Cristina Kirchner apuesta a todo o nada, dispuesta a destrozar las instituciones

Este martes se conocerá un fallo de trascendencia histórica. Sea cual fuere, deberá ser respetado por todos, en un acto de civilidad pública imperiosa para la vigencia plena de nuestra Constitución. De eso se trata la vida en democracia

Cristina Kirchner, vicepresidenta de la Nación

Nos encontramos a horas de que se produzca un hecho histórico. El Tribunal Oral Federal Nro. 2 que juzga entre otros a Cristina Fernández de Kirchner por hechos de corrupción hará público su veredicto. Como sucede con la mayoría de las sentencias judiciales, suelen dejar un sabor amargo ya sea por poco o por mucho. Lo realmente importante es que, como sociedad, entendamos el valor de respetarlas, más allá de que estemos de acuerdo o no. En este caso la trascendencia institucional, política e histórica es de una magnitud equiparable al fallo que dictó la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal Federal de la Ciudad de Buenos Aires, el 9 de diciembre de 1985 en el ya conocido juicio a las Juntas Militares.

La democracia argentina enfrenta horas decisivas. La dirigencia política deberá demostrarnos si está a la altura de las circunstancias, o si su comportamiento es propio del de una república bananera, como ya lo evidenciaron el pasado jueves en la Cámara de Diputados. El fallo en la causa Vialidad, sea cual fuere, deberá ser respetado por todos, en un acto de civilidad pública tan necesaria como imperiosa para la vigencia plena de nuestra Constitución. Si los imputados resultan absueltos, corresponderá a los fiscales la tarea de impulsar las apelaciones en las instancias superiores. Por el contrario, si resultan condenados esa tarea recaerá en los abogados defensores. Punto. De eso se trata la vida en democracia.

Lamentablemente todo parece indicar que estamos en vísperas de un quiebre institucional que pondrá en severo riesgo nuestras instituciones democráticas. La teoría del caos social como respuesta a una posible sentencia adversa para Cristina Kirchner ya fue anunciada a viva voz por su feligresía más extrema. Pero la mayor responsable es la propia Cristina quien se muestra dispuesta a destrozar las instituciones. En una actitud tan tóxica como irresponsable, apuesta a todo o nada.

Toda estrategia de comunicación debe tener un “sentido”, en punto al cual giran los diferentes argumentos. CFK busca, hace tiempo, colocarse en el sitial de “víctima” de un poder superior que pretende subyugarla porque representa el paradigma de la lucha por la defensa de los más necesitados, como lo dejan en claro los dichos del ministro del Interior, “Wado” de Pedro: “La persecución sobre Cristina no es algo que tenga que ver con delitos del Código Penal, sino que tiene que ver con el código electoral”, afirmando insólitamente que la persiguen “por recuperar los fondos para los jubilados y por haber implementado la Asignación Universal por Hijo”, demostrando que cualquier argumento, por más insólito que sea, sirve para sostener el relato por sobre la realidad de los hechos.

Cristina Kirchner y su abogado Carlos Beraldi (Télam)

De esta forma se nos somete a un caos argumental donde se pone en tela de juicio la realidad misma. No es casual que CFK -quien en reiteradas oportunidades apeló a su condición de “abogada” exitosa- no hiciera una defensa jurídica sino política. Tampoco es casual que jamás diera explicación alguna sobre el crecimiento patrimonial de Lázaro Báez durante el gobierno de Néstor y los dos suyos. Ese caos que se genera provoca la equiparación entre lo real y lo falso. En el caso de Cristina es tan grande su narcisismo que la verdad poco importa. No resulta relevante la discusión jurídica, el estudio de las pruebas, las pericias ni todas las constancias que se recolectaron en años de investigación, sino la imposición de un relato por encima de todo lo demás. Pretende que sus diatribas carentes de sustento jurídico se impongan por sobre las constancias de las causas. Es el pensamiento mágico que intenta encausar la atención hacia su victimización al mismo tiempo que horada al Poder Judicial en beneficio propio, pero con grave perjuicio para la institucionalidad de nuestra nación.

De esta forma con medias verdades, frases pensadas desde la estrategia del relato de la victimización, un hábil manejo de las redes sociales, con la inclusión de videos producidos al mejor estilo hollywoodense, logra construir su “propia” verdad, esa que sus feligreses están deseosos de comprar, sin importar el precio que paguen (en algunos casos incluida su propia dignidad). Ya en sus últimas palabras, la imputada CFK habló de “pelotón de fusilamiento” en una comparación dónde se coloca en el lugar de “fusilada”, olvidando que las verdaderas víctimas de los pelotones de fusilamiento tuvieron un destino real y trágico. Además de vincular insólitamente al proceso judicial al que se encuentra sometida con el intento de magnicidio que sufrió. Con relatos inverosímiles terminamos perdiendo la verdad todos los argentinos, sin importar el color político que abracen.

Cristina viene irresponsablemente azuzando un alzamiento contra la Justicia. Sus palabras y la forma en la se refiere a otro Poder del Estado Nacional son de una gravedad institucional sin parangón, ya que promueve, entre otras cosas su copamiento. De esta forma ha logrado que la noción de verdad sea una pérdida más que nos dejará como legado. En su lugar se ocupó de construir un relato que terminó, por mucho tiempo, con la credibilidad en las instituciones de la nación y en la “casta” política. Los argentinos convivimos, hace años, con la incertidumbre entre lo que es real y la ficción, bombardeados por los relatos salvajes de una política de caos y confusión.

¿Cuál debería ser el parámetro aceptable entre lo real y lo falso? Muy simple, en una sociedad madura y honesta el límite siempre es la sentencia judicial. Una vez que se dicta es acatada, con independencia de que pueda ser apelada y hasta eventualmente revertida. Más allá de que las sentencia que conoceremos en horas sea condenatoria o absolutoria, es importante que todos respetemos el fallo y entendamos que la causa no termina acá, sino que restan todas las etapas recursivas que garantizan expresamente el derecho de defensa en juicio de cualquier ciudadano, por supuesto, Cristina incluida. Falta mucho para que tengamos una sentencia firme que adquiera el estatus jurídico de “cosa juzgada”.

En este contexto las amenazas de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) de la Capital Federal de paralizar las principales dependencias públicas de la Ciudad de Buenos Aires, no es más que una demostración del desvarío mental de un sector importante de la dirigencia cristinista, poco afecta a respetar las reglas de juego y las instituciones. Emitir un comunicado público con la consigna “Si la tocan a Cristina … paramos el Estado. Los trabajadores no vamos a permitir un Lula en nuestro país. Basta de lawfare y persecución política” demuestra el poco apego a cumplir la ley. Se suma a lo anterior el brazo “armado” del cristinismo, La Cámpora, quienes están evaluando una movilización en apoyo a Cristina, pero en este caso con más foco en el terreno electoral que en el judicial. Lo grave es que confirman el sesgo paranoide que impera en un sector importante de la sociedad para el que la “verdad” está conformada por sus propias creencias sobre Cristina, todo lo demás no importa.

Como sociedad nos enfrentamos a una porosa realidad. CFK maneja como nadie el arte de la creación de relatos que usa convenientemente conforme a las necesidades de turno. En toda su perorata la verdad dejó de tener importancia. Solo interesan las apariencias donde su capacidad de elaborar un “sentido” tiene un alto impacto en sus seguidores, generando el combo perfecto para poner en tela de juicio todo lo que sea contrario a los intereses de la dueña del Frente de Todos, cualquier cosa puede ser mentira o verdad, dependiendo de las circunstancias.

En palabras de José “Pepe” Mujica: “El poder no cambia a las personas. Solo revela lo que realmente son”.

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