Democracia en tiempos hipermodernos
La democracia a nivel global en estos tiempos hipermodernos, atraviesa crisis derivadas de problemas no resueltos por el capitalismo para generar bienestar, progreso y justicia social a la humanidad. A eso se suman que los avances en materia de tecnología (desarrollo de la inteligencia artificial y su herramienta el “big data”) facilitan la producciones de sentido común tribales y radicalizados en el seno de las sociedades, que ponen en peligro un consenso democrático conseguido otrora.
El filósofo coreano alemán Byung Chul-Han en su reciente obra Infocracia describe el fenómeno actual en el que vivimos, donde el régimen de información multiplicado a nivel viral y segmentado genera la fragmentación de la esfera pública, reprime prácticas racionales y, las fake news, un tuit o los discursos de odio prevalecen más que cualquier argumentación. Por eso, sostiene que ese tsunami de información desata a tal punto fuerzas destructivas que provoca distorsiones y trastornos en el sistema democrático y la democracia degenera en “infocracia”.
A su vez un francés, Francois Dubet, destacado teórico de la desigualdad, esgrime en “La época de las pasiones tristes” que éste es el espíritu de época dominante, justamente. El de pasiones tristes. Donde se puede acusar, denunciar sin pruebas, odiar al diferente que puede ser el pobre o el rico, el extranjero, el negro o el homosexual. A su vez, se desconfía de la democracia acusada de incapaz y corrupta dando lugar a iras y acusaciones que encuentran expresión política en tribalismos y autoritarismos.
Estos diagnósticos forman parte de nuestro contexto de vida en Argentina. Donde el aniquilamiento físico o político del otro por sobre el triunfo electoral ha pasado a ser una opción. Donde la cultura del odio segmenta cada vez mas la sociedad y delimita tribus que afirman su identidad en el rechazo a lo que no forma parte de su modo de vida o de sentir. Donde el negacionismo, las fake news, la posverdad, la violencia política, la manipulación de la opinión pública son parte hoy de nuestro universo cotidiano.
Frente a estas dificultades, ¿no deberíamos utilizar todas las herramientas que nos otorga el sistema para fortalecer un régimen de cooperación y convivencia en el disenso que es la democracia?
Por qué es buena la Ley 26.571
Cuando el Congreso de la Nación sancionó la ley en 2009, la oposición de aquel entonces la criticó pero terminó siendo un gran avance para el mejoramiento de nuestra democracia.
No solamente fue la ley de las “PASO” o primarias, fue la ley de democratización de la representación política, la transparencia y la equidad electoral. Permitió dar un salto de calidad en materia institucional.
Favoreció el ordenamiento de las fuerzas políticas y la democracia interna de los partidos. Fomentó la formación de coaliciones. Transparentó el financiamiento de las campañas electorales y generó condiciones de equidad para la competencia y la publicidad.
Con relación a las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias perfeccionó el mecanismo de selección de candidatos, las políticas de alianzas, evitó las trampas de dobles candidaturas o votar en internas de otros partidos. Siguió movilizando al electorado con la cultura de la obligatoriedad del voto, uno de los pilares de nuestro sistema.
Democratizar la democracia
En estos días algunas críticas a la ley versaron sobre la cantidad de elecciones en las provincias el año que viene (podrían ser 4 o 5). También sobre el costo económico de las elecciones primarias. En el primer caso, son los gobernadores quienes tienen la facultad de acoplar o no el calendario provincial al nacional. Es su responsabilidad. En el segundo caso el funcionamiento de la democracia no es un costo. Es esencial a nuestra república y nuestra vida. Con ese mismo argumento podríamos tomar -como les gusta hacer a algunos- la inversión en educación o salud pública como costo.
Mas allá de todo lo expuesto, y como lo expresó el presidente, es el Congreso Nacional con mayorías absolutas quien tiene la facultad de legislar en materia electoral.
De cualquier manera, no existe el “exceso de democracia” o “sobrecarga demandas ciudadanas”. Eso lo quisieron instalar los gurúes del neoliberalismo a fines de los setenta en el mundo y así nos fue.
Cuando hablamos de democracia siempre mas es mejor. Mas democracia. Solo asi se fortalecerá un régimen político que elegimos como forma de vida, de convivencia en el disenso, y se podrá defender con mayor legitimidad el interés de ese pueblo, que anhelamos pueda vivir dignamente y en paz.
Lo cierto es que la ley 26.571 sancionada el 2 de diciembre de 2009 y promulgada el 11 de diciembre, es una buena ley.
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