La imaginación y creatividad de este escritor florentino no tiene límites. En uno de sus textos en su faena de ficción se aboca a la fabricación de un Papa que como muchos de los verdaderos era sensato y prudente respecto de los acontecimientos que ocurren en torno al poder en contraste con lo que hoy lamentablemente sucede en la cabeza de la Iglesia,
Giovanni Papini, uno de los cuentistas y ensayistas más imaginativos y originales de todas las épocas, escribió en 1946 una larga y medulosa carta pastoral de un Papa inexistente que bautizó como Celestino VI del que dice que “gracias a un azar extraño, encontré estas cartas suyas, que se traducen y publican por vez primera, en un códice sepultado entre los manuscritos de un antiguo convento, escapando a las investigaciones de los historiadores”. En realidad, el último Papa que hasta ahora adoptó el nombre de Celestino fue el número ciento noventa y tres (con el aditamento de Quinto) que reinó cinco meses en 1294 y abdicó por considerarse incompetente para manejar los asuntos de la Iglesia (el primero fue Celestino I que asumió en 422 y fue Papa durante diez años).
En esta brevísima nota transcribo algunas de las consideraciones que efectúa Papini por boca de su Celestino VI, sin glosas ni comentarios para que el lector reflexione al efecto de tener en cuenta aseveraciones tan controversiales pero, al mismo tiempo, tan llenas de verdades en un mundo que aún no parece haber dado en la tecla para enfrentar las reiteradas tropelías del poder. Por ahora, estamos como en el cuento de Cortázar, “Casa tomada”: en retiro permanente. Es de desear que alguna vez —por lo menos en cuanto a los abusos extremos del poder— podamos decir OK tal como se acuñó la expresión en la época del octavo presidente de EE.UU., Martin van Duren, que por ser originario de Kinderbook, del estado de Nueva York, le decían “old Kinderbook” de lo cual surgió el OK para aludir a la buena situación reinante. Entonces, con esta esperanza en mente, vamos a Papini porque recordemos que en el segundo tomo de la autobiografía de Arthur Koestler se consigna que “la diferencia entre vender el cuerpo y las otras formas de prostitución —política, literaria, artística— es simplemente una diferencia de grado, no de naturaleza. Si la primera nos repele más, es señal de que consideramos el cuerpo más importante que el espíritu”.
-“Los gerentes de los estados os han dejado a veces sin pan, a menudo sin libertad, casi siempre sin justicia; pero nunca se han mostrado avaros de altisonante palabrería”.
-“Todos los dueños de pueblos han distribuido con generosa abundancia, dos cosas: armas y palabras. Armas para matar, palabras para engañar”.
-“Vuestro error, inocente en sí, pero de calamitosos efectos, está en creer que existan sistemas de gobierno radicalmente distintos. Por ejemplo: que podéis ser gobernados por un hombre solo o bien por elección y voluntad de todo un pueblo. Las formas de gobierno parecen muchas a los papanatas que se dejan convencer por palabras y fachadas […] Todo gobierno, cualesquiera sea su nombre y sus pretensiones, no es sino el poder de una cuadrilla formada por unos pocos ciudadanos que se encaraman sobre todos los demás”.
-“Esto no obstante, vosotros los ciudadanos, vosotros los súbditos, estáis siempre dispuestos a creer, por candidez o por inquietud temperamentales, que un cambio en el gobierno puede cambiar vuestros destinos”.
-“He visto también sacerdotes más apasionados por las bancas y cacerías que por su ministerio, más deseosos de buena mesa que de buena fama, más preocupados por el politiqueo o el manejo de los bienes materiales que por cuidar el rebaño, más expertos en platicar que en edificar”.
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En nuestro mundo de hoy el Leviatán se encarga de abrir su camino al totalitarismo principalmente a través de ataques sistemáticos a la prensa independiente. En verdad, “prensa independiente” es una redundancia grotesca, usamos la expresión en vista de las arremetidas de megalómanos que pretenden aparecer ante la opinión pública como parte del periodismo cuando en verdad no son más que alcahuetes del gobierno de turno. Con mucha razón ha dicho Thomas Jefferson que “ante la alternativa de contar con una prensa libre sin gobierno o gobierno con una prensa amordazada, no dudo en adherir a lo primero”. Nada hay más valioso que el periodismo completamente libre de ataduras estatales al efecto de ventilar todas las críticas a los aparatos gubernamentales y pasar revista a todas las ideas que las plumas libres consideren pertinente. Con razón se la ha denominado “el cuarto poder” en una República como contralor de los otros tres poderes. Hoy, en nombre de “opiniones equilibradas” que pretenden “mostrar dos lados del debate”, es frecuente que alimentados por la pauta publicitaria oficial estén rodeados de esperpentos que imponen legislaciones que apuntan a la uniformidad y al coro indecente de voces.
Estas desgracias son hoy replicadas por Nicaragua como fiel copia de los pioneros en Cuba y en Venezuela y otros países de la región que han mutado de sistemas democráticos a cleptocráticos. Y no solo en la región sino en el otrora baluarte del mundo libre -Estados Unidos- viene sucediendo un desbarranque colosal respecto a los valores y principios establecidos por los Padres Fundadores. Los gastos públicos, el déficit fiscal, endeudamiento del gobierno central, los embates contra el federalismo y el deterioro monetario ponen en jaque el futuro de ese país.
Pero en todo caso, es también alarmante lo que viene sucediendo en muchos seminarios de sacerdotes en cuanto al abandono o en el mejor de los casos la mezquindad para estudiar temas teológicos y filosóficos de fondo para sustituirlos por marxismo barato que luego son trasladados a no pocos púlpitos desde donde se proclaman barrabasadas de distinto color, convirtiendo además las ceremonias religiosos en chacotas. También, como he señalado en otras ocasiones, el actual Papa abraza posiciones radicalmente contrarias a los fundamentos morales de la sociedad libre de los Mandamientos de no robar y no codiciar los bienes ajenos al objetar el sentido específico de instituciones tales como el derecho a la inviolabilidad de la propiedad para abrazar absurdos que conducen a lo que en ciencia política se conoce como “la tragedia de los comunes” y equivalentes con lo que todos se perjudican pero muy especialmente los más vulnerables.
En este contexto se necesita imperiosamente un Celestino VI antes que se produzca un derrumbe en el seno de la Iglesia lo cual perjudicarán tanto a los que adhieren a esa religión como a los que no lo hacen debido al predicamento de algunos representantes de ese credo. Siempre tengo presente los relatos del ex marxista y luego converso al liberalismo Eudocio Raviens que explicaba que cuando trabajaba para el Kremlin -fue premio Mao y premio Lenin- su misión era la de infiltrar al mejor estilo gramsciano las iglesias de España y Chile donde encontraba sacerdotes bien intencionados pero al no tener idea de los fundamentos filosóficos de la sociedad libre resultaban en una presa fácil para embaucarlos con los postulados totalitarios.
En este contexto, para cerrar, parece oportuno recordar un pensamiento del siempre sesudo Aldous Huxley incluido en su Medios y fines: “La paciencia común de la humanidad es el hecho más importante y sorprendente de la historia. La mayor parte de los hombres y mujeres están preparados para tolerar lo intolerable […] Los gobernados obedecen a su gobernantes porque, además de otras razones, aceptan como verdaderos algunos sistemas metafísicos y teológicos que les enseñan que el Estado debe ser obedecido y que es intrínsecamente merecedor de esa obediencia […] La mayor parte de las teorías del Estado son meros inventos intelectuales con el propósito de probar que las personas que actualmente están en el poder son precisamente las que deben estar”.
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