas, o que traería padecimientos psicológicos por el exceso de imaginación o, también, que aumentaría contagios porque los lectores usarían saliva para pasar las páginas. En este sentido, un filósofo de la época señalaba que la lectura era un narcótico y un pasatiempo inútil.
Hoy por hoy, Internet mediante, cambió la forma de leer y escribir y, a su vez, la visión del mundo. En consecuencia, el espacio virtual, ¿reemplaza al libro, producto de la modernidad?
Muchos fueron los que vaticinaron que la gran memoria del mundo reemplazaría al texto escrito. Sin embargo, a mi parecer, el libro sigue siendo uno de los medios más importantes para la transmisión del saber. Y, más allá de la comodidad de acceder a toda la información virtual que permite el ciberespacio, quién haya leído un libro alguna vez no puede negar el placer que el texto escrito transmite y la sensación única que el soporte de papel admite. Lo nuevo no necesariamente llega para desechar lo viejo.
Las ventajas del libro digital son que permite que accedan nuevas audiencias, los autores pueden publicar a bajo costo y cualquiera puede “bajar” los textos que le interesen sin gastos onerosos. Quizás sería muy eficaz que los docentes enseñen a buscar y elegir en la web, un tanto caótica, aquello que les gusta o necesitan los estudiantes.
Sin embargo, hoy por hoy, sigue habiendo tensión entre texto en papel y texto digital. En Londres, cuando inicias una búsqueda de libro on line, Amazon sugiere comprar el objeto en la librería más cercana.
No se puede negar la inmediatez y la facilidad que permiten los medios digitales, leer es más fácil. Por tanto, libros en papel y digitales no se contradicen, bien podría el segundo ser un complemento del primero, un instrumento con todas sus ventajas en esta nueva época.
En definitiva, ninguno de los presagios planteados se cumplió, el libro no enferma ni Internet vino a extinguir al formato papel, solo es necesario aprender a usarlos para buscar aquello que realmente nos interesa, incursionar en nuevos caminos, y, por qué no, mejorar la calidad de vida. Es solo cuestión de navegar por nuevos mares.
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