Desde la crisis de 2008, las comisiones regulatorias han aumentado en relación con las ganancias y las pérdidas crediticias de las entidades financieras. Además, el alcance del enfoque regulatorio continúa expandiéndose. Las tareas llevadas a cabo en los Estados Unidos en aquel entonces representaron una oportunidad de aprendizaje para los reguladores que, después de la crisis, derivó en un control cada vez más estricto en muchas otras áreas (por ejemplo, cumplimiento de hipotecas, depósitos y tarjetas), un aprendizaje que, por supuesto, ha trascendido las fronteras norteamericanas.
Según una encuesta realizada por la consultora financiera Duff & Phelps, los costos de cumplimiento en el sector financiero a nivel mundial están camino a duplicarse para fines de 2022. En este sentido, los profesionales financieros dijeron que actualmente invierten el 4% de sus ingresos totales en cumplimiento, pero esperan que aumente al 10% en los próximos cinco años.
Por ejemplo, de acuerdo con la firma McKinsey, algunos bancos gastan más de 50 millones de dólares al año en tecnología para respaldar el cumplimiento sin ver mucho progreso en su aplicación madura. Entre 24 bancos líderes a nivel mundial encuestados, la participación promedio de la tecnología en los costos generales de cumplimiento fue solo del 9%, proporción que presentó variaciones entre los bancos independientes, donde la participación de la tecnología en este campo ocupó entre el 1% y más del 20%.
Ahora bien, ¿cómo se está gestionando esa inversión? En este punto, cobra relevancia la intervención de especialistas en compliance, quienes se encargan de acompañar a las compañías en la optimización del compliance de punta a punta y en todo momento, de modo que lo que a priori es inversión no resulte un gasto inútil.
Por su parte, el modelo de cumplimiento tradicional fue diseñado hace bastantes años y, por ende, con un propósito diferente: como un brazo de aplicación para la función legal y mediante protocolos manuales. Las organizaciones de cumplimiento solían promulgar regulaciones y políticas bancarias internas solamente en calidad de asesoramiento, con un enfoque que se limitaba a la identificación y gestión de riesgos reales, pero sin soluciones concretas y adecuadas para las necesidades puntuales de cada corporación.
Por eso, es muy común que los gerentes de negocios, por la avidez de un crecimiento rápido del negocio, muchas veces no tomen en cuenta la letra chica de conlleva la operativa de aquello que precisan vender, sin contemplar los controles específicos y los requisitos regulatorios. Entonces se descuidan los controles específicos se requieren para abordar los requisitos regulatorios, lo cual tiende a derivar en la acumulación de actividades de control intensivas y mano de obra con efectividad incierta. Muchos bancos todavía luchan con los problemas fundamentales del entorno de control en la primera línea de defensa, como la alfabetización en cumplimiento, la responsabilidad, los incentivos de rendimiento y la cultura de riesgo.
Finalmente, las actividades de cumplimiento tienden a encararse de manera aislada y no como un conjunto interrelacionado. De esta forma, se carece de un vínculo claro con el marco más amplio de gestión de riesgos, la gobernanza y los procesos (por ejemplo, gestión de riesgos operativos, procesos de onboarding de nuevos clientes, tareas vinculadas con las actividades de KYC y KYB de manera automatizada, monitoreos de transacciones, etc.). Sin la optimización correspondiente del compliance, la mayoría de las veces, el resultado es principalmente un aumento dramático en el gasto de cumplimiento y control con un impacto limitado o no probado en la matriz de riesgo de una empresa.
Por estos motivos, startups enfocadas en soluciones para el área de compliance hoy ofrecen herramientas tecnológicas a financieras para cumplir con las regulaciones nacionales. En el caso de Argentina, hablamos de la AFIP, del Banco Central, de la Comisión Nacional de Valores y de la Unidad de Información Financiera. Con dichas herramientas, que no solo se orientan al mero cumplimiento regulatorio, sino al conjunto completo de procesos que hacen al compliance, las compañías ganan un 80% de tiempo en comparación con aquellas que todavía no optimizan sus procesos respectivos.
En definitiva, el tiempo ganado puede ser empleado para pensar de manera creativa y ofrecer mejoras en la experiencia de los usuarios en vistas a fidelizarlos y, a la vez, para el crecimiento del negocio. Asimismo, un correcto funcionamiento de los procesos de compliance repercute también en las posibilidades de desarrollo de las empresas y en su evaluación. Por ejemplo, las expectativas de los inversores suelen depender de tres factores clave: 1) posicionamiento de control, 2) apetito de riesgo del inversor, 3) etapa de avance de la startup. Los puntos 1 y 2 están directamente vinculados con el compliance.
En resumen, un correcto programa de compliance tendiente a promover buenas prácticas se enfocará en el crecimiento de la actividad económica de la empresa, pero también disminuirá sensiblemente su riesgo jurídico, mejorará la reputación de cara al exterior, reducirá tiempos de cara al interior, simplificará las tareas de control y monitoreo, etc. En una línea, compliance no es costo, sino inversión.
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