“Los que tuvieron que emigrar no te olvidaron y no te olvidan”
En el Santuario le dijo a Tupasy Caacupé: “Señora y Madre Nuestra, Virgen de tantos rostros y tantos nombres, que aquí eres infinitamente amada como Tupãsy Caacupé, te consagramos el Paraguay, corazón de América, con todos sus habitantes, ten bajo tu amparo constante a la Iglesia de Cristo aquí presente, a los gobernantes y a todas las familias. Protege también a todos los paraguayos y paraguayas que tuvieron que migrar y aún en la distancia y con tantas pruebas no se olvidan de ti.” (De la oración de consagración que rezó el Santo Padre).
Al día siguiente, entre los miles de fieles que llegaban a la misa de Ñu Guazú se encontraba un pastor paraguayo-argentino, rodeado de su alegre manada, llegados de Villa Palito, La Matanza, Argentina, para ofrendarle a la Virgen, como muestra de su pasión y fidelidad hacia ella.
Y este cronista a un costado de la ruta que separa Asunción del Aeropuerto Silvio Pettirossi, se encontró con ellos a quienes conocía, se estrecharon en un fuerte abrazo y con su cámara registró ese momento inolvidable. El gordo del centro de la foto es el cura paraguayo Basilicio Brítez. Murió durante la pandemia. Hoy, a dos años del ascenso de su alma, su pueblo -que no la olvidó a Ella ni tampoco a Él- le trajo a la Virgen de Caacupé.
Francisco, en su homilía, también se refirió al pasado histórico cruel de la guerra de la Triple Alianza. Y al sacrificio al que se vieron sometidas las mujeres. Por eso y con referencia al vergonzoso genocidio que cometieron Argentina, Brasil y Uruguay, que, digámoslo, respondió a viles intereses comerciales del imperio inglés, por el algodón, contra nuestros hermanos paraguayos entre 1864 y 1870. Una inmensa parte de la población murió o emigró. A punto tal que tras cinco años de resistencia heroica en todo el país tan sólo sobrevivieron catorce mil varones mayores de 20 años.
Dirigiéndose pues, el Santo Padre, a las “gloriosas mujeres paraguayas”, les dijo: “Ustedes tienen la memoria, ustedes tienen la genética de aquellas que reconstruyeron la vida, la fe, la dignidad de su Pueblo, junto a María…Ustedes, impulsadas y sostenidas por la Virgen, siguieron siendo creyentes, inclusive «esperando contra toda esperanza» (Rm 4,18). Y cuando todo parecía derrumbarse, junto a María se decían: No temamos, el Señor está con nosotros, está con nuestro Pueblo, con nuestras familias, hagamos lo que Él nos diga. Y allí encontraron ayer y encuentran hoy la fuerza para no dejar que esta tierra se desmadre. Dios bendiga ese tesón, Dios bendiga y aliente la fe de ustedes, Dios bendiga a la mujer paraguaya, la más gloriosa de América”.
Paraguayos de La Matanza, bonaerenses, ¡Alégrense!
El Padre Nicolás Angelotti a quien popularmente llaman “Tano” y otros curas de la Parroquia San José de los barrios 17 de marzo-Puerta de Hierro, San Petesburgo y otros, acompañados por clérigos y laicos, junto al pueblo de la parroquia reflexionamos a partir de la realidad social concreta y de la riqueza de nuestra labor pastoral y observamos. Eso dijo el Tano.
Que estamos tristes, desolados ante la realidad de la creciente pobreza, el hambre, la falta de recursos y el abandono de parte de las autoridades locales. Y pensamos: nosotros o nuestros padres vinimos en búsqueda de una mayor prosperidad, de un justo reconocimiento por nuestro trabajo, por educación, por el respeto a la dignidad de nuestras familias, por techo, tierra y trabajo. Nosotros como inmigrantes y como ciudadanos vinimos a enriquecer esta tierra. Y encontramos indiferencia, corrupción, violencia policial, protección de la distribución, suministro y venta de droga que mata a nuestros pibes y pibas, hundidas en la angustia del fracaso de sus ilusiones. Sabemos de dónde venimos y cuál es nuestro rumbo, pero estamos desorientados. Dijo otro.
¿Qué nos pasa? ¿Acaso somos huérfanos? ¿Fuimos abandonados? ¿Perdimos las alas? ¿Olvidamos a Nuestra Señora Madre o es que en nuestro dolor, no nos dejamos encontrar por Ella? ¿Cómo no ir a buscarla? Vamos a buscarla! Dijeron todos y todas.
Y ante esas preguntas todos y todas, laicos y clérigos, desde la puerta de la Parroquia de Nuestro Patrono pusimos primera y alguien dijo: “hacia Ella!” Y codo a codo el pueblo recobró la fidelidad a la Madre y se puso en marcha y sus representantes viajaron a la Patria de origen. Viajaron a la ciudad de Asunción y trajeron la imagen de la virgen, para que venga, acompañe a los migrantes, hijos o nietos de migrantes y que nos acompañe a todos y todas. Con su belleza, verdad y bondad infinitas, y nos diga una vez más: “Alégrense siempre en el Señor. Repito: ¡Alégrense!...El Señor está cerca. No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también.” (Carta de Pablo a los Filipenses 4:4-13).
“La Belleza salvará al mundo”, dijo el Poeta
“Anunciar a Cristo -dice el Papa -significa mostrar que creer en Él y seguirlo no es solo algo verdadero y justo, sino también bello, capaz de colmar la vida de un nuevo resplandor y de un gozo profundo, aun en medio de las pruebas.”
La Madre de Dios, apodada en la tierra guaraní Caacupé es la belleza absoluta reflejada en María, es la verdad resplandeciente que sobresale como un halo de luz que señala al viajero la existencia de “un” pueblo. La belleza de la Madre es de hermosura incomparable. Y María “Caacupé” es Belleza y como tal es conjunción de Bien y de Verdad. Y eso también fue María, la hija de Ana, madre de Jesús, a lo largo de su existencia terrenal.
En nuestra nota publicada en Infobae el 12/01/19 titulada “Papa Francisco: cómo recuperar los valores”, comentamos las enseñanzas del Santo Padre sobre la unidad de lo bello, lo bueno y lo verdadero. Enseñanzas que Bergoglio recoge de Santo Tomás y comparte con la mayor parte de la teología cristiana. No es una “abstracción” o mera especulación filosófica. Se trata de “pensar la realidad” sin disociar la razón de la experiencia. Para ello Jesucristo en los Santos Evangelios recurre al pensamiento “representativo”, narrativo y poético. No contrapone la razón y el mundo de los sentidos. Se sitúa más allá del racionalismo y del empirismo.
Santo Tomás y el Papa Francisco sostienen la unidad de los denominados trascendentales que son afirmaciones fundantes, pistas -digo yo -para ordenar nuestro conocimiento de la realidad y nuestra acción. En el plano del conocimiento de lo que es verdadero, bueno y bello y de aquello que no lo es.
En ese camino nos advierte que entre estas tres realidades o entes hay una unidad. Decir que es Uno, significa que lo verdadero no está escindido de lo bueno ni lo bueno y verdadero de lo bello sino al contrario. Y esta afirmación también podemos aplicarla a la actuación política en diversas reflexiones públicas y documentos tal como lo ha hecho y lo hace el otrora Provincial de los Jesuitas y Arzobispo de Buenos Aires y actual Santo Padre.
¿Por qué naufragan los políticos, gobernantes y ciudadanos argentinos?
Ejemplos para ilustrar la actitud que contraría la enseñanza expuesta en el acápite anterior no es difícil de encontrar en la política argentina. Baste mirar a nuestro alrededor y ver la realidad de las acciones de algunos de nuestros intendentes. Por poner un ejemplo. Que los hay buenos y honestos es verdad. Pero si juxtapongamos su conducta con la de otros dirigentes sociales por no involucrar la persona ejemplar de tantos pastores comprometidos con el pueblo veremos sorprendidos la diferencia. Quienes fueron jóvenes saludables y sufrieron la metamorfosis causada por los fundamentalismos, el teísmo, el hedonismo o la corrupción están perdidos. Sufrirán inexorablemente la separación de su hermano, de su prójimo y de los otros. Y el resultado es el naufragio personal y social.
El arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio (con motivo del bicentenario 2010-2016, “Nosotros como ciudadanos, nosotros como pueblo”, Pilar, 14/11/2008 CEA) alude a la necesidad de mantener esa unidad y nos dice que su disociación es causa de muchos males.
En el parágrafo 3.4 dice: “No se pueden desgajar esas tres pautas fundamentales del ser, que los filósofos llaman los trascendentales: la verdad, la bondad y la belleza. Van juntos. Lo que tiene que desarrollarse en el ciudadano es esa dinámica de la verdad, con la bondad y la belleza. Si falta alguno el ser se fractura, se idealiza, pasa a la idea, no es real. Tienen que ir juntos, no desgajarse”.
El “bien común” no es “bien común” si oculta la verdad porque como adelantamos sin verdad y sin bien no hay belleza. Mucho menos la habrá en los actos de gobierno. Sin belleza no hay compromiso ciudadano, no hay duración, no hay tiempo ni plenitud, no hay compromiso, no hay fidelidad. Si desgajamos alguna de sus propiedades trascendentales tanto “lo hecho” cuanto lo “no hecho”serán actos “malos” “feos” y “sucios”. El “bien común” requiere de la verdad y de la transparencia y se practica mediante complejos actos integrales de singular belleza. No consiste en una “limosna”, no se agota en un acto aislado. Es acción, es servicio. Se desarrolla en el curso de procesos, del tiempo, en su duración dativa. ¿Puede verse el bien común subordinandolo al bien particular o de grupo o en el acto que no es verdadero?
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