A nadie le gusta imaginarse viejo. Sin embargo, millones de personas suben fotos a aplicaciones como AgeingBooth y FaceApp que usan inteligencia artificial para “envejecer” un rostro.
Más allá de las temidas canas y arrugas, estas imágenes nos invitan a ponderar otras incógnitas. ¿Cuál será mi situación económica en 20 o 30 años? ¿Tendré acceso a buenos servicios de salud? ¿Habrá quién me ayude en mi rutina diaria? Y fundamentalmente, ¿estos factores se complementarán para darme una buena calidad de vida?
Según un nuevo estudio basado en un análisis profundo de la situación en 26 países de América Latina y el Caribe, el futuro de la vejez podría ser muy promisorio, pero sólo si acometemos reformas conjuntas a los sistemas de pensiones, salud y atención a la dependencia para personas mayores.
La buena noticia es que a pesar del pesimismo que suele rodear este tema, la calidad de vida de las personas mayores muestra una fuerte tendencia a mejorar. Durante las últimos dos décadas, por ejemplo, el tiempo promedio que una persona de 65 años puede anticipar que vivirá en buena salud y sin pobreza aumentó de 7,1 a 9,7 años en América Latina y el Caribe. En Argentina, el panorama es aún mejor, alcanzando un promedio de 11,3 años en comparación a los 9,4 años hace 2 décadas.
A estas buenas noticias hay que sumarle un giro profundo en las percepciones sobre la vejez. El debate sobre cómo proporcionar buenos cuidados a las personas mayores—prácticamente inexistente hace 20 años—hoy está en el centro de la agenda pública. Y en vez de pensar sobre la tercera edad como un lastre, hoy se la percibe como una oportunidad. Se trata de la denominada “economía plateada” de productos y servicios demandados por un segmento del mercado que crece más que cualquier otro.
A pesar del pesimismo que suele rodear este tema, la calidad de vida de las personas mayores muestra una fuerte tendencia a mejorar
Pero el estudio también señala que para muchos países será difícil satisfacer las expectativas de las personas mayores en el futuro cercano. Algunos sistemas de pensiones, por ejemplo, carecen de cobertura o de prestaciones adecuadas para grandes segmentos de la población. Aunque la cobertura de servicios de salud es bastante amplia, la calidad en muchos casos es bajísima. Y los sistemas de atención a la dependencia son prácticamente inexistentes en la región, excepto para personas de muy altos ingresos.
Los gobiernos también tendrán serias dificultades para financiar los sistemas de pensiones, salud y atención a la dependencia para personas mayores. En la Argentina, el gasto en salud y pensiones para los mayores de 65 años pasará de 13,2% del PIB en 2020 a 21,3% en el 2050.
Además de la amenaza que implican para el equilibrio fiscal, estas tendencias apuntan a una tensión creciente entre los intereses de generaciones jóvenes (empleo, educación, inversión) y los de sus padres y abuelos. Para reconciliar estas demandas, los gobiernos ya no podrán postergar las reformas que apuntan a reducir ineficiencias, duplicaciones y mal gasto.
La clave, según el estudio, será abandonar la tradición de gestionar por separado a los sistemas de pensiones, salud y atención a la dependencia. Las estrategias holísticas que incentivan la integración, aprovechando nuevas tecnologías digitales para coordinar y optimizar servicios, ya están mostrando que pueden aumentar la calidad de los servicios y la eficiencia del gasto. Está claro que si gastamos mejor, podemos construir sociedades donde las generaciones no compiten por recursos, sino más bien se apoyan y protegen mutuamente.
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