La pregunta aguijoneó todo un semestre de debates en “Aprender Desarrollo Económico”, una iniciativa para discutir los problemas (y las soluciones) del desarrollo económico argentino.
En el último evento del año, los protagonistas fueron los Fondos de Capital Emprendedor, un tema poco presente en los medios de comunicación, más preocupados por la inflación, el déficit fiscal, el gasto público y las rencillas pre electorales. Pero, aunque parezca mentira, en una Argentina que decae, hay un grupo cada vez más grande de gente y de organizaciones que resisten la decadencia. El grupo se autodenomina: ecosistema emprendedor.
En el ecosistema confluyen emprendedores, empresarios, jóvenes investigadores universidades, centros de investigación, ONG´s, abogados y –no podían faltar-: fondos de inversión que financian ideas y proyectos innovadores. Un prohombre de esos fondos, Lisandro Bril, mencionó que en lo que va del 2022, se hicieron 72 rondas que totalizaron 173 millones de dólares de inversión. Y la ola crece. Sobre todo, en la bioeconomía, con proyectos de tecnologías basadas en ARN (ácido ribonucleico) para la remediación de enfermedades del cultivo de maní, o bio impresoras en 3D. Y también innovaciones de tecnologías de la información como alambrados virtuales que sustituyen a los alambrados tradicionales y todo tipo de soluciones en el área de salud, como innovaciones en electro medicina o implantes dentales de cerámica, y muchas ideas y proyectos con impacto ambiental, como la reindustrialización de metales recuperados de pilas gastadas y equipos para el monitoreo de pesticidas.
No es fácil conseguir el financiamiento de esos fondos que se conocen como Venture Capital (VC). La selección es dura porque el riesgo de la innovación es grande, por eso apenas consiguen financiamiento el uno por ciento de los emprendedores. Pero en la medida que madura el ecosistema, los emprendedores afinan la puntería y mejoran los modelos de negocios. Para los que aportan a esos fondos, aunque un alto porcentaje de proyectos terminen siendo pymes sin proyección global, con unas pocas empresas que pican en punta, la inversión puede ser muy rentable.
La bioeconomía construyó su propio fondo –Innventure- presentado por su gerente, Mayco Mansilla. Innventure se inició con un pequeño grupo de productores de Aapresid y ya suma decenas de aportantes. Para los productores es un doble negocio: contribuyen a un fondo que será rentable y ayudan a que las soluciones de los emprendedores mejoren sus esquemas productivos. Por esta vía dejan de invertir en inmuebles o maquinaria que, para pequeños productores, es difícil de amortizar, y pasan a integrar el ecosistema: favorecen al país y, por qué no, a su propio interés. Tienen con qué empezar: en los últimos años surgieron más de doscientos nuevos emprendedores con soluciones para las cadenas agroalimentarias.
¿Puede el Estado ser parte del ecosistema y contribuir a su desarrollo? Mariano Mayer, ex Secretario de Emprendedores y Pymes del Ministerio de Producción y Trabajo de la Nación conoce la pregunta y aporta respuestas.
Hay modelos de intervención pública extraordinariamente exitosos, como el de Estados Unidos, con beneficios impositivos para los VC y para sus aportantes, y el de Israel en que el Estado co-invirtió con los privados en los primeros fondos. Con modelos diferentes ambos países percibieron la clave del éxito: no meterse, dejar que los administradores privados hagan su trabajo sin intromisiones burocráticas o de funcionarios que puedan intentar favorecer a algunos proyectos y vetar a otros.
Pero hay dilemas: ¿hasta qué punto apoyar a los VC?; si hay coinversión, ¿cómo y cuándo el Estado debe retirarse?, ¿tiene sentido que el Estado invierta en proyectos individuales o solamente en los fondos para desarrollar esa capacidad de gestión privada?
Hay Estados que prefieren otras formas para cooperar con los emprendedores: créditos blandos o préstamos con altas tasas, pero con devolución contingente, en que el emprendedor devuelve el crédito si tiene éxito. Para eso los Estados deben garantizar parcialmente al sistema bancario, que es el responsable de la evaluación de los proyectos.
Pero lo central del aporte de Mariano Mayer a la discusión sobre los Fondos de Capital Emprendedor es la conciencia de los límites del instrumento y la importancia del contexto.
El VC es un ingrediente imprescindible pero menor de una estrategia de desarrollo económico. Los ingredientes principales están en la educación y su correlato en la ciencia, la tecnología y la innovación, que emana de personas altamente capacitadas. Y la estrecha vinculación de esa creación científica y tecnológica con el fortalecimiento y la creación de empresas.
Pero, sobre todo, la percepción de que, en el ecosistema de la creación, la innovación y la competitividad, el Estado debe estar al servicio del desarrollo empresario y nunca pretender que el desarrollo empresario esté al servicio del Estado.
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