Liberalismo, puente de platino hacia la libertad

Para lograr una auténtica democracia, el gobierno tiene que ser multipartidista, reducido y extremadamente eficiente. La experiencia ha demostrado inequívocamente que las burocracias estatales tienden a crecer en forma exponencial y abusar inexorablemente de los poderes que les han conferido

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Liberalismo, puente de platino hacia
Liberalismo, puente de platino hacia la libertad (Shutterstock)

Que época histórica y avasallante nos toca vivir… la podríamos definir como una sinusoide en la cual la libertad serpentea ante los embates de la izquierda clásica, vernácula y el nacionalismo/populismo de extrema derecha, cual dócil y fiel partenaire de los amantes de la hoz y el martillo, resabios ultra marginales del comunismo, hoy sólo presente en forma original en Cuba y Corea del Norte.

Recordemos que al liberalismo lo definimos como la doctrina política, económica y filosófica que defiende la libertad individual, preconiza el Estado limitado y fuerte en sus funciones específicas, restringiendo su intervención en la vida social y promoviendo en consecuencia la iniciativa privada como medio para el crecimiento económico y el bienestar general.

Asimismo, es un firme y apasionado defensor de las libertades individuales oponiéndose desde sus inicios al absolutismo y al despotismo ilustrado, regímenes vigentes principalmente durante la siniestra y perversa Edad Media, desde la caída del Imperio Romano de Occidente en el 476 hasta el año 1.492 con el descubrimiento de América.

Constituye, en síntesis, la corriente de pensamiento cuyas tres columnas básicas fundamentales son: el Estado de Derecho, la Democracia y la Economía de Mercado. No nos cansaremos de recordar que este trípode es inescindible ya que si falta una de sus patas, la doctrina puede ser catalogada de mil maneras diferentes pero jamás será considerada liberal.

La historia de esta corriente de pensamiento que terminó con la esclavitud en todos los sentidos y por primera vez en miles de años la dignidad del ser humano fue finalmente reconocida, se extiende por la mayor parte de los últimos tres siglos, a partir de la Revolución Gloriosa, del Constitucionalismo Inglés y de la Revolución Americana, entre otras fuentes importantes, como respuesta a las brutales guerras religiosas en Europa durante los siglos XVI y XVII y a la falta del reconocimiento de los derechos inalienables de las personas, haciendo énfasis en la elaboración de argumentos contrarios a la monarquía absoluta y su pretensión de monopolio sobre la verdad desde el punto de vista político, económico, filosófico y religioso.

Los fundamentos intelectuales fueron establecidos por John Locke que apuntó a un decisivo impulso de la Ilustración cuyo extraordinario legado constituye el andamiaje rector del Liberalismo o sea del Sistema Institucional de la Libertad que cuestionó sin atenuantes las viejas tradiciones de las sociedades medievales y sus gobiernos despóticos y totalitarios. Estas nuevas ideas se unieron finalmente en poderosos movimientos revolucionarios que derrocaron regímenes feudales, autoritarios, especialmente en Europa, América Latina y América del Norte.

La cuestión de fondo es modo que el liberalismo entiende la naturaleza humana y establece una propuesta para que todas las personas accedan al más alto nivel de prosperidad potencial que tengan de acuerdo con los valores, actitudes e idoneidad que posean, unido al mayor grado posible de libertad en el seno de una sociedad que reduce al mínimo los inevitables conflictos. Al mismo tiempo descansa en dos actitudes vitales que conforman su génesis: la tolerancia y la razón, en consecuencia contrario a cualquier tipo de dogmas que solo traen atraso, pobreza intelectual y económica. El gobierno debe resultar del consentimiento de los seres humanos libres con el objeto de regular la vida pública sin interferir en la esfera privada, incluidas las ideas políticas y/o religiosas de sus habitantes.

Para el liberalismo el Estado ha sido concebido “por” y “para” el individuo y no a la inversa. Se valora el ejercicio de la libertad individual como condición insustituible para alcanzar los mayores niveles de progreso, enfatizando que el derecho a la propiedad privada es fundamental puesto que sin ella el individuo está perpetuamente a merced del Estado.

Asimismo debemos recordar que esta Doctrina se basa en la responsabilidad individual ya que no puede haber libertad sin ella. Los hombres y mujeres son responsables de sus actos, asumiendo riesgos siempre teniendo en cuenta las consecuencias de sus decisiones, sin interferir nunca en los derechos de los demás. Precisamente y para regular los derechos y deberes del individuo con relación a sus pares, nace el Estado de Derecho, es decir una sociedad regida por leyes positivas que no otorguen ventaja a persona, partido o grupo alguno, evitando de esta manera en forma terminante con cualquier tipo de privilegios.

Los fundamentos intelectuales del liberalismo
Los fundamentos intelectuales del liberalismo fueron establecidos por John Locke (Shutterstock)

La tercer columna que mencionamos al inicio de este trabajo que posibilita alcanzar el desarrollo individual y la eficiencia en la asignación de los recursos, es a través de un mercado libre, sin la intervención del Estado, cuya única función al respecto es crear las condiciones de “competencia” e “igualdad de oportunidades” para todos los ciudadanos. Sus orígenes se consolidaron como una respuesta a los privilegios de la nobleza que poco y nada aportaban a la sociedad en su conjunto y por otro lado el rechazo al mercantilismo, retrógrada escuela de pensamiento que defiende a ultranza la malsana intromisión del Estado en la economía. Ejemplo concreto fue la manera que la Corona Española sojuzgó a sus colonias americanas, incluido el Virreinato del Río de la Plata. Para el liberalismo, las fuerzas de oferta y demanda son la forma natural que llevarán a un equilibrio en donde los precios reflejan la escasez relativa de los bienes a disposición.

Respecto a la democracia para que realmente lo sea en forma integral, tiene que ser multipartidista y debe estar organizada con un gobierno reducido pero extremadamente eficiente ya que la experiencia ha demostrado inequívocamente que las burocracias estatales tienden a crecer en forma exponencial y abusan inexorablemente de los poderes que les han conferido.

Vemos con meridiana claridad que en este siglo XXI necesitaremos de vigorosos organismos multilaterales aceptados por el conjunto de la comunidad internacional, que dicten las normas de actuación, supervisen y controlen las intervenciones y diriman las diferencias. En resumen, que den legitimidad internacional a esas actuaciones ya que se trata de obtener resultados más efectivos representado por un multilateralismo consolidado, con un reparto de poder que refleje las capacidades reales de sus miembros (en rigor, una actualización del concepto de “equilibrio de poder” del Tratado de Viena - 1815).

Todo ello añadido a un enfoque más general de los intereses, valores y perspectivas de todos ellos alejándolas de una visión unívoca y simultáneamente adhiriendo a un sistema de toma, aplicación de las decisiones y resoluciones adoptadas más acorde con la rapidez, inmediatez y velocidad que caracterizan al mundo de hoy. Nos referimos concretamente al flagelo mundial que significa el lamentable resurgimiento de nacionalismos representados por gobiernos populistas y racistas de extrema derecha, increiblemente camuflados de democráticos pero que son la antítesis del sistema liberal, tal cual lo reconocemos en forma indubitablemente.

En definitiva, es imprescindible continuar en el exitoso camino de la globalización, de la interdependencia, de las libertades económicas, de la apertura al mundo y en consecuencia, confirmar un “NO” rotundo al aislacionismo.

El mundo así fortalecido seguirá avanzando en esta dirección con coraje, tolerancia, firmeza y decisión, superando los naturales inconvenientes que se presentan siempre cuando se realizan cambios profundos y radicales. Que el árbol no nos tape el bosque, analicemos siempre la coyuntura desde la óptica más imparcial y aséptica posible, sin caer en prejuicios perniciosos que sólo conducen a decisiones erradas. Sin vacilaciones, transitemos este puente de platino que nos ofrece la historia con el propósito de retomar los ideales de la inolvidable “Generación del Ochenta” con coraje y valentía, derrotando los mitos y las políticas erróneas de las últimas décadas, abrazando con todas nuestras fuerzas las libertades políticas y económicas perdidas.

Como decía el genial Sir Winton Churchill. " Si abrimos una disputa entre el pasado y el presente, descubriremos que hemos perdido el futuro”.

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