Es de público conocimiento que la pandemia del covid-19 ha paralizado los sistemas educativos de todo el mundo y ha generado consecuencias catastróficas en términos de aprendizajes. Según el Banco Mundial, el 70% de los niños de 10 años que pertenecen a familias de ingresos bajos y medios no puede leer ni comprender un texto básico.
Un problema de semejante magnitud requiere de una solución creativa, y sobre todo innovadora. Volver a la misma forma de enseñanza que antes de la pandemia no es suficiente para recuperar todas las pérdidas. Para frenar la crisis es fundamental tomar acción y llegar al fondo del problema. Es necesario la implementación de medidas que hagan foco en cada estudiante, que lleguen a la raíz del inconveniente: al por qué el estudiante tiene dificultades a la hora de aprender, y pensar soluciones para cada caso específico.
El Banco Mundial sugiere que los países sigan cuatro pasos para recuperar las pérdidas de aprendizaje y transformar la educación:
1. Mantener las escuelas abiertas y aumentar las horas de clases.
2. Ajustarse cuidadosamente al nivel de aprendizaje de los estudiantes, conocer la situación de cada niño, y de los problemas de aprendizaje de cada uno de ellos para agruparlos no por edad, sino por niveles de conocimiento.
3. Hacer hincapié en el aprendizaje básico. La sobrecarga de contenidos de los planes de estudio puede ser un obstáculo para la recuperación del aprendizaje. Es preferible centrarse en la alfabetización, los conocimientos de aritmética y las habilidades sociales.
4. Por último, la recuperación de la crisis del aprendizaje debe ser una prioridad política y contar con el respaldo financiero necesario. Los países deben elaborar programas específicos para mejorar los resultados educativos y las habilidades orientadas a brindar oportunidades de empleo a los jóvenes.
Me detendré particularmente en el segundo ítem, porque es el que concierne no solamente a organismos del Estado, sino también a instituciones, profesionales de la salud, la educación y también a padres. Para afrontar la crisis educativa es imprescindible modificar el enfoque de las evaluaciones de forma tal que no solo detecten quiénes son los niños que no aprenden, sino también que se evalúe por qué no aprenden. Esto no busca estigmatizar, ni señalar, sino que permitirá adoptar diferentes estrategias correctivas desde el propio ámbito educativo. La realidad es que, en la actualidad, en la medida en que los niños no aprenden, son expulsados del sistema educativo. Y así sobreviene el fracaso escolar.
No trabajar con las dificultades de aprendizaje en cada caso particular puede generar a largo y mediano plazo que el niño no tenga deseos de aprender y mucha frustración, obteniendo como resultado experiencias de fracaso y baja autoestima.
Con la plataforma Banedi se puede detectar cuál es el problema de cada niño para abordarlo y solucionarlo. Está especialmente diseñada para su aplicación en el ámbito educativo y destinada a detectar en forma rápida y sencilla por qué un niño no aprende. El tiempo promedio que pasa un niño entre que un maestro detecta una dificultad de aprendizaje y le llega a ese maestro una respuesta desde el ámbito de la salud es de nueve meses a un año. Esto significa que ya perdimos un año en un niño con dificultades para aprender y eso es muchísimo tiempo. Con Banedi, en tan solo 30 minutos se tiene un claro panorama de dónde están las dificultades.
Tomar acción, individualizar las situaciones y utilizar la innovación, la creativa y la tecnología serán los pasos claves para resurgir tras la pandemia. Situaciones especiales, requieren en definitiva de medidas especiales.
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