En el día de hoy, las redes sociales y los medios se van a poblar de decenas de pésames y homenajes a Hebe de Bonafini. Muchos de ellos provendrán de los personeros de partidos, coaliciones y bloques que fueron cómplices silenciosos de la dictadura militar cuando no colaboraron directamente con ella, con centenares de intendentes y funcionarios. Son los mismos que, para excusar su conducta bajo Videla y el resto, afirman que “todos se callaron, menos las Madres”. La verdad fue otra: Hebe Bonafini, y todas las madres y familiares de desaparecidos, fueron parte de una resistencia al genocidio dictatorial de miles de delegados obreros, estudiantes y luchadores barriales. La lucha contra la dictadura se palpitaba en las fábricas y en las facultades, y muchos lo pagaron con su secuestro y su muerte. La dictadura no solamente torturó y asesinó a quienes lucharon antes de ella, sino a quienes lucharon contra ella, mantuvieron el fuego de la resistencia y fueron el factor consiente que acabó por derrocarla.
Hebe tuvo el liderazgo de uno de los movimientos que signó ese período. De un lado, estaban los movimientos de Madres y Familiares, como expresión auténtica de confrontación con los genocidas. Del otro, los movimientos “institucionales” de derechos humanos, influidos o dirigidos por los partidos del régimen, que intentaban convencer a la dictadura de que reprimiera “con ajuste a la ley” (ver, por ejemplo, el film “Argentina, 1985″). Para ellos, se trataba de lograr una salida “ordenada” al régimen genocida, a cambio de autoamnistías personales y políticas. Un aspecto central del planteo era que “se sepa la verdad”. La Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y la Liga por los Derechos Humanos, controlada esta última por el estalinismo, eran la mayor expresión de esa orientación política. En permanente choque con estos “organismos”, los Familiares y las Madres sostuvieron una política de confrontación y movilización. Hebe fue, en Madres, un pilar de esta orientación.
Las Madres, con Hebe a la cabeza, enfrentaban a los enjuagues de los partidos del régimen desde un planteo apolítico –“no queremos a los partidos” (ni a los que combaten junto a nosotras)-. En Familiares de Desaparecidos, en cambio, se libraba una lucha por la independencia del movimiento respecto de los partidos “del Estado”, o sea, de los partidos capitalistas que congeniaban con el videlismo. Por un lado, el estalinismo luchaba por arrimar a los Familiares a la política de “la verdad”. Del otro lado, un grupo de familiares, encabezado por Cata Guagnini y orientado por Política Obrera, desarrollaba una oposición consiente a la política de compromiso con el régimen dictatorial. Con estos límites, las Madres de Hebe y los Familiares de Cata confluyeron en innumerables movilizaciones, así como Política Obrera. El 5 de agosto de 1981, organizamos con Madres, en forma clandestina, una movilización, desde la 9 de Julio, que llegó a las puertas mismas de la Rosada, sobre la vereda de Balcarce.
Democracia
Hebe Bonafini mantuvo siempre una desconfianza profunda y un distanciamiento organizativo respecto del proceso político postdictatorial. Lejos de sumarse a un coro laudatorio hacia el Juicio a las Juntas, Hebe fue duramente crítica. Esa conducta se acentuó en otros episodios cruciales: fue el caso de la masacre de Tablada, que tuvo a toda la izquierda -con excepción del Partido Obrero- en defensa de los perpetradores de la ejecución de decenas de militantes del MTP. Una movilización de las Madres que repudió esa represión solo fue acompañada por el Partido Obrero. Lo mismo había ocurrido con el punto final y la obediencia debida de Alfonsín, primero, y los indultos de Menem, más tarde. Hebe Bonafini, sin embargo, nunca logró elaborar una caracterización política de la absolución a los genocidas. Se oponía a ella desde el lugar elemental de la confrontación con “los políticos”.
Como ha ocurrido en forma repetida en la historia de estos casos, basta una maniobra oportuna o un demagogo para torcer el rumbo de una historia consecuente. Después del argentinazo, Hebe Bonafini prestó una colaboración inestimable de blanqueo a esos mismos políticos. Fue lo que ocurrió con Kirchner, un producto de la cepa menemista, con una conducta dudosa bajo el régimen militar. Un par de “gestos” cosméticos le bastaron a Hebe para justificar el apoyo incondicional a los Kirchner. Los K derogaron las leyes de impunidad que habían apoyado cuando un juez español reclamó, todavía durante el gobierno de De la Rúa, la deportación de los genocidas a los tribunales de Madrid. Si las condenas llegaron al final, siguen siendo escasas y retaceadas.
La cooptación al Estado inició la descomposición del movimiento de Bonafini. Las dudosas aventuras económicas con los Schoklender y el respaldo sin condiciones al kirchnerismo, significó también su silencio ante los episodios represivos más graves que tuvieron lugar entre 2003 y 2015.
La clase obrera, los luchadores sociales y democráticos retendrán a otra Hebe: la de la foto “en blanco y negro”, desafiando a Videla en la ronda de la Plaza. Siempre es mejor, sin embargo, asimilar y sacar conclusiones de la “película completa”. El material capaz de acabar con gobiernos reaccionarios, golpistas, promotores de guerra y democracias de explotadora, es y seguirá siendo desarrollar un partido revolucionario.
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