Hace unos veinticinco años, cuando Carlos Menem todavía gobernaba y el peso aparentaba valer un dólar, el gran Tato Bores parodiaba a un científico que investigaba las ruinas del país que había desaparecido por los disparates de sus dirigentes. Iba con una lupa y con aquella apariencia excéntrica recorriendo lo poco que habían dejado en pie. “El misterio de la Argentina” en un futuro distópico era un genial sketch humorístico que se está volviendo realidad mucho antes de lo pronosticado.
Lo más sorprendente del país en ruinas es que le sobran los candidatos a presidente. Le brotan todos los días como si llegar a la Casa Rosada tuviera el glamour de liderar alguna potencia económica. Son hombres y mujeres que le siguen encontrando atractivos a gobernar esta tierra dominada por la incertidumbre, castigada por la inflación y atravesada por la pobreza.
El caso más emblemático de ese capricho por mantenerse como sea en el poder es el de Cristina Kirchner. El viernes volvió a subirse a una tribuna (en este caso una de la Unión Obrera Metalúrgica) para alimentar la fantasía de una nueva candidatura presidencial. Esperó la victoria de Lula (aunque no fue en primera vuelta y resultó más apretada de lo que necesitaba) para reaparecer luego del intento de atentado que sufriera en la puerta de su casa y ya promociona un nuevo acto político para el 17 de noviembre en el Estadio Único de La Plata.
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“Voy a hacer lo que tenga que hacer”, fue la frase con la que el viernes entusiasmó a quienes quieren verla otra vez como candidata presidencial. Y enseguida comenzó la construcción de un operativo clamor que, al menos por ahora, se trata de una muestra de voluntarismo que no se transmite en una sociedad agobiada por el impacto diario de sus penurias económicas.
Los apóstoles de la parábola “Cristina candidata” fueron el ministro camporista Andrés Larroque, quien difícilmente tenga juego político propio el día en el que la vicepresidente ya no ocupe un papel protagónico. Lo siguieron el ex gobernador de San Juan, el veterano y sobreviviente a la caída de un helicóptero José Luis Gioja, y la gobernadora Alicia Kirchner, cuñada de la vice y otra dirigente que le debe su permanencia cerca del poder al milagro de la burocracia parental que triunfa en el país.
Kirchner sabe que su estructura política es bastante más débil de lo que fue en el pasado. Por eso, piensa algunas jugadas para fortalecerla en aquellos espacios que considera vitales para su supervivencia. Uno de ellos es la provincia de Santa Cruz, jaqueada por la gestión muy endeble de la Tía Alicia. Allí ha comenzado a evaluar la posibilidad de llevar como candidato al actual presidente de YPF, Pablo González, un santacruceño que ya fue funcionario provincial, diputado y senador nacional y que ha crecido en influencia desde su poderoso despacho al frente de la petrolera estatal. Es la provincia kirchnerista por excelencia que no pueden arriesgarse a perder durante el año próximo.
No es la primera vez que Cristina intenta una apuesta arriesgada utilizando la base de YPF, compañía que controla como si fuera de su propiedad. En 2012 y luego de una estatización conflictiva que quebró la relación con España, convocó para presidirla al ejecutivo entrerriano Miguel Galuccio, un tiburón del mercado petrolero con el que buscó darle dinamismo a la explotación de Vaca Muerta y, a la vez, enviarle una señal tardía de racionalidad al establishment. Al final no le funcionó porque el experimento terminó con recesión y la previsible derrota electoral en 2015.
Pero la maquinaria de la creatividad kirchnerista se ha puesto en marcha de nuevo. Además de Santa Cruz, Cristina intenta fortalecer su otra base de poder en la provincia de Buenos Aires. Sus apariciones políticas se repiten en ese territorio, donde apuntala la complicada reelección del malogrado gobernador Axel Kicillof, y en el que tiene como alternativa a la nostalgia presidencial la de una candidatura a senadora que le garantice la tranquilidad de los fueros parlamentarios. No es un dato menor.
Este lunes, precisamente, Cristina deberá enfrentar el deja vù de su situación judicial complicada cuando el fiscal Diego Luciani le ponga punto final a su alegato en la causa Vialidad, la que lanzó al estrellato de la construcción con fondos estatales al hábil emprendedor Lázaro Báez. El funcionario insistirá en su pedido de condena a doce años de prisión para la vicepresidente, y comenzarán a correr los tiempos para el pronunciamiento del Tribunal Oral Federal 2. En Tribunales se cree que la sentencia estará lista para fines de noviembre y que recortará el pedido del fiscal a un número de años cercanos a la mitad de esa demanda.
Si las encuestas siguen contrariando como hasta ahora a Cristina y la amenaza judicial le aconseja retener los fueros de senadora en la provincia de Buenos Aires, la vicepresidente ha empezado a definir quien será el candidato a presidente para enfrentar la adversidad del final del gobierno fallido que comparte con Alberto Fernández. Si no hay estallido de la economía en el verano, se inclinará por el pragmatismo de Sergio Massa.
“Están en la mejor sintonía con Sergio; hablan todo el tiempo y evalúan juntos cada una de las medidas económicas”, admite uno de los colaboradores de Cristina. Explica además que el ministro ha tomado las decisiones adecuadas que, cuando la Vicepresidenta hizo alguna crítica tuitera por el aumento de la indigencia, ya estaba acordada la estrategia de la solución.
La semana pasada, sin embargo, no pasaron desapercibidas para Cristina las declaraciones del viceministro Gabriel Rubinstein, quien fue al Congreso a explicar los ejes del Presupuesto 2023 y lamentó que hayan sido abandonadas las políticas de superávit fiscal inauguradas por Eduardo Duhalde y Roberto Lavagna a mediados de 2002, en el ciclo pre Néstor. “Ya se habló del tema y Sergio se va a ocupar de que el viejo no insista más con esas boludeces”, fue el comentario seco con el que los kirchneristas cerraron la cuestión. No les cae simpático el macro economista.
El triángulo de las Bermudas en Juntos por el Cambio
Ya se dicho en esta columna que el oponente preferido para Cristina es Mauricio Macri. Creen que el Frente de Todos solo tendría chances de triunfo si el candidato opositor fuera el ex presidente en un escenario de polarización salvaje, a raíz de la fuerte imagen negativa que tienen ambos. Por eso es que siguen explorando la posibilidad, cada vez más incierta, de sumar los votos suficientes en el Congreso para eliminar las PASO.
La muerte eventual de las primarias abiertas complicaría a los candidatos emergentes de Juntos por el Cambio como Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich o cualquiera de los radicales, quienes necesitan una victoria interna que legitime sus aspiraciones. Al mismo tiempo, podría favorecer las planes de Macri para ofrecerse como el primus inter pares que garantice la cohesión que hoy no tiene la coalición opositora por ausencia de liderazgo. Todas son hipótesis que requieren comprobación.
Y si el futuro del Frente de Todos está condicionado por el triángulo que forman Cristina, Massa y el desconcertante Alberto Fernández (preocupado en estos días por la evolución de su dieta), el destino de la coalición opositora estará determinado por la resolución del triángulo que tiene a Macri, a Rodríguez Larreta y a Bullrich en cada uno de sus vértices. El desafío de estos tiempos es acertar con quienes se impondrán en esta trigonometría del poder.
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Rodríguez Larreta apuesta a conseguir los votos que el faltaron al Macri del 40% en 2019 en el espectro difuso de votantes moderados que eligieron a Alberto Fernández. Y Bullrich prefiere explorar el universo de votantes enojados que observan con atención a Milei mostrando un perfil de dama combativa. En esa línea estrenó el “te voy a romper la cara” con el que abordó al jefe de gabinete larretista, Felipe Miguel, e intercambió tuits de guerra con el belicoso Pablo, el heredero de Hugo Moyano.
El dilema, tanto para Rodríguez Larreta como para Bullrich, es que Mauricio Macri no termina de aclarar si será el padrino de la boda en el PRO o si volverá a tratar de convertirse en novio. “Yo digo que no voy a ser candidato, pero nadie me cree”, es la frase preferida del ex presidente en estos días. Y sí, no es fácil creerle a un “no candidato” que estrena libro con un acto de campaña, que camina algunos ciudades del país como si fuera candidato y que mantiene a su legión de fans digitales (algunos de corazón y otros profesionales) activos como nunca en las redes sociales. Macri también juega con la fantasía de su operativo clamor.
La disputa en el triángulo de las Bermudas del PRO podría definirse simplemente por elecciones internas, sea con PASO o con primarias partidarias abiertas. El problema es que dividen el voto y correrían el riesgo de terminar ofreciéndole en bandeja el triunfo al candidato de la UCR, los socios más fuertes en la coalición. Es cierto que hay diálogos permanentes con Gerardo Morales, con Martín Lousteau y con Alfredo Cornejo para consensuar fórmulas cruzadas que eviten el debilitamiento de Juntos por el Cambio. Pero la dinámica del consenso no parece que vaya a dar frutos en este verano de ansiedad electoral.
Quien acaba de regresar de sus viajes por el exterior y por casi todas las provincias del interior del país es Facundo Manes. El neurocientífico ya ha decidido que será candidato a presidente y que rechazará cualquier abordaje de fórmulas cruzadas con el PRO. “Soy candidato a presidente o me vuelvo a mi casa”, les ha dicho a quienes trataron de convencerlo. Manes cree en un espacio popular donde él sea la figura convocante y se sumen otros referentes para ampliarlo. Con esa idea es que se ha reunido con el cordobés Juan Schiaretti y que ha recibido en su casa al piquetero Emilio Pérsico, otro de los dirigentes que apostaron y perdieron con el unicornio azul del albertismo.
En dos semanas, comienza el Mundial de Qatar y todavía hay incautos que creen que el somnífero futbolero le pondrá un freno a todas las escaramuzas electorales. Cristina, Macri, Massa, Rodríguez Larreta, Bullrich, Morales, Manes, Vidal, Milei y hasta el surrealista Alberto Fernández creen que pueden llegar a la Casa Rosada si los planetas se alinean a su favor. La Argentina sigue siendo un laboratorio inexplicable de la autodestrucción.
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