La hora del portero

El hecho se trata de todos los encargados y a la vez de ninguno: es cine. Pero todo conviene llevar a examen

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Guillermo Francella protagoniza la serie "El encargado"
Guillermo Francella protagoniza la serie "El encargado"

El tránsito de portero hacia “encargado”, hacia fines de los sesentas, se vio como una conquista social. Otra categoría. Portero no es un sustantivo que puede ofender ni promover inferioridad, pero se entendió que el cambio significaba categoría y, al andar, mejor salario. Podría ser conserje, ahora que lo pienso, de sonido más elegante y formal. Los botoncitos para llamar a algún departamento, se llamarán portero eléctrico para siempre. Eliseo (Francella), mientras tanto, sigue la historia centrada en él, un tipo capaz de cualquier cosa, el encargado.

Estas cuestiones tienen que ver con el poder, no es solo el nombre, y, como en la serie triunfante –todo el mundo la ha visto o la verá–, “El encargado” tiene el estilo de Gastón Duprat y Mariano Cohn, donde la ficción no trata de seres imaginarios o mitos: es ficción realista. Como en “El ciudadano ilustre”, “Mi obra maestra”, “Certamen oficial”, “El hombre de al lado”, los escritores y directores de “El encargado” van directo a un estilo ya inconfundible: comedias amargas pero tan inteligentes como divertidas y con un punto de partida en la poca confianza en la nobleza y dignidad humanas. O, al menos, no del todo: poquísimo. Creadores con herramientas como Guillermo Francella, Gabriel “Puma” Goity y en el cine, Brandoni, Antonio Banderas, Penélope Cruz, Oscar Martínez, y unos cuantos talentos más, las cosas salen bien y, en streaming, se puede comprobar en todas partes.

La manera Cohn-Duprat me llega por algún lado como un sonido interior, una manera de filmar y contar que, más que en la realización, en todo lo que hizo el gran actor Alberto Sordi, un género en sí mismo.

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Dirección precisa, diálogos ricos, situaciones que identifican al contemplador son elementos esenciales y cada vez más depurados.

La protesta

El papel de encargado, Francella, levantó una objeción inesperada por parte de una formación anexa, pero independiente del SUTERH, gremio de gran influencia y actividad expansiva, que no se pronunció, firmada por el señor Diego Trejo. Contó que sufrió agresiones debido a la serie: “No nos representa en lo más mínimo su violenta corrupción y es por eso que junto con la agrupación que conformamos hemos decidido salir a dar la cara para que la gente no se deje llevar por esta oscura historia que tan mal nos deja parados”.

El hecho se trata de todos los encargados y a la vez de ninguno: es cine. Pero todo conviene llevar a examen, todo: se trata de una confusión entre lo creado y una generalización corporativa. Solo que las corporaciones existen, funcionan, no solo entre nosotros, sino en todas partes, y esas personas sintieron que les tocaron un nervio en el dentista.

Separar las cosas, analizar, no es ninguna pavada y entra en el terreno de un pensamiento complejo. ¿Cuántos malos policías integran la cinematografía mundial? ¿Cuántos médicos aterradores? (pongamos por caso, “Twins”, de David Cronenberg, con Jeremy Irons) ¿Cuántos taxistas (alcanza con “Taxi Driver”, el loco de la guerra con la cabeza repleta de violencia y, es curioso, de justicia: Scorsese con Di Niro flaco y joven)? Es infinito, y no ha significado heridas y bronca.

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Pero puede entenderse que un portero o encargado en el lugar que le ha sido asignado prende la tele y ve “El encargado”. Desde luego, suponer que juzga si la trama y el personaje están muy bien, sería equivocarse, no se pregunta si los actores lo hacen bien, si Eliseo está muy logrado, inspirado. Se levanta del sillón y grita “¡yo no soy así!”. No aparta las cuestiones, puede pasar.

Del mismo modo en que hay encargados que pueden arreglar lo que se necesita, gauchos y prácticos, así como aquellos que no mueven un dedo cuando una señora grande llega de la compra en el súper, cargada de bolsas. Hay encargados con un overol caqui sin dejar de revolear el llavero –símbolo de mando-, sin dejar de decirles a todas las mujeres susurros desagradables. Los hay que lavan la vereda con una manguera treinta minutos. Los hay alegres y serviciales. Y está Eliseo, de lo peorcito, que vive en un televisor.

Puede suponerse que, por la situación general, algunos consorcios resuelven vivir sin encargado. Conflicto y preocupación.

Al separar cuestiones -no siempre es fácil en muchos campos de esta vida-, espera “El encargado”. Otro encargado, real, nos preguntará mañana al abrir la puerta de un edificio al que fuimos mil veces: ”¿A dónde va?”.

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