Las “razones de voto” para 2023

Las motivaciones detrás de la elección de un cadidato siguen siendo en gran medida un enigma que la sociología, ni la ciencia política, ni la psicología ni las neurociencias han logrado descifrar

Elecciones

El voto, el más igualitario de los mecanismos de participación política de la ciudadanía, refleja y expresa una multiplicidad de emociones, argumentos, demandas, necesidades, pasiones, anhelos, deseos y expectativas: no sólo pertenencias partidarias, lealtades políticas y adscripciones ideológicas, ni exclusivamente condicionantes socioeconómicos, sino también -y en cada vez mayor medida- emociones como el miedo, el optimismo o, incluso, frustración, enojo, bronca y desasosiego.

La indagación sobre las “razones profundas” del voto ha obsesionado a la sociología, que desde la década de 1940 ha intentado aproximarse a una explicación del comportamiento electoral a través de diversos modelos y teorías que buscaban identificar un factor determinante.

Hoy, a casi un siglo de los aportes de Paul Lazarsfeld y Bernard Berelson, quienes desde la Universidad de Columbia postularon una de las primeras teorías del comportamiento electoral (que ponía el foco en las variables sociodemográficas, fundamentalmente la clase social y la religión), sabemos que la decisión del voto es eminentemente de naturaleza multidimensional. En otras palabras, no hay un factor determinante del comportamiento electoral que tenga vigencia en todo momento y lugar: en todo caso, si hubiese un factor preponderante dependerá del contexto de cada elección, de las particularidades de cada electorado, de los climas de opinión predominantes, de los candidatos en pugna y las campañas que lleven adelante, y otros factores que hacen que las variables que inciden en el comportamiento electoral no sean excluyentes.

Esta constatación no hace más que ratificar que el voto sigue siendo en gran medida un enigma que ni la sociología, ni la ciencia política, ni la psicología ni las neurociencias han logrado descifrar, y que en un contexto de creciente incertidumbre, se torna cada vez más difícil predecir los posibles escenarios futuros.

Si esto es cierto para cualquier elección, las incógnitas e incertidumbres en relación a las presidenciales de 2023 son exponencialmente mayores. Los interrogantes, en este sentido, son muchos: ¿la discusión económica pesará más que los temas de la agenda política? ¿Primará el crítico presente sobre una narrativa que ponga eje en el pasado? ¿habrá posibilidad de renovar expectativas?, ¿serán más importantes los condicionamientos estructurales y de largo plazo que los factores coyunturales?, ¿las denuncias por corrupción o la apelación al miedo movilizan más al electorado que la situación económica?, ¿será determinante el voto castigo?, ¿operarán mecanismos que pudiesen contribuir a subestimar algunas tendencias electorales, como el conocido “espiral del silencio” (Noelle-Neumann) o el “voto vergonzante”?

En definitiva, los argentinos en 2023, ¿votaremos con la cabeza, con el corazón, o con el bolsillo?

Por ahora, como lo demuestra un sondeo reciente de D’Alessio-IROL/Berensztein, más del 90% de los votantes están obsesionados con la inflación y más del 70%, con la incertidumbre que genera la economía. La inseguridad, una preocupación que casi siempre encabezaba cualquier encuesta, quedó desplazada a un tercer lugar. Si bien, como en el caso de cualquier encuentra, se trata de una “foto” que describe el estado de la opinión en un determinado momento y lugar, esa pareciera ser la tendencia predominante que posiblemente delimite el “terreno” principal en el que se librará la contienda.

Un trabajador de un supermercado cambia los precios en la ciudad de Buenos Aires

Sin embargo, aún queda por develar uno de los factores que, como lo demuestran las experiencias de las campañas modernas en las democracias occidentales, son de los más importantes a la hora de llevar adelante -exitosamente o no- las dos funciones principales de toda campaña: la movilización y la persuasión.

En este contexto, en la principal coalición opositora está en marcha una dura disputa por el liderazgo que acabará por dirimirse en las PASO y que, más allá del posicionamiento que tiene hoy Juntos por el Cambio, quien sea finalmente investido como candidato o candidata será quien acabe por imprimirle su particular impronta y perfil a la oferta electoral. A ello hay que sumarle a un ya lanzado Javier Milei, quien si bien se posiciona como un candidato en los extremos del sistema y de la especie “outsider”, seguramente irá modelando su imagen y sus propuestas en función de cómo vaya configurándose el escenario electoral.

Así las cosas, las principales incógnitas residen en el oficialismo. Con una economía que, las como consecuencia de las políticas oficiales para contener precios (altas tasas de interés y contracción del gasto) y preservar las escasas reservas (restricciones a la importación), parece inevitablemente caminar hacia la estanflación, un potencial candidato del oficialismo tendría estrechos márgenes de maniobra para gestionar las crecientes demandas sociales presionarán a la política. Por las dudas, Massa ya avisó la semana pasada ante los principales exponentes del empresariado nacional reunidos en el Hotel Alvear: “Tenemos que acostumbrarnos a que las elecciones no se ganan por política fiscal expansiva”.

Esa es, en cierta forma, la “trampa” en que quedó -al menos por ahora- atrapado el ministro de Economía. Para el círculo rojo se convirtió en una suerte de garante de la relativa estabilidad tras la debacle desatada por la intempestiva salida de Guzmán. En un contexto de enfriamiento de la economía, y con muchos problemas estructurales aún pendientes de resolución, el costo político -que según ha dicho está dispuesto a pagar- es el de resignar su conocida ambición presidencial.

Con La Cámpora apoyando tibia y tácticamente la gestión económica de Massa, pero con sus dos principales exponentes -Máximo y Wado de Pedro- convencidos de -ante lo que entienden es una muy probable derrota- es conveniente un repliegue estratégico a la provincia de Buenos Aires, no quedan muchas opciones disponibles. O crece el “operativo clamor” en torno a Cristina, o ante el cada vez más improbable escenario de una mejora notoria en la economía real -la que le importa al ciudadano de a pie- una candidatura de Massa se torna competitiva. En cualquier escenario, y como el Ministro alertó en la ya citada cumbre con empresarios: el Gobierno solo podrá ganar la elección si es capaz de bajar la inflación.

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