La muerte de Jiang Zemin y las protestas en China

Los funerales del protagonista de una era de liderazgo que muchos chinos hoy recuerdan con nostalgia, podrían ser un nuevo trago amargo para Xi Jinping

Guardar
Jiang ha muerto a los 96 años y el partido ahora se prepara para los funerales de Estado más trascendentes desde la muerte de Deng Xiaoping (REUTERS/Jason Lee)
Jiang ha muerto a los 96 años y el partido ahora se prepara para los funerales de Estado más trascendentes desde la muerte de Deng Xiaoping (REUTERS/Jason Lee)

1989 fue un año sombrío para el Partido Comunista Chino. La represión del mes de junio en la plaza de Tiananmen derivó en una profunda crisis política y agudizó el aislamiento internacional de China. Todo en un contexto de serias penurias económicas y renovado cuestionamiento de los sectores conservadores del partido al rumbo elegido por el reformista Deng Xiaoping, artífice de la China contemporánea. La caída del Muro de Berlín parecía ser el golpe de gracia para el régimen. Muchos pronosticaron erróneamente que el régimen chino replicaría el destino de la URSS.

Pero aquellos fallidos pronosticadores no supieron ver la clave del éxito chino bajo el liderazgo de Deng, a la luz del aprendizaje de la experiencia soviética: la apertura del sistema comunista debía ser gradual y solo en el plano económico. Es por eso que a Deng no le tembló el pulso para aplacar con dureza las protestas de 1989. No obstante, su liderazgo quedó muy debilitado, sumado a su edad avanzada. Es en ese contexto que surgió la figura del alcalde de Shanghái, Jiang Zemin, como el sucesor elegido, pese a la fuerte resistencia de los sectores conservadores del partido. Jiang no era la primera opción a priori para suceder a Deng. Hu Yaobang había muerto a principios de 1989 y Zhao Ziyang había caído en desgracia, en medio de Tiananmen.

Sin embargo, Jiang supo resistir con fiereza el renovado embate de los referentes históricos del partido que querían retornar al modelo económico maoísta y ralentizar o incluso directamente cancelar algunas de las reformas económicas impulsadas por Deng. Jiang se caracterizó por un estilo histriónico y carismático, que lo alejaba de los viejos cuadros del partido, al tiempo que lo acercaba a la gente. Asimismo, sus aptitudes diplomáticas le permitieron restablecer los lazos con EEUU y otras potencias de Occidente, presentándose como un reformista económico de avanzada.

Fue un fiel continuador del legado económico y también político de Deng. Durante los diez años de liderazgo de Jiang, China consolidó su espectacular despegue económico, con tasas de crecimiento superiores al 10% hacia el final de su mandato. Fue el hacedor de la política del “ir hacia afuera”, que permitió la internacionalización de las grandes empresas chinas. En 1997 y 1999, Jiang fue protagonista de dos hitos históricos para China: La retrocesión de Hong Kong y Macao, respectivamente. Coronó su gestión con la histórica incorporación de China a la OMC, en 2001, entre otros logros destacados. Y quizás lo más importante, en términos de su legado al partido: hizo posible la primera transición pacífica de poder, a manos de Hu Jintao, respetando el límite de dos mandatos presidenciales impuesto por Deng.

2022 y la sombra de 1989

Jiang se encontraba desde hacía varios años retirado por sus problemas de salud. Sin embargo, su influencia en el partido a través del otrora decisivo “grupo de Shanghái” se mantenía vigente, mediante el rol de referentes más jóvenes que representaban su ideario aperturista y reformista. Esos sectores fueron definitivamente desplazados de la cúpula del partido tras la reciente entronización de Xi Jinping para un inédito tercer mandato consecutivo. Xi quedó rodeado de todos ultra-fieles, en una concentración de poder inédita desde los tiempos de Mao Zedong. Difícil saber si el enfermo y anciano Jiang tuvo la lucidez suficiente en sus últimos días para apreciar ese proceso. Pero seguramente lo supo anticipar con claridad.

Jiang ha muerto a los 96 años y el partido ahora se prepara para los funerales de Estado más trascendentes desde la muerte de Deng Xiaoping, en 1997. En distintas oportunidades, los funerales se convirtieron en disparadores de protestas ciudadanas en China. Lo fueron justamente los del reformista Hu Yaobang, en el preludio de la catástrofe de Tiananmen. Hoy China vive un clima de ebullición inédito con evolución impredecible. Se han desatado masivas manifestaciones contra las draconianas políticas de “COVID 0″ que Xi ha convertido en un sinónimo de su liderazgo, pese a las funestas consecuencias que estas han tenido sobre la economía china.

Xi Jinping se encuentra ante la difícil disyuntiva de tener que descomprimir rápidamente el creciente malestar social, aliviando las medidas, pero a la vez arriesgando una peligrosa disparada de contagios, en un contexto de pobres niveles de vacunación y baja efectividad de las vacunas. Es importante destacar que, pese a que algunos manifestantes han blandido consignas políticas contra Xi, el grueso de quienes protestan simplemente quiere recuperar su vida tal como era en 2019. Poder trabajar, consumir y viajar sin restricciones. Al mismo tiempo, otra parte de la ciudadanía sigue apoyando la dureza de las restricciones por el temor que sigue imperando frente al virus, sobre todo por la amenaza que constituye para los mayores.

¿Cuán relevante puede convertirse el sector que salió a las calles y hasta dónde pueden llegar las consigas de sus demandas? Es una gran pregunta. Un dato especialmente preocupante para el partido han sido las protestas registradas en universidades, algo que no se veía desde 1989. Se trata de una nueva generación muy orgullosa del poderío chino en el siglo XXI, pero deseosa de más libertades.

Todo indica que Xi ha tomado nota de la gravedad de la situación. Así lo demuestra el reciente anuncio de alivio de restricciones junto a una llamativa caracterización más benigna de la variable dominante Omicron, por primera vez, de parte de las autoridades sanitarias. Al mismo tiempo, las fuerzas policiales han sido desplegadas eficazmente en los principales focos protestas, logrando el efecto de disuasión esperado. Pero la historia difícilmente termine allí: los funerales de Jiang, una era de liderazgo que muchos chinos hoy recuerdan con nostalgia, podrían ser un nuevo trago amargo para Xi. ¿Será 2022 otro año sombrío para el Partido Comunista Chino?

Seguir leyendo:

Guardar