La contradicción entre renta y desarrollo nos acompaña desde el Virreinato. Cuando expulsaron a los jesuitas, verdaderos colonizadores, España nos marcó el camino, produzcan renta que es lo único que importa. Salvo algunos próceres, para evitar olvidos y debates inútiles omito nombrarlos, nuestro país nunca abandonó esa senda de atraso y dependencia.
La gran mayoría de la dirigencia argentina abandona cualquier intento de emprendimiento que signifique desarrollo. Hay excepciones en muchas provincias, pero no se expresan en la nación.
En los próximos tres años, vencen las concesiones de las generadoras hidroeléctricas del Comahue. Hace mucho tiempo que las provincias y las instituciones nacionales interesadas en el tema solo debaten quién se queda con la autoridad concedente.
Brevemente pongamos en marco qué se juega en esta contingencia y qué debate se debería encarar y no se hace.
Un emprendimiento hidroeléctrico no supone sólo el aprovechamiento del agua para generar electricidad. Supone el manejo del agua, la posibilidad de riego, la navegabilidad del curso de agua entre otras cosas. El cambio climático nos está demostrando la irregularidad de la lluvia y nevadas, hemos presenciado bajantes históricas en los cursos de todos nuestros ríos, también en la cuenca del río Negro y sus afluentes el Limay y Neuquén. El ahorro del agua dulce se convertirá en un tema crucial en los próximos años, no podemos ni debemos seguir arrojando agua al océano sin antes darle la mayor y mejor utilización.
Las energías eólica y solar tienen una complementariedad absoluta con la hidráulica. La mayor limitante de los parques solares y eólicos es la evacuación de la energía generada. Si se unen a las hidroeléctricas aprovechan las líneas de transmisión permitiendo el mayor ahorro del agua.
Ya en la segunda mitad del siglo pasado estaba estudiado el plan de irrigación de la cuenca, se hablaba de la posibilidad de regar un millón de hectáreas. Ignorar estos planes y sólo discutir sobre quién y cómo se re licitarán las concesiones a vencer es la muestra más palpable de la cultura rentística que nuestra historia nos impuso y nos postró al no desarrollo de nuestras potencialidades.
Cuando vemos absortos el debate sobre candidaturas a la nada misma, cuando vemos cómo emigran nuestros mejores recursos humanos, cuando vemos como, aquellos que pueden, abandonan la inexistente moneda nacional y los que no pueden lo anhelan. Algunos presentan proyectos despreciables.
Esta semana el indescifrable senador Oscar Parrilli, con senadores de las provincias patagónicas, llegaron a un acuerdo no explícito sobre las hidráulicas mencionadas, propugnando que sean estatizadas. Sin haber aprovechado la oportunidad de debatir los objetivos. Sólo pensando en la renta.
Oculto está el reclamo, que seguramente tendrá acogida favorable en los tribunales internacionales, sobre el incumplimiento de las cláusulas del contrato original.
Claramente han demostrado nuevamente cuál es el único interés que demuestran con el inmediatismo que los caracteriza para negarse a presentarnos al mundo como una nación capaz de planear un desarrollo al alcance sólo de nuestra voluntad colectiva.
Los movimientos sociales debaten sobre el futuro del trabajo, sobre la necesidad de tierras productivas para convertir dádiva en producción. Sin interesarse en nada que no sea seguir cobrando de la renta que otros producen.
Desde hace 100 años nos metieron en la contradicción entre industria y campo. Ese debate finalizó con una industria protegida y poco competitiva incorporada al poder rentista y un campo aislado del poder cada vez más competitivo.
Pues bien, imaginemos la posibilidad de contar con un emprendimiento de colonización de un millón de hectáreas. Imaginemos que podamos generar proyectos productivos de frutas finas, de alto valor, que podamos exportar a través de una vía navegable de bajo costo como es un río en bajante. Imaginemos cientos de molinos eólicos produciendo energía sin preocuparse por como evacuarla. Imaginemos una manera de resolver uno de los grandes problemas de nuestro país, el hacinamiento en el AMBA de millones de argentinos sin futuro.
No es invento del que escribe, todo esto sucedió en los años treinta en los EEUU con el emprendimiento del Valle del Tennessee. Millones de estadounidenses se convirtieron en dueños de tierras productivas.
En el alto valle de la cuenca mencionada hay planeados otros grandes proyectos de embalses necesarios y productivos. Con qué dinero se piensan encarar si no es con el producido por aquellos que ya todos los argentinos pagamos en su momento.
Si alguien supone que este es el único emprendimiento en deuda, no es así. El río Bermejo, un río aluvional que arrastra todos los nutrientes que nuestro suelo requiere, desemboca sin pena ni gloria en el Paraná. Esos residuos obligan a dragar el río de esos sedimentos.
Si se llegara a regar las tierras de nuestro norte con esas aguas, podríamos incorporar a la producción más de seis millones de hectáreas. Y el costo del mantenimiento de la hidrovía bajaría espectacularmente.
Estos son los temas de los cuales se deben ocupar los presuntos gabinetes de presuntos candidatos. Pero lamentablemente no es así.
Con esos planes podremos seducir a los argentinos que atesoraron fuera del estado corrupto sus ahorros.
Con esos planes podremos sentarnos a debatir con nuestros acreedores que no quieren cobrar solo quieren saber si podemos pagarles.
La única grieta que tenemos, y que debemos zanjar antes de que nuestra Nación entre en un proceso de descomposición institucional, es renta sin producción o desarrollo con renta productiva.
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