Dos siglos y medio después de su muerte recluido a perpetuidad en el hospicio de Charenton para enfermos mentales, Donatien Alphonse François, Marqués de Sade proyecta desde varios ángulos influencia, abominación, atracción y símbolo- los surrealistas al frente de André Breton lo tomaron como tótem: soterrado, lo subconsciente quedaba a la vista la vista-, atracción, repulsión, interés. Surge pronto el interés de Freud. Escritores como Guillaume Aapollinaire -“el divino marqués”, lo llamó- , Octavio Paz, ciertos escritos de Lacan no siempre inteligibles, enrevesados, Foucault en la filosofía. Unos cuántos, y no siempre resulta claro en qué dirección influyó Sade en cada uno, y son bastantes más que los puestos aquí.
Nacido bajo Luis XlV, hizo la carrera militar hasta el grado de capitán, sin dejar su visión materialista y anti religiosa y la convicción de una sexualidad desenfrenada y violencia- la flagelación está siempre- ejercida por los personajes de sus libros y sobre ellos mismos. Dolor con diálogos, como en “La filosofía en el tocador”: el personaje principal, monstruoso Dolmancé, perturba y expone a la vez una explosiva pornografía dirigida a sostener que era necesario ir contra toda convención. La manera del libertinaje que era corriente en orgías casi reglamentadas por parte de nobles y autores a menudo sin nombre verdadero.
Azotar hasta el cansancio a mujeres de la calle en mezcla con sexo predominante anal sin distinción si se trata de hombres o mujeres, fue el primer episodio a ser detenido. Pero por poco tiempo: llegarían muchos años de prisión y hospicio, en un Reino de Francia anémico por las guerras, donde los hechos parecidos eran habituales.
Sade, que escribió mucho aunque quizás no todo fue por su mano - o, en todo caso, hay alguna que otra duda -, deprecia la virtud no solo por una versión propia de la libertad ,obra de la mente que lo llevó a Charenton, donde está enterrado, sino como una cuestión práctica: da más beneficios y mejor vida que lo virtuoso. Sobre todo en “Juliette o las prosperidades del vicio”, casi un manifiesto revulsivo, una bofetada desaforada con sangre y sexo a la moral que juzgaba hipócrita y, sin saberlo, legaba una palabra irremplazable: sadismo.
Casado con hijos
Integrante de la nobleza más profunda con línea borbónica, sobrado de alcurnia, la familia donde llegó para inmortalizarse - por repugnancia, la mirada del morbo o la entronización de quienes hacen vueltas carnero en su tiempo, símbolo de lo soterrado en los sueños que intentaron el psicoanálisis, ( los surrealistas, casi inapelable Breton hasta su cambio al comunismo).
Salvador Dalí permaneció surrealista hasta morir después de cierta locura, por tanto imitarla, como un contagio definitivo. Cierto es que la familia del marqués donde vio la luz fue en Paris con una fortuna tambaleante. La resolvió casándose con Renée- Pelagie Cordier de Launay de Montreuil con un pacto, un negocio– no se conocían- , de la nueva nobleza o nobleza rica y reciente, despreciada por el tronco antiguo. Con ella, regordeta sonrosada y pía, a quien amigos de Sade confiaban lo que sentía – repulsión- , mientras la desposada, una adolescente, fue transformándose en la doble vida del marido hasta seguirlo de cárcel en cárcel y obedecer – quién sabe si con placer – a partir de haberse llegado al sexo ritual y sin freno con su hermana, con una abadesa joven y lúbrica, con mujeres de la corte con doble vida, siempre con resolución acerca de su mirada de la realidad del tiempo, donde asomaba ya la Ilustración.
Alphonse, el marqués, fue castigado en la monarquía, durante la revolución de de 1789- no dejó la cabeza una canasta por la guillotina en medio del terror jacobino- y por Napoleón, quien prohibió los libros y recluyó en Charentón.
Su abierta proclama del “vicio”- la perversión y el látigo- como superior a la castidad y la virtud fue llevada hasta el último día y alcanza cumbres en “Los 120 días de Sodoma”: un grupo de aristócratas encierra a hombres y mujeres que apenas pasan la infancia para someterlos a un creciente espanto de tortura, violación y la obligación de acoplarse entre los prisioneros, que morirán.
Sobre lo escrito por Sade construyó la película “Saló o los 120 días de Sodoma Pier Paolo Pasolin, como metáfora del fascismo, extremada hasta límites probablemente nunca vistos en cine (Saló fue una “república” en tierra italiana dominada por los alemanes aliados de Mussolini), por orden de Hitler rescatado de ser encerrado en un hotel de Brescia después de que el Consejo Fascista lo depusiera: los norteamericanos ya habían entrado a Sicilia. Fue rescatado por Otto Skorzeny, oficial SS en una operación asombrosa, aunque luego un grupo de partisanos encontraron al Duce y a su amante cuando intentaban pasar a Suiza, golpeados durante horas y colgados sin vida por los pies.
Alto, paremos aquí, respiremos. El divino marqués proyecta estudios, relecturas, curiosidad por avidez de aquello que hizo. Más, seguir adelante, sería un acto de sadismo.
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