Los odios matan las dudas y el futuro. No hay vencedores ni vencidos, solo decadencia y vulgaridad en el reino de los parásitos y una decrépita grieta es la expresión de su mezquindad. La unidad nace y se desarrolla por el centro y eso nos devolvería un destino pero la mediocridad es tierra árida que no deja surgir los frutos ni la trascendencia. Hay peronistas que no lo son y antiperonistas que nunca lo fueron.
La razón que intenta siempre comprender la realidad, explicarla y juzgarla, no suele depender de la comprensión de los curiosos ni desaparecer ante la ausencia de miradas lúcidas. Somos una sociedad aluvional, una mezcla de sangres y culturas que hasta ahora no logró estabilizar su identidad. Buscando definir quiénes somos, a algunos pensadores se les aparecen los términos “civilización o barbarie”, como si hubiera tan solo dos opciones, hasta que recuerdan la publicación de la obra cumbre de la literatura argentina, Martin Fierro que viene a reivindicar una forma de vida más cercana a la condenada barbarie que a la edulcorada civilización.
Y el ejercicio de discutir a Roca o peor aún, enviar al exilio la estatua de Cristóbal Colón, son gestos confundidos que retroceden hacia debates largamente superados. Cuando el general Perón nacionalizó los ferrocarriles eligió con sabiduría su denominación, Mitre, Roca, Sarmiento, Belgrano, San Martin porque intentaba debatir a futuro y no detenernos en conflictos resueltos del pasado. Nuestra identidad se encontraba en un centro, estaba claro que éramos “ni yanquis ni marxistas” en un firme intento de no depender de ningún imperialismo de turno.
Don Hipólito Irigoyen fue un primer estadio de una conciencia nacional. FORJA fue el eslabón que unió ese logro con la expresión popular que definió Perón. La patria se manifiesta en las urnas y la anti patria en los golpes de Estado, que se reiteran sembrando muerte y deuda. Como en toda experiencia fundacional, algunos no echan raíces y no es grave, tal vez necesiten habitar en sociedades más estabilizadas, vegetar sin que los molesten. Hay otros que acusan por las culpas de sus fracasos a la sociedad, quizás muchos de ellos no hubieran tenido mejores resultados en otras latitudes por limitaciones propias. La crisis del país abarca multitud de frustraciones y fracasos y los contiene e interpreta a todos.
El peronismo muere con su fundador y nos remite al mejor momento de los trabajadores, de los humildes y sus expansiones culturales, eso lo convierte en un recuerdo que da votos. Desde el anti peronismo sintieron que se volvía indestructible por eso inventaron el caballo de Troya que fue Menem, quien traicionó y degradó todos los logros populares retrocediendo a los peores tiempos de la patria.
Perón no quería que su causa lo sobreviviera, fue muy claro al cambiar la calificación de “peronista” por “argentino” en un intento de que sus beneficios fueran propiedad colectiva y se debatieran otros objetivos. Dijo “Mi único heredero es el pueblo” y lo traicionaron en nombre de la lealtad. La guerrilla expresaba el sueño del imperio marxista, luego vendría el golpe para finalmente terminar dependiendo de los Estados Unidos. Es la democracia la que contiene verdaderamente la voluntad popular.
Opino que Menem y Macri se asumen herederos del imperio del norte. Los Kirchner son pragmáticos que intentan abrazar revoluciones que ni entienden ni respetan. Es doloroso pensar que el patriotismo expresado por radicales y peronistas en su debido tiempo, no tiene todavía quién lo herede. La grieta actual no nos contiene, el gobierno dice ser popular, pero fracasa en exceso y la oposición es demasiado anti popular como para permitirnos respetarla.
Alfonsín podría haber superado al peronismo pero lo debilitó el intento de la “ley Mucci”, era demasiado gorila para aparentar ser progresista. La dictadura, Menem y Macri albergaron la misma concepción liberal empresaria, vendieron patrimonio, multiplicaron deuda y pobreza. Hasta la última dictadura la corrupción ocupaba un lugar marginal, el mismo o menor aún ocupa hoy la decencia y el amor a una causa. Las privatizaciones habían generado riquezas privadas al robar bienes públicos teniendo como agregado la corrupción de la dirigencia. Hay una frase ridícula que repiten los cómplices para aclarar que “no somos todos iguales”, puede ser cierta pero los que intentan diferenciarse son peores.
Esto sucede cuando la señora Carrió nos habla bien de Mario Quintana, nos está dando un curso sobre la moral de los ricos sin que le interese la miseria en la que quedan los derrocados por los monopolios. Pero a veces no todo sale como lo esperan los oportunistas. Hace unos días en Teatro El Picadero se exhibió un documental acerca de la derrota a la empresa Farmacity por parte de la provincia de Buenos Aires ante la Suprema Corte impidiendo su desembarco. No es un tema menor, hubo imparcialidad en un debate pertinente a la esencia de una sociedad.
Condenaron a Cristina Kirchner, lo percibo como un acto de justicia y no hay nada para festejar. Del otro lado, peregrinan a expresar pleitesía a un inglés que les robó un lago a los caminantes, es que tal impunidad los seduce, moviliza sus rastreras miserias de cipayos. Ese vuelo desnudó lo peor de nuestro presente, el sinsentido de la democracia. El delito de alto vuelo maneja nuestra triste realidad tratando de instalarnos como colonia.
El Presidente no existe, el kirchnerismo está bien condenado, los herederos de las muertes del golpe y las entregas de Menem imponen su decisión de ser omnipotentes con su desprecio por los caídos. Hoy la política no guarda rebeldías, solo izquierdas resentidas y funcionarios bien pagados. El excesivo conservadurismo del PRO obliga a los radicales a recuperar su historia. El fracaso del kirchnerismo exige lo mismo a los peronistas sobrevivientes. La política intenta volver a sus fuentes, salir de los negocios y forjar un debate que incluya proyectos. Hoy el pueblo no tiene quien lo defienda, es duro, pero indiscutiblemente real.
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